Donde habita el silencio: El antiguo edificio de la Jefatura de la Policía

Comenzó hace unas semanas la demolición de la vieja Jefatura de Policía de Mendoza, ubicada en Patricias Mendocinas, de Ciudad. La pérdida no es solo material: se borra, una vez más, parte de nuestra memoria urbana de Mendoza. Un documento exclusivo de Diario PORTADA.

Caminamos en el lejano 1876 por las calles céntricas de nuestra provincia, más precisamente en Libertad (actual Patricias Mendocinas), entre Rivadavia y Colombia (actual avenida Mitre). Allí, entre construcciones modestas y un arbolado que está recién plantado, se alza un edificio que no encaja. Imponente y de una sola planta, con líneas severas, grandes ventanales opacos y dos puertas de más de cuatro metros que parecen no haber sido abiertas del todo en décadas. Estamos en la Jefatura de Policía de Mendoza.

Por Orlando Pelichotti

El final de una época: El último bastión de la Manzana de Casa de Gobierno

Comenzó hace unas semanas la demolición de la vieja Jefatura de Policía de Mendoza, ubicada en Patricias Mendocinas 920 de Ciudad, entre Montevideo y Rivadavia. El edificio, levantado en 1876, era el último vestigio del antiguo complejo de la ex Casa de Gobierno, junto al edificio de Justicia y Archivo, declarado por tal, como Bien del Patrimonio Provincial. Sin embargo, ni su valor histórico ni su condición legal lograron frenar su destrucción. A pesar de las irregularidades y la falta de explicaciones claras, el inmueble -hecho de adobe y con una de las pocas esquinas sin ochavar que quedaban en la ciudad- empezó a ser derribado parcialmente, dado que los daños son totales.

La pérdida no es solo material: se borra, una vez más, parte de nuestra memoria urbana de Mendoza.

Tras el devastador terremoto de 1861, Mendoza quedó reducida a escombros, sin edificios públicos ni infraestructura institucional. En medio de una situación crítica, la reconstrucción, a cargo del ingeniero Federico Knoll (según constan documentos de la Carpeta Época Independiente del Archivo General de Mendoza), cuyas estructuras esenciales -la Casa de Gobierno, la Cárcel y el Hospital- se llevó a cabo bajo el trazado original de la Nueva Ciudad propuesta en 1863 por el ingeniero Julio Balloffet. Con presupuestos mínimos y materiales precarios, se emplearon técnicas de construcción basadas en tierra compactada, sostenidas por estructuras de madera, en un contexto marcado por la urgencia y la escasez.

Donde habita el silencio: El antiguo edificio de la Jefatura de la Policía

En ese escenario se levantó el complejo de la Casa de Gobierno, Jefatura de Policía, Archivo y el de Justicia, ubicado en el borde de la actual Plaza Independencia. Su diseño era austero, carente de ornamentos, reflejo no de una intención estética, sino de la dura realidad económica y social de la época.

Zacarias Taboada (designado jefe de la Policía por el Gobierno de Mendoza de Jacinto Álvarez), se hizo cargo de la Oficina de Reclutamiento en 1894 y jefe del Regimiento 12 de Infantería en 1904, y cambió la morfología de las salas que estaban en el ala Norte, ya demolidas en su totalidad la semana pasada. (NR: octubre 2025), y que llegó hasta nuestros días.

Donde habita el silencio: El antiguo edificio de la Jefatura de la Policía

Al año siguiente lo designaron presidente de la Junta de Excepciones de Mendoza, cargo que ocupó hasta 1905 cuando pidió su retiro por motivos de salud, dejando su despacho con la ventana tapada para siempre que daba a la calle Libertad.

Crónica de un terreno encantado por la historia

Dicen que hay lugares que no olvidan, que cargan con las huellas de quienes los habitaron y con las promesas rotas de quienes los abandonaron. Entre las calles Rivadavia, Patricias Mendocinas, Montevideo y Mitre late, aún hoy, una manzana que parece condenada a la disputa, al silencio institucional y a un destino siempre postergado.

