El libre mercado con factura a nombre del Estado

En una semana donde las ironías del poder volvieron a brillar, el presidente de Mercado Libre pidió más regulación estatal mientras su empresa sigue beneficiándose de exenciones millonarias. Santilli se viste de ministro y Milei baila en Miami mientras el país se prepara para discutir las reformas que pueden cambiar su rumbo o hundirlo aún más.

En una Argentina que cada día nos sorprende más, esta semana el presidente de Mercado Libre, Juan Martín de la Serna, en la conferencia del ABECEB en Buenos Aires, dijo:

Es importante tener un buen marco regulatorio que sea igual para todos los que compiten. Las regulaciones son muy importantes, tanto en las finanzas como en el comercio.

Por Martín Tula | martin.tula@portada.com.ar

El primer unicornio argentino, hoy convertida en la empresa número uno de América Latina con una capitalización bursátil cercana a 80.000 millones de dólares, y que siempre pregonó un mercado más libre, sin intermediarios y con un mundo más global, ahora pide más regulaciones y un Estado intervencionista. No solo eso: desde 2023 hasta hoy, Mercado Libre sigue amparado en la Ley de Economía del Conocimiento, un régimen que le permitió ahorrar más de 240 millones de dólares en impuestos y cargas sociales.

Es el mismo Estado al que ahora le piden que "regule mejor" a su competencia. Ironías de la patria empresarial: los campeones del libre mercado reclaman arbitraje cuando el juego deja de ser tan cómodo. En Argentina, parece que la mano invisible también firma convenios con beneficios fiscales.

Una ley que, a mi entender, debería aplicarse solo a las empresas que generan tecnología y conocimiento, no a una plataforma que lo único que hace es vender la tecnología de otros. Es el gen argentino de siempre: cuando algo nos perjudica, lo militamos en contra; cuando nos beneficia, recurrimos a papá Estado para que intervenga. Es como aquella frase -tan grabada en la memoria urbana- "Estudiá, no seas policía", pintada en carteles y grafitis por la militancia de izquierda. Sin embargo, cuando esos mismos militantes eran víctimas de un robo o de una situación violenta, ¿a quién llamaban primero? Al policía. De pronto, los aires comunistas parecen haber invadido los despachos y oficinas de algunos CEOs y se imponen sobre las ideas de libertad y desregulación de un mercado que, a esta altura, parece querer solo su propia libertad a la hora de competir.

Mientras tanto, el color rojo también fue protagonista de la semana política de la mano del "Colo" Santilli, quien el viernes presentó su renuncia a la banca de diputado (¿renunciará también al PRO o jugará a dos puntas para ver cómo avanza todo?) para asumir formalmente como ministro del Interior. En sus primeras reuniones, junto al jefe de Gabinete Manuel Adorni, se encontró con los gobernadores de Chubut, Ignacio Torres y de Catamarca, Raúl Jalil, para tratar tres temas clave: Presupuesto 2026, reforma laboral y reforma tributaria. Estos tres ejes son fundamentales para las reformas estructurales que el Gobierno busca impulsar el próximo año, y que seguramente se debatirán con fuerza en las nuevas cámaras legislativas, donde el oficialismo tendrá soldados listos para dar la pelea.

La semana se cerró con un toque de show: el presidente Javier Milei bailando al ritmo de los Village People en el CPAC, en otro viaje al estilo rockstar. Antes, había pasado por el America Business Forum Miami 2025, realizado los días 5 y 6 de noviembre en el Kaseya Center de Miami. Su objetivo era lograr una foto con Lionel Messi, pero, fiel a su estilo, el capitán de la Selección argentina -como ya hizo con gobiernos anteriores- decidió no prestarse al encuentro.

Después del 10 de diciembre, llegarán sesiones extraordinarias y seguramente acaloradas, donde se discutirá el rumbo del país. Las reformas que impulsa el Gobierno pueden ser la piedra fundacional de una nueva Argentina... o la piedra que nos hunda al fondo del mar. Cuando esos proyectos lleguen al recinto, sabremos hacia dónde vamos realmente. Por ahora, son solo conjeturas y discusiones, de un lado y del otro, intentando convencer desde el miedo, y no desde la letra fría -y necesaria- de las leyes.

Un hipócrita es el tipo de político que talaría un árbol de secuoya, y luego se subiría al tronco para dar un discurso a favor de la conservación.

- Adlai E. Stevenson II, discurso de campaña, 1952.

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