país roto

"Argentina, levantate y andá": un Tedeum con olor a orfandad, frente al Presidente que no da abrazos

Por primera vez desde su fallecimiento, la Argentina celebró la fecha patria sin Jorge Bergoglio respirando desde Roma. La muerte del papa Francisco -el argentino más importante del mundo, el que nos enseñó que la Iglesia debía salir a la calle, que había que ensuciarse los pies, abrazar a los descartados y llorar por los pobres- dejó en muchos una sensación amarga, de orfandad.

Adrián Characán
Adrián Characán

Este 25 de Mayo no fue uno más. Por primera vez desde su fallecimiento, la Argentina celebró la fecha patria sin Jorge Bergoglio respirando desde Roma. La muerte del papa Francisco -el argentino más importante del mundo, el que nos enseñó que la Iglesia debía salir a la calle, que había que ensuciarse los pies, abrazar a los descartados y llorar por los pobres- dejó en muchos una sensación amarga, de orfandad. Y como si la historia supiera de simbolismos, la Catedral Metropolitana volvió a ser testigo de un Tedeum lleno de silencios incómodos, ausencias gestuales y palabras que -aunque en tono de oración- sonaron como una interpelación directa al poder.

"Argentina, levantate y andá": un Tedeum con olor a orfandad, frente al Presidente que no da abrazos

Porque allí, parado frente al altar, el arzobispo Jorge García Cuerva no habló en abstracto. Lo hizo delante del presidente Javier Milei, que apenas minutos antes había protagonizado otro capítulo del reality institucional: negó el saludo a su vice, Victoria Villarruel; y al jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri. Un gesto tan pequeño como elocuente. En un país roto, hasta los saludos son un lujo.

García Cuerva no necesitó levantar la voz para incomodar. Con la cadencia firme del que reza desde el barro, no desde el púlpito, fue desgranando imágenes de un país que sangra: los jubilados que no acceden ni al pan ni a los remedios, los chicos rehenes del narco, los barrios sin Estado, las madres que lloran hijos atrapados por la droga, las personas en situación de calle, la exclusión como norma. Y recordó a esa mujer del Evangelio que "había gastado todo en médicos y seguía enferma". Como nosotros, dijo. "Nos mintieron tantas veces que perdimos hasta las ganas de votar".

"Argentina, levantate y andá": un Tedeum con olor a orfandad, frente al Presidente que no da abrazos

Fue, también, el Tedeum del "basta". "Basta de arrastrarnos en el barro de la violencia", pidió el arzobispo. Y no lo dijo al pasar: habló de los haters de ayer y de hoy, del "terrorismo de las redes sociales", del desprecio sistemático convertido en política. Habló del odio como moneda corriente. Dijo lo que muchos callan: que estamos empachados de pan viejo, pan duro, pan agrietado por la intolerancia.

El mensaje, cargado de referencias bíblicas y con guiños al estilo pastoral del papa Francisco, fue también un espejo. Uno que mostró a una dirigencia cada vez más desconectada del pueblo, más encerrada en sus trincheras ideológicas y sus peleas de redes. "No podemos construir una Nación desde la guerra entre nosotros", lanzó García Cuerva. Y con una imagen poderosa -la del abrazo entre Jacob y José esculpido en el frontispicio de la Catedral-, nos pidió volver a abrazarnos, reconciliarnos como lo hicimos una vez, allá por 1859, cuando Buenos Aires y la Confederación dijeron "basta".

Pero esta vez no hubo abrazos. Milei no saludó a nadie fuera de su círculo íntimo. Caminó solo. Llegó con su hermana Karina, pero sin alma visible en el rostro. Villarruel, que había sido invitada por el Arzobispado, entró por su cuenta, lejos del Presidente. La foto de unidad que el año pasado mostraban -cuando iban del brazo desde Casa Rosada- ya es parte de los archivos. Hoy el Gobierno se mira con desconfianza desde adentro.

"Argentina, levantate y andá": un Tedeum con olor a orfandad, frente al Presidente que no da abrazos

"Argentina, levantate", pidió García Cuerva. Lo dijo como una orden de fe, como un susurro de esperanza en medio del barro. Levantate, aunque duela. Levantate, aunque te hayan estafado. Levantate, aunque los que te gobiernan no se saluden ni se miren a los ojos. Levantate, porque hay hambre, y no sólo de pan, sino de sentido, de comunidad, de patria compartida.

No sabemos si Milei escuchó. Tampoco si le importó. Pero los que estaban allí -y los que seguimos cada palabra por televisión o por redes- supimos que el mensaje era para todos. Porque no hay milagros sin manos que se unan. No hay Nación posible si seguimos jugando a la guerra civil en Twitter. No hay Tedeum suficiente si no nos tomamos de la mano.

"Argentina, levantate y andá": un Tedeum con olor a orfandad, frente al Presidente que no da abrazos

Y tal vez sea eso lo que más dolió de este 25 de Mayo. No el frío porteño ni los gestos esquivos.

Lo que dolió fue saber que el único abrazo que todavía resuena es el que no nos dimos.

Antes de irse, Milei volvió a mostrar una conducta ya repetida: llevaba algo en las manos. A veces es una carpeta, otras un portadocumentos, un libro, un estuche de anteojos. Como si necesitara aferrarse a un objeto para llenar un vacío. No es un dato menor. Esta conducta, que en psicología se asocia a mecanismos de compensación ansiosa o incluso a ciertos rasgos del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), podría ser un reflejo de algo más profundo. Un tic nervioso, una necesidad ritual. Un síntoma que dice más que mil discursos .

Esta nota habla de:

Nuestras recomendaciones