Allí, en 1952, durante la gobernación de Carlos Horacio Evans, todos los edificios que estaban frente a la Plaza Independencia fueron demolidos y fueron loteados y vendidos. A modo de compensación, la Provincia donó un nuevo terreno -la manzana mítica- para que se construyera la nueva sede de la Escuela Normal Mixta Tomás Godoy Cruz. Así quedó plasmado en la ley 2.090 y en la escritura del 4 de julio de 1958: la donación era con destino exclusivo para la educación.

Donde habita el silencio: El antiguo edificio de la Jefatura de la Policía

Sin embargo, los trazos legales rara vez doblegan los intereses del poder. Desde 1978, las autoridades escolares -una tras otra- insistieron en recuperar la fracción del terreno ocupada por el edificio y patios de la Jefatura de Policía. Pedidos, reclamos, notas sin respuesta. En 1985, tras siete años de silencio, la Nación archivó el expediente "por haber perdido actualidad". Como si la justicia tuviera fecha de vencimiento.

Recién en 1994, el daño simbólico ya estaba hecho. La Escuela había esperado más de 40 años para recuperar lo que, por derecho y por escritura, le pertenecía.

Y así, esta manzana, más que un simple terreno, encierra una de las paradojas urbanas más poderosas que siempre fue tan codiciada. No por su valor inmobiliario -que sin duda lo tiene-, sino porque allí, bajo sus capas de adobe y polvo, sigue latiendo la historia institucional. Una historia a la que todavía le faltan respuestas.

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Noche eterna de la maldita Revolución Libertadora, y las fuentes derramando vino

El golpe militar que estalló el 16 de septiembre de 1955 y se autodenominó "Revolución Libertadora", en Mendoza contó con la participación de civiles, militares y militares (también de los jefes y oficiales retirados de la Agrupación de Montaña Cuyo). En las primeras horas del 18 de septiembre de 1955, en Mendoza se vivieron horas de gran nerviosismo. El despacho del gobernador, Dr. Carlos Evans, junto al vicegobernador y sus ministros atrincherados en el Palacio de Gobierno y en el edificio de la Jefatura de la Policía (que compartían dos grandes patios), con un fuerte respaldo militar que los protegía.

Numerosos funcionarios, legisladores y políticos se presentaron en toda la manzana. A las cuatro de la mañana, el gobernador y sus acompañantes abandonaron la Casa de Gobierno. Ya no volverían más a ella. El gobierno provincial no tomó ninguna medida para tratar de evitar la entrada de las tropas a Mendoza, ni organizó algún tipo de resistencia armada. Con el día apenas asomando, las fuerzas militares ocuparon la ciudad y se apostaron frente al Palacio de Gobierno y haciendo base en los ahora abandonados patios de la Jefatura de Policía, hasta que horas más tarde, el general retirado Roberto V. Nazar asumió como interventor de nuestra provincia. Algunas declaraciones de policías retirados, confesaron a Diario PORTADA que las oficinas del edificio de la Jefatura Policial, donde se guardaban importantes documentos policiales fueron saqueadas esa noche del golpe, y que en la galería principal, que daba hacia el patio principal, se organizó un banquete donde se invitaron a las fuerzas policiales revolucionarias, y recuerdan un hecho que hoy aún impacta: los dos copones metálicos del jardín (se conservan todavía), se los llenó de vino tinto, hasta rebalsar, en señal de un eterno e impiadoso brindis.

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Mal recuerdo de la Dictadura

Aunque sus funciones operativas habían cesado hacía tiempo (1970), el edificio seguía en pie. Inmóvil, pero no vacío. Conservado como sede de la Policía de Mendoza -la llamada Unidad Regional-, su ubicación estratégica lo mantuvo como un punto de poder, un nodo invisible en el mapa del control territorial.

