La narrativa se agotó, el relato se rompió, y la calle ya no responde

El oficialismo sigue encerrado en una lógica de ajuste sin política. El dólar se escapa, el relato se agota, y la calle le empieza a devolver el golpe. Octubre puede ser el punto de inflexión. O el principio del fin.

El gobierno de Javier Milei sigue sin entender el mensaje que le dieron las urnas, la calle y el clima social. Se sostiene en una idea obsesiva centrada exclusivamente en el déficit fiscal y la baja de la inflación. Pero esa narrativa pierde fuerza día a día. Este viernes, el dólar tocó el techo de la banda, las acciones volvieron a caer, y los mercados ya comienzan a mirar otras opciones.

Por Martín Tula | martin.tula@portada.com.ar

La épica de la motosierra, los slogans de guerra cultural y el bullying digital ya no construyen poder. Atacar a quienes no siguen al gobierno, tratarlos de "kukas", "mandriles", "zurdos de mierda", o agredir a la prensa con frases como "No odiamos lo suficiente al periodismo", ya no marca la agenda en redes. La oposición dejó de recibir balas: ahora las agresiones rebotan y erosionan directamente al Ejecutivo. La relación con la sociedad se desgasta. Y eso no se arregla con memes.

Este clima enrarecido y enardecido por la propia tropa libertaria le devolvió oxígeno al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Porque un aparato político puede arrastrar dos o tres puntos. Pero no explica trece puntos de diferencia como se vieron en la última elección. El bonaerense envió un mensaje claro: en democracia, el rumbo lo marca quien vota, no quien gobierna. Y menos aún un presidente que niega la política.

El oficialismo todavía no entiende que está para gestionar. No gobierna solo para el 35% que lo eligió. Gobierna para los 47 millones de argentinos. Y en octubre enfrentará una nueva batalla: la última oportunidad de recuperar el timón y encauzar un proyecto de país real, con gente adentro.

Mientras tanto, el barco sigue a la deriva. Esta semana, luego de decir que tenía que "corregir errores políticos", el presidente vetó la emergencia universitaria, la emergencia pediátrica (Garrahan) y también los ATN a las provincias. En resumen: no entendió que hacer política también es saber ceder, leer los tiempos y corregir el rumbo.

Pisó el acelerador y el jueves, Caputo salió al stream "Carajo" -sí, así se llama- a hacer malabares para justificar las tasas altas y minimizar octubre como una elección "de medio término". Traducción: ya se ven perdiendo, pero anticipan que eso no modificará ni la hoja de ruta ni el modelo económico. Vamos, otra vez, hacia una piña monumental.

El programa en el que habló se llama Las Tres Anclas, conducido por dos asesores del gobierno: Felipe Núñez y Santiago Furiase. Solo espero que el nombre del programa no sea una metáfora de lo que viene, y que "el mejor ministro" de la historia nos deje a todos encallados en este momento crítico que vivimos.

Pero no fue el único show. Un día antes, en LN+, la periodista Cristina Pérez -pareja del actual ministro Luis Petri- mostró un dibujo hecho a mano por el Presidente para explicar las tasas. Un garabato en un papel que pretendía justificar decisiones económicas tomadas sobre el tema de las bandas cambiarias. Para quienes tenemos memoria, fue inevitable recordar aquel episodio de Los Simpson donde el padre de Milhouse intenta explicar la dignidad en un pizarrón. Cristina se puso en ese rol. Y sinceramente, creo que se faltó el respeto a sí misma.

El padre de Milhouse intenta explicar la dignidad en un pizarrón y la comparación con Cristina Pérez fue inevitable.

El padre de Milhouse intenta explicar la dignidad en un pizarrón y la comparación con Cristina Pérez fue inevitable.

Hoy estamos en el ojo del huracán, pero la verdadera tormenta llegará después de octubre. No será como la de Santa Rosa. Será social, económica y profundamente humana. Y hay que prepararse, una vez más, para sostenernos de pie.

Porque en la Argentina del "sálvese quien pueda", hoy -y no sé por cuánto tiempo más- la dignidad es lo único que nos queda.

El poder surge cuando las personas actúan juntas, no cuando alguien impone su voluntad sobre los demás.

Hannah Arendt, en "La crisis de la República" (1972).

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