Todos culpables
El autor, Martín Tula, emplea una comparación con lo que sufrió Argentina en su incipiente modelo de Democracia bajo la Ley Sáenz Peña, y lo ocurrido en estos últimos días, en los que parece que el sistema, todo, está bajo amenaza
Todos culpables
Tenemos un final incierto. Un final que podría llegar el próximo miércoles. Podría ser trágico y si esto sucede, seremos todos culpables
La Semana Trágica de 1919 y su reflejo en la actualidad
En la segunda década del siglo pasado, precisamente en enero de 1919, ocurrieron hechos que marcaron de manera penosa la historia de nuestro país. Se produjo la Semana Trágica, un período en el que trabajadores metalúrgicos salieron a reclamar mejores salarios y la reducción de la jornada laboral.
Estas protestas fueron brutalmente reprimidas por el gobierno de Hipólito Yrigoyen con intervención militar, dejando cientos de muertos y heridos. Además, grupos nacionalistas y la Liga Patriótica llevaron a cabo persecuciones contra los judíos, acusándolos de formar parte de una conspiración comunista.
Era una Argentina donde la sangre se esparcía, producto de la muerte de compatriotas. Hoy, en marzo de 2025, podemos ver una preocupante similitud: Argentina comenzó su propia "Semana Trágica" el fin de semana en Bahía Blanca, esta vez debido a la inclemencia del clima y la desidia estatal. Continuó el miércoles con la marcha de los jubilados y aún no sabemos si persistirá el próximo miércoles con una nueva manifestación
La obra pública no sólo da trabajo, también salva vidas
El Gobierno nacional sigue sosteniendo que la obra pública no debe continuar y que debe ser reemplazada por la inversión privada. Esta idea, puede ser plasmada en un PDF cuyo título sea "medidas inviables de la gestión de Javier Milei", puede sonar interesante en el discurso, pero la pregunta que todos nos hacemos es: ¿cómo? Y la realidad es que no hay respuesta, porque ni siquiera ellos saben cómo implementarla.
La obra pública es necesaria, y aquí les dejo un ejemplo que hasta el más fanático del liberalismo podría comprender: comparemos una ciudad, una provincia o el país con el consorcio de un edificio. En este, lo que se recauda se utiliza para el pago de servicios, mantenimiento y mejoras de los espacios comunes. No se contrata a un privado para que financie la pintura del hall de entrada o la reparación del ascensor. Entonces, ¿por qué el Gobierno cree que un privado pagaría la reparación de una calle, una avenida o un puente? ¿Dónde estaría el beneficio? En ningún lado. Esta idea sin sustento lo único que busca es evitar destinar los fondos que se necesitan para infraestructura.
Aclaro que no estoy diciendo que el gobierno nacional sea responsable de lo ocurrido en Bahía Blanca el año pasado y este año, pero sí afirmo que, si persiste con esta postura, lamentablemente veremos más tragedias como esta en distintos puntos del país.
La realidad es que la obra pública no sólo genera empleo, sino que también salva vidas y protege negocios. Un claro ejemplo de ello es la obra hídrica realizada durante la gestión de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires. El entubamiento del Arroyo Maldonado permitió que miles de porteños dejaran de ver sus negocios y hogares devastados por las inundaciones, mejorando su calidad de vida.
Esto demuestra que, tanto ayer como hoy, la obra pública debe ser una prioridad, ya sea a nivel nacional, provincial o municipal.
La represión debe ser prevención y orden, no violencia estatal
El miércoles, la violencia y la falta de operatividad del Estado volvieron a manchar a la Argentina. Las fuerzas coordinadas por la ministra Patricia Bullrich usaron la fuerza de manera desmedida, dejando en evidencia la poca preparación de los mismos y su escaso conocimiento en materia de prevención.
Las imágenes hablan por sí solas: los violentos de siempre dejaron su marca con destrozos, y quienes debían imponer el orden sólo generaron más caos. Es evidente que todos deberán responder por sus actos, empezando por la ministra, quien insiste en que el operativo fue correcto cuando, a simple vista, no lo fue.
No voy a negar -y creo que usted tampoco, querido lector- que hubo infiltrados de siempre, esos que aprovechan un reclamo legítimo como el de los jubilados, al igual que lo hicieron con el movimiento Ni Una Menos o las protestas de los universitarios, para romper todo a su paso y generar enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en el Congreso.
Tampoco podemos olvidar la carroña de Twitter (o X): de un lado, quienes festejan la agresión al fotógrafo Pablo Grillo o la caída de una jubilada en el suelo; del otro, la expresidenta, que en vez de calmar los ánimos, prefirió chicanear al actual mandatario en redes sociales.
Curiosamente, la ex presidenta guardó silencio en tragedias como Cromañón, el mal llamado "accidente" de Once (porque no fue una tragedia, sino desidia estatal; tragedia es que una paloma se meta en el motor de un avión no lo que pasó en once), o la inundación en La Plata, donde Cristina Fernández apenas estuvo cinco minutos, mientras el entonces gobernador, Daniel Scioli -hoy ministro de Milei-, apenas reaccionó. En este caso, podemos decir que el espanto los une. El espanto de tener a Scioli en sus gobiernos.
La Dama de Hierro
Para los militantes del presidente, tener cordura, defender el derecho de los ciudadanos a manifestarse pacíficamente, sostener la división de poderes y el orden público es considerado como algo propio de un "zurdo golpista". Así catalogan, palabras más, palabras menos, en redes sociales a la vicepresidenta Victoria Villarruel.
Victoria Villarruel se solidarizó el jueves pasado con los 46 heridos que dejaron los enfrentamientos durante la protesta de los jubilados y pidió la intervención de la Justicia. No dijo nada fuera de lugar; simplemente expresó lo que todos esperan de un presidente o una vicepresidenta. Pero en este Gobierno, si no estás alineado con el pensamiento del mandatario, automáticamente te conviertes en un "golpista" o un "comunista".
¿Un destino incierto?
La "Semana Trágica" de 2025 nos dejó muertos el fin de semana en Bahía Blanca, heridos graves el miércoles y un centenar de detenidos, ya liberados. Nos demuestra, una vez más, el odio entre argentinos, un odio que venimos arrastrando desde hace décadas y que es alimentado desde las cúpulas de los extremos.
Vivimos en una sociedad que sólo se abraza y se une cada cuatro años y por unas pocas semanas por una pelota de fútbol. Es hora de crecer y madurar en democracia y respeto. Las únicas armas que debemos usar son el voto, y este año tenemos una nueva oportunidad.
La pregunta es: ¿seguiremos desaprovechándola?
Tenemos un final incierto. Un final que podría llegar el próximo miércoles.