La derecha festiva y el país partido en dos

Mientras Milei vendía tazas a 10.000 pesos y remeras a 20.000 pesos en Córdoba, Kicillof entregaba escrituras a familias vulnerables en Buenos Aires. Dos modelos de país: uno que habilita el odio, otro que garantiza derechos.

Adrián Characán
Adrián Characán

En Córdoba, el rugido libertario sonó fuerte y desafinado. Era la noche de "La Derecha Fest", un evento que tuvo más de recital que de acto político.

La derecha festiva y el país partido en dos

A las 21:17, Javier Milei subió al escenario cantando "Soy el león, soy el rey", y la sala explotó. El presidente se movía entre vítores y merchandising caro: tazas a 10.000 pesos, chocolates a 15.000 pesos y remeras a 20.000 pesos. Para estar ahí había que pagar entradas de 35.000 pesos más gastos de gestión. Un lujo elitista en un país donde la mitad de la población ajusta su cinturón para comprar un paquete de fideos.

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Mientras en el hotel Quorum se vendían "zapatos libertarios" como si fueran reliquias, en Buenos Aires ocurría algo bien distinto. Axel Kicillof entregaba escrituras a familias vulnerables. Títulos de propiedad que, en el mercado, valen entre 2 y 3 millones de pesos. Kicillof hablaba de garantizar derechos; Milei, de aplastar enemigos. Dos modelos de país desplegados en simultáneo, como un espejo que devuelve imágenes opuestas.

"Roma no paga traidores"

Milei estaba enérgico, casi desencajado. Atacó a su vicepresidenta Victoria Villarruel sin nombrarla, pero con una claridad que heló la sangre: "La bruta traidora" la llamó, y dejó que la platea coreara durante diez segundos: "Hija de puta, hija de puta". Los cánticos machistas no fueron interrumpidos por el presidente, que, en silencio, parecía disfrutar la violencia verbal.

La derecha festiva y el país partido en dos

Habló de "parásitos mentales", de "kukas" y de "liberales de café". Aludió a la "guerra cultural" y celebró a Karina Milei, su hermana, como la verdadera arquitecta política de La Libertad Avanza.

El tono era de cruzada: una mezcla de prédica evangélica y stand-up político donde pastores libertarios pedían bendiciones para el líder mientras la gente hacía fila para sacarse fotos con un Milei de cartón tamaño natural.

Merchandising y simbolismos peligrosos

Había una silla con motosierras al estilo "Juego de Tronos", remeras con consignas antiizquierda, libros libertarios y hasta una bandera argentina junto a la estadounidense proyectada en pantalla. La puesta en escena, con sus símbolos de exaltación al líder, remitía más a los rituales totalitarios de mediados del siglo veinte que a un encuentro democrático.

La derecha festiva y el país partido en dos

"No odiamos lo suficiente a los periodistas", dijo uno de los oradores, Javier Negre, mientras los comunicadores presentes eran confinados en un "corralito" al aire libre, sin acceso a las charlas. 

La derecha festiva y el país partido en dos

Adentro, los libertarios se felicitaban entre sí por haber creado la "primera feria del libro libertaria". Afuera, el país real seguía esperando respuestas sobre la inflación, los salarios y la salud pública.

La derecha festiva y el país partido en dos

Un presidente en la cuerda floja

Preocupa el tono de Milei. Su discurso, cada vez más cargado de odio, divide y estigmatiza.

Atacar a su propia vice con términos tan violentos revela no solo rasgos autoritarios, sino también una fragilidad emocional que empieza a inquietar incluso a los moderados. En vez de construir consensos, Milei parece más cómodo alimentando el fuego.

Mientras tanto, Kicillof hablaba de "dar certezas" a quienes nunca las tuvieron. Con su programa Tu Casa, Tu Escritura, familias de Buenos Aires recibieron títulos de propiedad que valen millones y que, hasta hace poco, eran una utopía para ellos. Kicillof no pidió a nadie que insultara a sus adversarios ni vendió tazas con su cara; apenas recordó que el Estado tiene sentido cuando transforma vidas.

Dos modelos de país

Lo de Córdoba fue un acto de fe libertaria, un culto al líder, con merchandising caro y entradas prohibitivas. Lo de Buenos Aires, un acto de gestión que beneficia a quienes más lo necesitan.

Mientras los seguidores de Milei coreaban insultos a Villarruel, otros argentinos celebraban, con lágrimas en los ojos, la posibilidad de tener una casa a su nombre.

Entre el odio y la inclusión, entre el show y la política real, entre las tazas a 10.000 pesos y las escrituras de 3 millones de pesos entregadas gratis, la Argentina parece debatirse entre dos modelos irreconciliables.

Y la pregunta, inevitable, flota en el aire: ¿cuánto más podrá sostenerse un presidente que necesita el odio para gobernar?.

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