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Fractales: Sacar belleza de este caos es virtud

¿Qué son los fractales? Son formas que se repiten en distintos tamaños, que parecen caóticas pero en realidad siguen un patrón escondido.

Adrián Characán
Adrián Characán

¿Qué son los fractales? Son formas que se repiten en distintos tamaños, que parecen caóticas pero en realidad siguen un patrón escondido. Son estructuras infinitas que, al ampliarse, vuelven a mostrar versiones similares de sí mismas. Desde las costas del océano hasta el sistema nervioso, desde una nube hasta una hoja de helecho o un pulmón humano, todo en la naturaleza parece hablar ese mismo idioma: el de los fractales.

Fractales: Sacar belleza de este caos es virtud

No son figuras limpias ni geométricas como un círculo o un cuadrado. Son bordes rugosos, ramas que se dividen, copos de nieve, brócolis romanesco, relámpagos que se ramifican. Caos aparente, con orden secreto.

Fractales: Sacar belleza de este caos es virtud

Uno de los primeros en intentar descifrar ese lenguaje fue Benoit Mandelbrot, un matemático que nació el 20 de noviembre de 1924 en Varsovia, Polonia, en el seno de una familia judía lituana. Su infancia estuvo atravesada por la guerra y el exilio. Se instaló en Francia, se educó por fuera de los caminos tradicionales y finalmente terminó trabajando en IBM, en los laboratorios Thomas J. Watson, donde combinó matemática pura con computación.

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Fue ahí, en los años 80, cuando se sentó frente a una computadora y escribió una fórmula matemática sencilla que generó una imagen infinita, una forma autosimilar que parecía repetirse hasta el fin de los tiempos. Así nació el famoso conjunto de Mandelbrot, un fractal que mostró que el desorden del mundo -con sus nubes, sus costas, sus montañas- también podía tener estructura.

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Él mismo lo dijo alguna vez:

Mi vida parecía una serie de eventos y accidentes. Sin embargo, cuando miro atrás, veo un patrón.

Hoy en día, los fractales se usan en la simulación del cambio climático, en modelos de crecimiento celular, en la economía, en la inteligencia artificial, en la biología, en el análisis de sistemas complejos, en la astronomía. Pero muchos científicos coinciden en algo: aún no se ha determinado el verdadero alcance de su utilidad. Quizás todavía no estamos listos para entender todo lo que los fractales pueden explicar.

Y entonces, otra vez, volvemos al arte.

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Porque mientras Mandelbrot creaba con fórmulas, en Argentina otro genio y cientifico del alma, armaba paisajes infinitos con palabras y música. En 1989, Luis Alberto Spinetta lanzó su disco Don Lucero, cuya tapa fue creada por él mismo usando una computadora fabricada en 1985 llamada Commodore Amiga. Un rostro flotando en el cosmos, entre tonos azules y líneas digitales. No usó una fórmula, pero hizo un fractal a su manera: una figura que parecía una galaxia y un alma a la vez.

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Ese mismo disco -Don Lucero- salió a la luz el 20 de noviembre de 1989, exactamente 65 años después del nacimiento de Mandelbrot. Una coincidencia tan precisa que ya no parece coincidencia, sino guiño del universo.

Dentro de ese álbum, hay una canción llamada Fina Ropa Blanca, donde Spinetta canta:

Algo lumínico en su cierre que se abre

Algo inerte y final

Dejando huellas en las sombras y en las calles

Una niebla en el mar

Y uno no puede evitar pensar que cuando Spinetta escribía esos versos -o Cerati cuando cantaba:

"Las cosas brillantes siempre salen de repente. Como la geometría de una flor" en Magia, o toda la letra de Deja Vu, ambas de su último álbum Fuerza Natural (otro guiño del universo) 

Había en ellos una visión intuitiva de los fractales. Como si vieran con la mente lo que Mandelbrot intentaba representar con números. Como si el arte y la ciencia se tocaran por dentro, en un rincón secreto del caos.

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Porque en el fondo, todos estamos hechos de lo mismo: de patrones invisibles, de ramas que se repiten, de caminos que se bifurcan. Y quizás, solo quizás, la verdadera belleza está ahí: en ese orden imperfecto que nos atraviesa, que se multiplica y se ramifica como una emoción.

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