Dante Gebel: el pastor que podría ser candidato en 2027 y el impacto político de su mensaje

Mientras el mundo gira hacia una nueva derecha y los outsiders ganan terreno, Argentina observa el surgimiento de un fenómeno inesperado: un pastor con estatura global, rating propio y ambición contenida. Dante Gebel, el predicador que llenó estadios y hoy marca agenda desde Estados Unidos, empieza a sonar como candidato para 2027. En un escenario de fe mezclada con poder, instituciones desgastadas y liderazgos que ya no alcanzan, la pregunta es inevitable: ¿estamos ante un nuevo experimento político?.

El mundo gira hace tiempo hacia una nueva derecha. Esta nueva forma de ver la política está acompañada por outsiders y, muchas veces, por la religión evangelista. Argentina no está exenta de este movimiento global: hoy nuestro presidente es un outsider salido del prime time televisivo. Ese experimento funcionó y ahora vamos camino a otro, al de un candidato proveniente del ámbito religioso.

Por Martín Tula | martin.tula@portada.com.ar

Ese posible candidato -a quien algunos ya observan con buenos ojos para 2027- es Dante Gebel, argentino de 57 años. Nacido en Billinghurst, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, hijo de padres ucranianos. Viene de un ambiente evangelista; en los 90 comenzó a predicar la palabra y desde entonces llenó estadios como los de Vélez y River, con eventos multitudinarios conocidos como el "Súper Clásico de la Juventud", que lo posicionaron como el máximo referente del evangelismo moderno en Argentina.

Hoy es uno de los líderes hispanos más influyentes a nivel mundial. Dirige "River Church" en Anaheim, California, una de las congregaciones hispanas más grandes de Estados Unidos. Con fuerte presencia en redes, medios y conferencias, tiene todo dado para convertirse -si él quisiera- en un candidato competitivo.

Esto no es solo un rumor alimentado por quienes buscan posicionarlo: él mismo comenzó a opinar de política, y usted sabe, querido lector, que cuando uno opina -usted, yo o Dante- siempre hay un fin. Y, en este caso, parece que conoceremos ese fin dentro de algunos meses.

Hace unos días, en una de sus apariciones en el programa de Pergolini por streaming, se refirió al trato hacia el presidente Javier Milei en la entrevista que brindó mano a mano a Alejandro Fantino, a la cual calificó como "irrespetuosa" hacia la investidura presidencial y señaló que el tono había sido informal, algo que -según él- no se vio ni con Alfonsín ni con Menem. También, en su programa Dante De 10, que va por Radio 10 y se transmite desde los estudios que tiene la radio en Los Ángeles, a mediados de septiembre, habló sobre la coyuntura política y sobre la idea de que Milei represente un cambio definitivo. Sostuvo que si Milei "llegó para apartarnos del kirchnerismo" -o "del cristinismo", como lo llamó- la sociedad podría estar "cayendo en otro problema: otra persona confundida que cree tener todas las respuestas".

El bolillero de la política argentina ya le asignó un tema para presentar en 2027 al predicador: la unidad nacional y la idea de gobernar para todos. Dos consignas que muchos prometieron y pocos cumplieron. Esta vez, si es candidato, ¿podrá aprobar ese examen?

A veces, cuando aparecen estos escenarios y estos candidatos, surgen preguntas inevitables: ¿quiénes están detrás?, ¿qué poder económico los respalda?, ¿qué intereses se mueven detrás del púlpito o de la tribuna? La misma pregunta nos la hicimos con Milei, y hoy día a día se confirma de dónde provienen esos apoyos, ya sean políticos o empresariales. Siempre hay alguien detrás que aporta soporte económico y estructura.

Dante Gebel, argentino de 57 años, viene de un ambiente evangelista.

Dante Gebel, argentino de 57 años, viene de un ambiente evangelista.

Esta nueva forma de gobierno que se avecina en Argentina responde a un fenómeno simple: la sociedad se cansó de ver siempre las mismas caras. Pero esto no implica necesariamente un cambio de ideas ni que el péndulo deje de oscilar entre derecha e izquierda. Más bien se trata de un recambio estético, de nuevos jugadores para un viejo tablero.

La religión también es poder. Los evangelistas crecen día a día en nuestro país, mientras los fieles católicos se desgastan frente a una Iglesia que, durante siglos, estuvo envuelta en casos de corrupción y hechos aberrantes como la pedofilia. La Iglesia que dice mantenerse al margen de la política tuvo roles fundamentales, como en la Italia de Mussolini, donde integró representantes propios en la Cámara corporativa tras los Pactos de Letrán, recibiendo privilegios a cambio de legitimidad política.

En Argentina, el primer peronismo también ensayó una alianza estratégica con la Iglesia Católica: coincidieron en valores sociales, compartieron agenda en educación y moral pública, y durante varios años el clero actuó como sostén simbólico del nuevo orden justicialista. Esa relación, que comenzó como un pacto de legitimidad mutua, terminó en ruptura cuando el Estado avanzó sobre áreas que la Iglesia consideraba propias.

Hoy el mundo convive con democracias que siguen existiendo en los papeles, pero que muestran liderazgos cada vez más autoritarios en sus prácticas. Incluso en Estados Unidos, donde decisiones de alto impacto -como la reciente suba de aranceles- se toman de manera unilateral desde el Ejecutivo, sin un verdadero proceso de consulta al Congreso. A esto se suman gobiernos de izquierda o socialistas atravesados por denuncias de corrupción, como España o Colombia. La degradación institucional y la crisis de representación ya no distinguen ideologías: es un fenómeno global.

Esta desconfianza hacia los partidos tradicionales impulsa a los ciudadanos a buscar respuestas fuera de las estructuras conocidas: outsiders, influencers o, por qué no, pastores con enorme capacidad de movilización. No sería la primera vez. Hace menos de un siglo, el mundo transitó un giro similar hacia liderazgos disruptivos que llegaron al poder por vía democrática, pero terminaron erosionando las instituciones, como ocurrió con la derecha de los años '30 en Europa. Las consecuencias se pagaron durante décadas y, en algunos lugares, las heridas siguen abiertas. Hoy, mientras el péndulo vuelve a oscilar, la historia vuelve a advertirnos que ciertos movimientos pueden cambiarlo todo... para bien o para mal.

Debemos cuidarnos de la adquisición de influencias indebidas.

Dwight D. Eisenhower, 17 de enero de 1961.

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