Tortugo Jorge: casi cuatro décadas del cruel silencio y un océano de libertad
Entre los hechos que marcan este año 2025, rescatamos uno que nos atraviesa con especial fuerza: la historia del tortugo Jorge. Desafió cuatro décadas de sombras y ahora es leyenda flotando en un horizonte sin barrotes. Conocé la historia de Jorge: un animal que pagó un precio demasiado alto por ser la atracción principal del Acuario Municipal de Mendoza.
Jorge. Ese animal marino antiguo, adoptado forzosamente por nuestra sociedad y paciente que pasó varias décadas encerrado injustamente en un recinto diminuto, primero acompañado por un tiburón y luego sumido en una soledad que parecía interminable, acá nomás en Mendoza, tierra del Sol y buen Vino, lejos de su océano Atlántico.
Por Orlando Pelichotti
Jorge pagó un precio demasiado alto por ser la atracción principal del Acuario Municipal de Mendoza, sobre calle Ituzaingó de Capital (Parque O'Higgins).
Durante dos generaciones, manos inquietas golpearon los vidrios que lo separaban del mundo; voces y gritos celebraron cada uno de sus esfuerzos por moverse, sin saber que cada aplauso le robaba un poco más de paz... y casi también la vida.
Cuando la resiliencia se volvió su vida
Durante casi cuarenta años, Jorge -una tortuga de caparazón curtido y mirada sufrida- habitó un reino demasiado pequeño para un espíritu tan vasto. Allí, en aquel rectángulo de mundo que no era mar ni tierra ni cielo, su vida fue un reloj sin agujas: los días pasaban sin moverse, y aun así pesaban como montañas. Su corazón, sin embargo, no se encogió. Latía despacio, con la paciencia de quien sabe que incluso la noche más larga acaba por rendirse al amanecer.
Su nombre con el que se bautizó al gigantesco habitante marino, no fue casual: se inspiró en un niño de unos diez años, hijo de inmigrantes y visitante frecuente de las instalaciones ubicadas en la calle Ituzaingó de Capital, en el Parque O'Higgins. El pequeño se llamaba George, y su nombre -castellanizado como Jorge- fue adoptado oficialmente para identificar a la imponente criatura.
La prensa local casi ni reflejó la llegada del animal, en ese 4 de marzo de 1984, sus titulares replicaban la llegada del presidente Raúl Ricardo Alfonsín en Mendoza, en tiempos de la Fiesta Nacional de la Vendimia, también se hacían eco de la gran crisis económica que azotaba nuestro país, por lo que la llegada del tortugo a su actual "residencia", pasó desapercibida. Durante la gestión (en el Acuario Municipal), de Alejandro Víctor Nacevich, reconocido especialista en el manejo de animales en cautiverio, se improvisó una gran pecera, controlando la salinidad del agua y definiendo su alimentación durante muchas décadas.
Camino a la Libertad
Y un día, después de 13870 días en cautiverio, el 22 de octubre de 2022, fue trasladado al Centro de Rehabilitación de Fauna Marina (CRFM), que funciona en el Aquarium de Mar del Plata. Su caso tuvo alcance nacional, a través de una petición que pidió por la liberación del animal el año anterior, se lograron juntar más de 52 mil firmas y por iniciativa de tres abogados mendocinos, Vanesa Lucero, María Aguilar y Oscar Alejandro Mellado, que presentaron un hábeas corpus a favor del animal en la mesa de entradas del Juzgado Penal Colegiado, lograron que la jueza entendiera que Jorge estaba detenido ilegítimamente, por eso merece una "declaración de libertad", para todo esto, el Acuario Municipal estaba cerrado al público, convertido ahora en Ciudad de Mendoza, se inició el proceso de conversión del entonces Acuario de Mendoza a un Centro para la Conservación de la Biodiversidad (CCB).
El viernes 11 de abril de 2025, alrededor del mediodía, un momento de emoción marcó el regreso de un querido tortugo al mar. Después de una extensa rehabilitación, el animal fue liberado en las costas, abriendo un capítulo de esperanza para la fauna marina y recordándonos la importancia de la libertad. La ola que lo recibió no solo representó su reintegración a la naturaleza, sino también una llamada de atención sobre nuestra relación con el entorno que compartimos.
Hoy, a tan solo una semana de cumplir cuatro meses de su nueva vida, el tortugo ya ha recorrido más de 3.800 kilómetros libremente, el navegador que le fuera incorporado dejó de transmitir señales, por su capacidad de energías en las baterías. Se encuentra a la altura de la zona marítima entre Río de Janeiro y Salvador de Bahía, cerca de 1.000 kilómetros de la costa donde comenzó su nueva vida en libertad. Su velocidad y su capacidad para orientarse con tanta precisión durante estos meses dan cuenta de su robusta salud, así como de su excelente adaptación al océano.
Cuando sus aletas tocaron de nuevo el océano, fue como si la Tierra inhalara por primera vez en años. El Atlántico lo reconoció de inmediato: era el hijo perdido que regresaba, el viajero destinado a surcar sus venas azules.
Porque algunos seres no solo sobreviven: renacen. Y el ex Jorge, ahora un simple tortugo libre, que desafió cuatro décadas de sombras, es ahora leyenda flotando en un horizonte sin barrotes. Su viaje es la prueba de que la vida, incluso cuando parece detenida, sigue latiendo en secreto, a la espera de su momento de Libertad.








