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YPF, frío extremo y corrupción: la herencia que golpea a los argentinos

Una noticia que sacudió al país: la jueza norteamericana Loretta Preska dictaminó, mediante un fallo, que la Argentina debe transferir el 51% de las acciones Clase D de YPF a los fondos demandantes: Burford Capital y Eton Park. Esta decisión llega en una de las semanas más frías que se recuerden en décadas. ¿Por qué creo que estos dos temas están ligados?

El lunes amanecimos con una noticia que sacudió al país: la jueza norteamericana Loretta Preska dictaminó, mediante un fallo, que la Argentina debe transferir el 51% de las acciones Clase D de YPF -actualmente en manos del Estado- a una cuenta de custodia de BNY Mellon en Estados Unidos y entregarlas a los fondos demandantes (Burford Capital y Eton Park) como parte de la indemnización de aproximadamente 16.100 millones de dólares por la expropiación de YPF en 2012.

Esta decisión llega en una de las semanas más frías que se recuerden en décadas. En varias provincias tuvimos temperaturas bajo cero en lugares poco habituales, con cortes de gas como ocurrió en Tucumán y Mar del Plata. En muchos casos, el uso excesivo de electricidad ante la falta de gas derivó también en cortes de luz.

¿Por qué creo que estos dos temas están ligados? Porque la falta de inversión y la corrupción fueron sellos distintivos de los gobiernos kirchneristas: inauguraciones de obras fantasmas o, peor aún, de un mismo lugar varias veces, como ocurrió con el Hospital del Bicentenario de Esteban Echeverría.

Cristina Fernández de Kirchner lo inauguró en 2011 como inicio de obra, luego en 2015 como estructura terminada y nuevamente en 2015 como hospital finalizado. Sin embargo, hoy no funciona al 100% de su capacidad.

No hay que olvidarse del "todo se llamaba Néstor Kirchner" y del vaciamiento del Estado, como ocurrió con la obra pública de Lázaro Báez, o con la familia Eskenazi.

Provenientes del rubro de la construcción, un día dejaron esa actividad para comprar el Banco de Santa Cruz. Fue en 1996, durante el gobierno de Néstor Kirchner, que adquirieron el 51%.

Le dejo un dato de color, querido lector, para que entienda la trama: Kirchner les vende la mitad del banco a través del Grupo Petersen y luego deposita allí los fondos de la provincia, argumentando que eran "buena gente" y que así el dinero estaba más seguro, aunque el banco pagaba tasas mucho menores que otras entidades privadas.

¿Conclusión? Usaban ese dinero para sus propios negocios, como la compra de YPF.

Cuando el grupo se convirtió en socio de la petrolera, obtuvo un beneficio que solo se ve en países como el nuestro: les permitieron pagar la compra con los propios dividendos de la empresa, es decir, "a cuenta".

Como la libreta del almacenero: te da fiado y vos pagás cuando cobrás el sueldo.

A pesar de que el Estado argentino se "adueñó" del 51% de YPF en 2012, el Grupo Petersen no perdió su lugar en la mesa. Compraron sus acciones con plata prestada y avalada por los futuros dividendos; cuando la estatización cortó esos dividendos, en vez de perder todo, lograron que la deuda y las garantías les siguieran dando réditos.

Así que, aunque parezca increíble, si Argentina termina pagando esa deuda, los Eskenazi seguirán cobrando como si nada hubiera pasado. Porque acá las expropiaciones son más flexibles de lo que parecen.

La falta de inversión y el vaciamiento de las empresas no solo significan robo de dinero: son sufrimiento para la sociedad.

Esta semana vivimos una ola de frío histórica y la gente no sufre solamente al clima o a la madre naturaleza; sigue sufriendo al Estado.

Hoy el consumo de gas es un 25% mayor respecto al mismo período del año pasado. Este aumento obligó a las autoridades a tomar medidas extremas, como interrumpir el suministro a industrias y estaciones de GNC con contratos en firme, para priorizar hogares, hospitales y escuelas.

Además, la Cámara de Empresas Argentinas de Gas Licuado (CEGLA) informó que la demanda de garrafas aumentó hasta un 30% más que el invierno anterior, por la crisis de abastecimiento de gas natural por red.

Estamos sentados -metafóricamente- sobre Vaca Muerta, una de las mayores reservas de gas no convencional del mundo, y sin embargo no tenemos gas para nuestra propia gente.

Ya sé, querido lector, lo que está pensando en este momento: que no tenemos la infraestructura, que falta inversión y trabajo para aprovechar ese beneficio.

Pero ahora le pregunto: ¿no está cansado de escuchar siempre la misma canción? Que tiene que venir la inversión, que en los próximos años vamos a mejorar, que estamos trabajando para eso. Misma canción, diferentes gobiernos.

La misma canción que escucha el 43% de los argentinos que hoy no tienen gas de red, no tienen subsidio y no les queda otra que ir a comprar una garrafa. La misma garrafa que, mediante decreto, ahora se libera en su precio.

Es cierto que existen garrafas subsidiadas, pero también es verdad que en zonas no consideradas "frías" (no patagónicas) pueden acceder a un máximo de 2 por familia, mientras que en las zonas frías pueden obtener hasta 10.

Con el frío que vivimos hoy en el AMBA, ninguna familia alcanza a cubrir sus necesidades con dos garrafas subsidiadas.

La Argentina de ayer y la de hoy siguen olvidándose de la sociedad, siguen sin entender los tiempos ni el humor social.

Como sociedad ya estamos asqueados de la corrupción. La pregunta ahora es: ¿hasta cuándo soportaremos la falta de empatía y de sentido común?

Porque al final del día, como decía Perón, "la única verdad es la realidad."

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