Kilómetro 48: la calle que se tragó el Estado. Lo que das no vuelve
Una calle pública desapareció debido al accionar ilegal de areneras y ripieras que extraen materiales sin control. Kilómetro 48 amaneció anegada, convertida en un cauce espeso que arrastra la dignidad de quienes aún creen que el Estado tiene rostro.
Llovió en El Carrizal. Y, como tantas veces, la lluvia no fue alivio. Fue límite. Una advertencia. Otra vez, la calle kilómetro 48 amaneció anegada, convertida en un cauce espeso que arrastra la dignidad de quienes aún creen que el Estado tiene rostro. O, al menos, memoria.
Los trabajadores del nuevo parque solar -esa inversión millonaria que el intendente Esteban Allasino anunció con bombos y platillos- no pudieron llegar a su empleo. Ni ellos, ni los maestros, ni los niños de la Escuela Luis Contreras. Tampoco una ambulancia podría haberlo hecho, en caso de urgencia. Porque la calle pública desapareció. Porque el barro reemplazó su traza y el olvido al deber.
Hace años que este medio lo denuncia. Y ya parece una costumbre triste escribir sobre una calle que alguna vez fue camino y hoy es abismo. Una calle que se hunde, literalmente, entre siete y ocho metros en algunos tramos. No es un capricho. Es el único paso que conecta vidas con derechos. La única forma de llegar a una escuela, a una chacra, a un hogar. Y sin embargo, desde las oficinas estatales alguien se animó a decir: "esa calle ya no existe".
Pero las calles públicas no desaparecen por decreto. El derecho romano, tan antiguo como vigente, lo dice claro: no se puede dejar un fundo enclavado. El acceso es un derecho primario. Y su mantenimiento, una obligación estatal.
Ante el olvido, un amparo judicial
El abogado Gonzalo Fernández Caballero lo entendió así y presentó un amparo contra la Dirección Provincial de Hidráulica, Dirección Provincial de Vialidad y la Municipalidad de Luján de Cuyo. No sólo por el abandono. También por lo que considera un saqueo: por permitir -en silencio- que las areneras y ripieras extrajeran materiales sin control, erosionando el terreno hasta hacer colapsar los puentes sobre el Arroyo de los Pozos y Arroyo los Chañares. Por no controlar a las fincas del lado oeste de la ruta 40 que desviaron cauces para proteger sus cultivos. Por no frenar a YPF que intervino los cauces naturales para resguardar sus pozos. Por no haber hecho nada en 2014, cuando durante la ampliación de la doble vía de la Ruta 40 se sobredimensionaron las alcantarillas que desde entonces descargan sus excesos en calle kilómetro 48. Cada decisión -y cada omisión- ha sido un golpe más contra un camino que hoy no existe, pero cuya ausencia pesa todos los días.
La jueza interviniente, en la última audiencia del 21 de marzo, centró su mirada en los aspectos formales de la causa: consideró que el abogado no representaba institucionalmente a la escuela, sino a vecinos. Pero esa distinción, en un conflicto de acceso que afecta directamente a docentes, alumnos y trabajadores, suena burocrática. Como si los derechos se fragmentaran según la carátula del expediente.
Y mientras tanto, el barro lo tapa todo. Las promesas, la inversión energética con tecnología italiana, los camiones de gas licuado que alimentan la Central Ugarteche -orgullo de eficiencia limpia-, el cartel brillante del parque solar más ambicioso del oeste argentino. Todo hundido en la misma tierra que no mantiene Hidráulica, que no limpia Vialidad, que no escucha la Municipalidad, que no fiscaliza la Provincia.
Los vecinos -esos contribuyentes invisibles- siguen pagando altos impuestos inmobiliarios a la ATM, siguen recibiendo boletas por alumbrado, barrido y limpieza, tasas municipales por servicios que jamás llegan. "Lo que das, vuelve", dice una costosa campaña publicitaria del Gobierno provincial de ATM. Pero aquí, en kilómetro 48, lo que se da se pierde. Y lo que no vuelve, es la justicia.
Y si todo esto no bastara, hay algo más que debería preocupar -y mucho- a Irrigación. Hace unos años se dragó el dique El Carrizal para aumentar su capacidad de acopio y extender la vida útil del embalse. Fue una obra costosa, anunciada con entusiasmo y justificada por la necesidad de preservar una fuente hídrica clave. Pero esa inversión se está licuando. La sedimentación que baja sin control desde calle kilómetro 48 -y también desde la 49, Las Turberas y Cooperativa- está colmatando el dique. Lo que debía salvarlo, hoy lo amenaza.
Y hay algo más. Desde que comenzaron los movimientos de suelo para la instalación del parque solar de más de 400 ha de superficie , los vecinos vieron cómo el llamado "camino dominante" -ese que aún figura en planos- fue tragado por el terreno. Literalmente. Se perdieron al menos 500 metros. Hoy hay que desviarse por un cañadón de entre seis y diez metros de profundidad. Una zanja que traga vehículos, tiempo y dignidad.
¿Existen controles?. ¿Hay informes de impacto ambiental?. ¿Fueron realmente evaluados con seriedad?. Porque si existen, nadie los conoce. Y si los hay, han salido tan rápido como el anuncio de la obra. Como si todo ya estuviera aprobado antes de pensarse.
Aquí, en kilómetro 48, cualquier movimiento de tierra puede alterar el frágil equilibrio de la zona. Y la desidia -o la ignorancia- de quienes deberían anticipar , hidrólogos e ingenieros, sus consecuencias ya no es preocupante: es alarmante.
Por cierto: en junio de 2016, el Gobierno Provincial anunció -con foto incluida- que Hidráulica comenzaría a trazar dos nuevos caminos alternativos para reemplazar la calle pública kilómetro 48. Esa promesa nunca se cumplió.
Hoy, otra vez, la lluvia dijo lo que el Estado calla: que hay lugares donde la institucionalidad se diluye entre el agua y el abandono. Donde la calle se borra del mapa, pero no del alma de quienes aún esperan que alguien, alguna vez, la reconstruya.