Las fuerzas del cielo y un Estado invisible

Las tormentas no piden permiso. Caen con furia, sin importar horarios, gobiernos ni discursos. Pero cuando el agua baja, deja a la vista algo más que calles anegadas y techos vencidos: expone, con la crudeza de lo irrefutable, la ausencia del Estado.

Adrián Characán
Adrián Characán

Bahía Blanca: el agua que arrasa y la incertidumbre que crece. El temporal en Bahía Blanca no fue una simple lluvia. En cuestión de horas, cayeron entre 180 y 270 milímetros de agua, según la zona. Para dimensionarlo: 270 milímetros equivalen a 270 litros por metro cuadrado. En una cancha de fútbol, eso significa casi 18 millones de litros cayendo sin tregua, convirtiendo calles en ríos y casas en trampas mortales.

El saldo es trágico. Hasta ahora, se confirmaron al menos 13 víctimas fatales, con 11 ya identificadas. Y aún hay desaparecidos. Entre ellos, dos hermanas de 1 y 5 años, arrastradas por la corriente en General Cerri. Sus nombres son Delfina y Pilar Hecker. Sus nombres, ahora, son una súplica en la boca de sus familiares, que siguen buscándolas entre el barro y la desesperación.

Las fuerzas del cielo y un Estado invisible

Los vecinos de Bahía Blanca no recuerdan un desastre así. No solo por la cantidad de agua, sino por la desprotección. Calles enteras sin electricidad, barrios sin asistencia, familias enteras que lo perdieron todo y miran al cielo sin encontrar respuestas.


Tucumán: cuando llueve un mes en un día

En Tucumán, el escenario no fue mejor. San Miguel de Tucumán registró 130 milímetros de lluvia en menos de 24 horas. Lo que debería caer en un mes, cayó en un solo día. Hubo evacuaciones, casas inundadas y rutas colapsadas. Pero no muertos. Por ahora. Porque las consecuencias de un temporal no terminan cuando el agua se retira: los que pierden sus casas, los que se quedan sin trabajo, los que ven cómo sus barrios quedan reducidos a escombros también son víctimas. Solo que la estadística no los cuenta.

Las fuerzas del cielo y un Estado invisible

El agua llegó antes que el Estado

Las lluvias, como siempre, no preguntan. Pero la pregunta sí es válida: ¿dónde está el Estado?

En Bahía Blanca, la única presencia oficial fue la de la Patricia Bullrich y el Ministro Luis Petri. Los ministros aterrizón en la ciudad, quizás esperando una foto de gestión. Pero Bulrich se encontró con otra postal: insultos, abucheos y un escrache de vecinos que no pedían discursos sino respuestas. "¡Mojáte cómo nos mojamos nosotros", (bastante violento el episodio), le gritaron en plena calle, entre el barro y el enojo. Para muchos, su visita fue un gesto vacío. Llegó tarde y sin soluciones, a una ciudad donde los bahienses ya habían entendido que estaban solos.

Un Estado desmantelado, una tragedia anunciada

La gestión de Javier Milei ha sido clara en su objetivo: achicar el Estado, reducir el gasto público, desmantelar estructuras que, según su doctrina, entorpecen el libre mercado. Lo anunció él mismo cuando asumió, con su frase de ser el "topo que viene a destruir el Estado desde adentro". Y lo cumplió.

Las fuerzas del cielo y un Estado invisible

Pero cuando llega un temporal como este, cuando la naturaleza recuerda su poder devastador, la realidad demuestra que el Estado no es un capricho ideológico. Es la diferencia entre la vida y la muerte, entre la contención y el abandono. Porque no son los mercados los que rescatan niños atrapados, ni las privatizaciones las que reconstruyen barrios. La solidaridad de los vecinos es valiosa, pero insuficiente. Porque no basta con buenas intenciones cuando hay calles convertidas en ríos y familias buscando a sus muertos.

No es solo un tecnicismo económico. Es una decisión política en un contexto donde el Estado, cada vez más chico, deja que los ciudadanos enfrenten solos las tragedias. Porque las tormentas seguirán cayendo. Y si el Estado no está, la próxima lluvia traerá lo mismo: calles inundadas, gente desesperada y un país que sigue mirando al cielo, esperando respuestas que no llegan.

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