OPINIÓN

¿Quién nos paga a nosotros cuando la ruta está rota?

¿Qué pasa cuando a diario rompemos los autos esquivando pozos, cruzando avenidas sin demarcar, tragándonos baches que parecen emboscadas?. La respuesta es simple y no sorprende.

Se distrajo con el celular y volcó. No hubo heridos. Tampoco había alcohol. Sólo una distracción. Una de esas que todos hemos tenido, en un segundo de torpeza o rutina. Pero esta vez, el golpe fue grande: guardarraíl destruido, luminaria arrancada de cuajo, señalética doblada como papel mojado. Ocho millones y medio de pesos. La aseguradora del conductor los pagará en los próximos 30 días. Todo legal. Todo justo. Porque el patrimonio del Estado no se toca, aunque uno no quiera.

Hasta ahí, la noticia. Pero lo que no dice, lo que nunca dicen los partes oficiales, es qué pasa del otro lado del parabrisas. Del lado nuestro.

¿Qué pasa cuando a diario rompemos los autos esquivando pozos, cruzando avenidas sin demarcar, tragándonos baches que parecen emboscadas?

¿Quién nos devuelve ese tren delantero perdido, esa cubierta reventada, esa suspensión que cruje como hueso viejo?. ¿Quién se hace cargo de los amortiguadores vencidos por una ruta provincial que no ve una máquina desde hace años?

La respuesta es simple: nadie. Nos lo pagamos nosotros. Pagamos el seguro, que no cubre si "el siniestro fue causado por mal estado de la calzada". Pagamos la patente, el RTO, el combustible, el peaje. Y después, cuando el auto dice basta, también pagamos el mecánico. Y lo hacemos en cuotas, llorando al costado de la banquina y apretando los dientes.

Ahí está, como ejemplo brutal, la calle pública del kilómetro 48 del Carrizal. Un acceso turístico, industrial (parque solar y planta de generación eléctrica con gas) con movimiento constante de vecinos, visitantes y vehículos que transportan mercadería o herramientas. Está destrozada. Ni una sola mejora en años, inclusive hasta desaparecida por algunos funcionarios de hecho. Barro, socavones de hasta 10 metros de profundidad, pozos como cráteres. Nadie da respuestas. Nadie aparece, ni Vialidad, ni Hidraulica, ni la Municipalidad de Luján de Cuyo.

Pero sí uno, tratando de esquivar lo intransitable, pisa mal y rompe el auto... no hay aseguradora que se haga cargo. Ahí el abandono no paga daños. Lo pagás vos.

La obra pública está paralizada

No hay nuevas rutas, ni mantenimiento de las viejas. Y mientras tanto, las multas siguen llegando a término. La exigencia de estar al día es solo para los de abajo.

La calle pública del kilómetro 48 de El Carrizal un ejemplo brutal de la desidia del Estado.

La calle pública del kilómetro 48 de El Carrizal un ejemplo brutal de la desidia del Estado.

Entonces, nos preguntamos: ¿es tan grave usar el celular al volante?

No es una provocación. Es una pregunta honesta, incómoda, necesaria. Porque hoy, los autos nuevos vienen con pantallas táctiles que distraen más que cualquier WhatsApp. Con GPS, con Spotify, con asistentes virtuales que hablan más que tu acompañante. ¿Y eso? ¿Eso no es distracción? ¿Eso no debería estar también en debate?

Lo mismo con el alcohol. En Mendoza, el límite es 0,5. Lo suficiente para que muchos crean que se puede tomar "un vinito" y manejar igual. Pero la evidencia dice otra cosa. Cero debería ser el número. Porque la tolerancia es una puerta abierta al desastre.

Necesitamos datos. No slogans. Necesitamos saber qué es más letal: el celular, el alcohol, o las calles rotas. Y más que eso: necesitamos una política de Estado que no mire solo al automovilista como culpable, sino también al Estado como responsable.

Porque si vamos a hablar de daños, hablemos también del daño de no hacer nada.

Y mientras tanto, seguimos manejando como podemos. Con miedo, con bronca, con resignación. Pagando lo que no rompimos, esperando que el próximo bache no nos cueste el mes.

Pero tranquilos: si alguna vez se nos ocurre distraernos, ahí sí habrá justicia. Y ocho millones y medio de razones para recordarlo.

Esta nota habla de:

Nuestras recomendaciones