Los privilegiados ríen, el pueblo llora

Milei inauguró la exposición que organiza anualmente la Sociedad Rural. Mientras se reducen las jubilaciones, medicamentos, se dan de baja pensiones por discapacidad, se desfinancian universidades y hospitales, se destina esta cifra a mejorar los bolsillos de los grandes exportadores de granos.

Carlos Almenara
Carlos Almenara
Licenciado en Administración. Docente. Comunicador. Referente en Derechos Humanos

Milei inauguró la exposición que organiza anualmente la Sociedad Rural en un predio que les otorgó, según denuncias judiciales de modo fraudulento, Menem durante los años noventa. Allí, para solaz de los presentes, anunció disminuciones en las retenciones a la exportación de granos y carnes

Por Carlos Almenara

Para quienes tengan interés por la historia, además de Milei, otros presidentes aplaudidos en ese ámbito fueron Juan Carlos Onganía, Alejandro Agustín Lanusse, Jorge Rafael Videla, Leopoldo Fortunato Galtieri (todos ellos militares golpistas), Carlos Menem, Fernando De La Rúa y Mauricio Macri. Son recordadas las silbatinas a Raúl Alfonsín. Néstor y Cristina Kirchner nunca fueron a ese evento.

Se anuncia una disminución a las retenciones, como sigue:

  • Carne aviar y vacuna, de 6,75 a 5%,
  • Maíz y sorgo, de 12 a 9,5%,
  • Girasol y pellets de girasol, de 7 y 5 a 5,5 y 4%,
  • Soja, de 33 a 26%,
  • Subproductos de la soja, de 31 a 24.5%.

El costo aproximado de la medida es de U$S 650 Millones (aunque otras estimaciones lo elevan a U$S 2.000 Millones). Es decir, mientras se reducen las jubilaciones, se elimina la provisión de medicamentos por parte de PAMI, se dan de baja pensiones por discapacidad, se desfinancian universidades y hospitales, se destina esta cifra a mejorar los bolsillos de los grandes exportadores de granos.

La argumentación de Milei y del gobierno, como de tantos gobiernos anteriores, es que hay que sacarle "el pie de encima" al campo para que produzca más. El argumento es falaz, tan falaz como la teoría, muy en boga, de bajar impuestos a los ricos con la idea que invertirán y harán crecer la economía. Cuando los ricos ganan más, de lo único que podemos estar seguros es... que ganan más. Nada hace prever que invertirán esa ganancia de manera productiva. En un país financieramente subordinado, como Argentina, nada hace pensar que ese beneficio adicional, transformado en ahorro, permanecerá en el país. En el caso del agro la mentira se convierte en un embuste alevoso. Aunque ganen más no se cultivará más porque ya está cultivado todo lo que se puede cultivar, es lo que se llama, y resulta muy relevante en nuestra historia económica, frontera agrícola.

Un argumento utilizado frecuentemente contra los derechos de exportación es que ningún otro país los aplica. Esto es falso, los utilizan decenas de países, de todos los continentes, incluyendo países desarrollados como Canadá. Otros países tienen una regulación del comercio internacional que les permite reemplazar las retenciones a las exportaciones por mecanismos alternativos con impacto semejante. Tienen que ver con la estructura productiva del país y siempre constituyen un instrumento de aplicación selectiva.

Como enseñaba el maestro Aldo Ferrer, a pesar de la pesada carga que implica para el conjunto de los argentinos afrontar los recursos que se dejan de financiar, las retenciones no deben verse, principalmente, como un problema de "renta" sino de establecimiento de reglas que permiten (o no) un crecimiento diversificado e industrial del país, y del consumo popular.

¿Qué quiere decir para habitante promedio que baje la retención a la exportación de carne?

Vale para la carne vacuna o aviar, para los granos y otros commodities. Como ya dijimos, menos recursos estatales, que significará mayor carga fiscal o menos bienes públicos, como educación, seguridad o salud. Pero el ciudadano de a pie no paga una sino dos veces la medida. En los bienes que se consumen en el país, una disminución de los derechos de exportación impacta de modo directo y equivalente en un aumento de precios internos, es decir, un aumento de algo más de 1,75% en el precio de venta de la carnicería.

Esto es así porque el productor de un bien transable, que se puede vender en el extranjero, lo vende a quien le pague el mayor precio, si el comprador extranjero, ahora, paga el mismo precio internacional del commodity, el productor argentino recibirá 1,75% más de pesos. ¿Cuánto pedirá para venderlo en la carnicería local? Todo hace suponer que 1,75% más de pesos.

Siéntase representado. Los aplausos del sábado en la Sociedad Rural, los pagará usted, apreciado lector, dos veces. Una, en su próxima compra. Dos, con menos servicios estatales (o más impuestos, o ambas cosas). Dele, entonces, dos aplausos a Milei y a la Sociedad Rural.

Otra falacia frecuente en esta discusión es la relativa a la porción cuantitativamente más importante: las retenciones a la soja. ¿Por qué habría de afectar al consumidor argentino las retenciones a un cereal que no se consume o se consume muy poco en el país? se suele preguntar con fingida ingenuidad. La respuesta también es sencilla, por el efecto sustitución. Un campo donde se cultiva soja es un campo donde no se cultiva maíz, ni trigo, ni avena. Entonces, al momento de decidir la siembra, una o dos veces al año, el productor se pregunta "¿qué me conviene?". Si la rentabilidad del sojero aumenta un 7%, quien siembre maíz o trigo pedirá también una mejora de al menos 7% a su producción para no irse a la soja.

Las anteojeras ideológicas con que el sector político, gremial y mediático festivo el sábado en Palermo plantea la cuestión condena al país a una economía primarizada, dependiente, encarece los alimentos del pueblo, en consecuencia, somete a la pobreza y al hambre a las grandes mayorías.

Finalmente, y volviendo a la evocación de Aldo Ferrer, las retenciones son una herramienta útil para adoptar sin dogmatismo pero con decisión, en defensa de la mesa de los argentinos y de la producción nacional, para construir una economía diversificada, en que resulte rentable la producción agraria pero también la industrial y tecnológica, para un país en que los argentinos, que producimos alimentos para 400 millones de personas, no tengamos compatriotas hambrientos.

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