Pero entre sus muros de adobe y sombras, se gestó otra historia. Una que no figura en planos ni actas, pero que aún se siente al caminar por sus pasillos clausurados. Durante los años más oscuros de la Argentina -aquella última dictadura cívico-militar que cubrió al país entre 1976 y 1983- este edificio fue más que una base policial: se convirtió en uno de los múltiples engranajes del horror: centros clandestinos de detención y de reclusión ilegal.

Allí, entre el silencio y la noche, fueron conducidas muchas personas. Llegaban sin nombre, sin defensa, sin tiempo. Algunos nunca volvieron a salir. Otros, apenas con el cuerpo. Fue uno de los centros clandestinos de detención, donde la legalidad se desvanecía y el Estado dejaba de ser protector para volverse verdugo. Hoy, aunque el adobe se caiga a pedazos y la memoria oficial intente olvidarlo bajo demoliciones o trámites, el lugar persiste. Se niega al olvido. Como si supiera que, en cada adobe, en cada crujido de su madera antigua, sobrevive algo más que historia: sobrevive el eco de los que no pueden hablar.

Cien años de soledad

Hoy recorrimos sus abandonados pasillos, el imponente patio central y las salas arrasadas por el abandono, usurpaciones y un incendio que produjo el desmoronamiento de varios de sus techos donde el tiempo no avanza y el aire pesa distinto. Son más de 150 años de historia... aunque algunas partes de esos capítulos jamás fueron escritos.

Donde habita el silencio: El antiguo edificio de la Jefatura de la Policía

En el ala Sur, donde ya no llegan ni los ecos, una puerta sin picaporte se esconde detrás de un viejo portón tapado de bancos escolares de la década del 60. Algunos dicen que, por las noches, una extraña figura levita por los pasillos, deteniéndose frente a las puertas cerradas... como escuchando y sólo encuentra silencio y el eco de un tiempo que se niega a morir. Diario PORTADA abrirá entonces esa puerta del pretérito imperfecto de nuestra ciudad.

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En búsqueda de los planos perdidos

No hay planos originales, al menos no que hayan sobrevivido al tiempo, saqueos en tiempos de golpes de estado o al fuego. Solo quedan vestigios, rastros dispersos en viejas carpetas numeradas -de la 150 a la 154- guardadas en el Archivo General de Mendoza, el cual cataloga la técnica especialista Alicia Guevara. Fragmentos de remodelaciones, descripciones sueltas de salas y pasillos que alguna vez estuvieron vivos.

Allí, entre papeles amarillentos, se menciona el gran zaguán con ventanales, la sala de espera, las Salas del Cuerpo de Guardia. Los cimientos se hundían un metro bajo la tierra y medían setenta centímetros de espesor. Las paredes, hechas de adobe seco, tenían sesenta centímetros de grosor. Los umbrales, de piedra rústica, parecían más propios de una fortaleza que de una sede policial.

En noviembre de 1889 fue ampliado hacia el lado Sur y remodelado en su totalidad, antes se erigió en 1898, una muralla que los separaba del edificio del Archivo General. También ella cayó hace apenas unos días, consumida por el fuego y luego por las topadoras. Pero no todo se ha perdido. Buscando en los rincones de la memoria documental, alguien encontró una curiosidad: en la Guía de Mendoza de 1888, editada por Flavio Pérez, el edificio de la Policía aparece con un número de teléfono casi legendario: el 36. Para comunicarse, se debía pasar por una operadora, disponible sólo en ciertos momentos del día. Mendoza tenía entonces apenas 398 líneas telefónicas. En la guía de 1940, firmada por Francisco Giménez Puga, el número ya era 10127. Nada parecía eterno, salvo las paredes.

Donde habita el silencio: El antiguo edificio de la Jefatura de la Policía

En el patio central, aún hoy, permanece un mástil solitario. Al pie, una placa de bronce que resiste el óxido y el abandono. Sobre ella, grabados para siempre, los nombres de los policías caídos entre 1956 y 1970, y algunas columnas metálicas que sujetaban el techo derrumbado.

Quizá el edificio no tenga planos. Pero guarda cicatrices. Y a veces, son ellas las que mejor cuentan la historia.

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