Argentina resiliente
El autor, Martín Tula, repasa la traumática situación política institucional que ya se torna insoportable para la ciudadanía
La Argentina Resiliente
por
Martín Tula
El jueves pasado, nuestro país volvió a presenciar un nuevo episodio bochornoso que dejó en evidencia, una vez más, las falencias de nuestra dirigencia política. La expulsión del senador Kueider, acusado del delito de contrabando de divisas, no hizo más que profundizar la percepción de que nuestras instituciones se encuentran atravesadas por intereses mezquinos. Todo parece indicar que será declarado culpable de las acusaciones que enfrenta en el Paraguay, pero, por el momento, el debido proceso no se ha completado. Sin embargo, lo que quedó claro es cómo la política, lejos de actuar con responsabilidad, convirtió este problema judicial en un espectáculo populista, donde cada sector buscó sacar rédito propio.
Esta situación trajo a la memoria una frase pronunciada por Sergio Berni en 2022, durante una entrevista en el programa Animales Sueltos: "Quien trajo al borracho, que se lo lleve", en referencia al entonces presidente Alberto Fernández. Hoy, esa sentencia podría aplicarse perfectamente al caso del senador expulsado, aunque con un giro adaptado a las circunstancias: "Quienes usaron y colocaron al corrupto en las listas, que se hagan cargo". Esto no solo señala al Frente de Todos, que lo llevó al Senado de la Nación incluyéndolo en su boleta sino también a La Libertad Avanza (LLA), que lo utilizó como voto útil para avanzar en la aprobación de proyectos clave, como la Ley Bases.
El desarrollo de los acontecimientos fue tan bochornoso como el trasfondo político. En lugar de seguir los procedimientos institucionales correspondientes, como la formación de una comisión investigadora que garantizara el derecho a la defensa del acusado, se convocó a una sesión parlamentaria apresurada y cargada de irregularidades. Para colmo, la presidenta del Senado, Victoria Villarruel, debía asumir temporalmente la Presidencia de la Nación debido al viaje del Presidente a Italia, pero al no haberse realizado el correspondiente acto formal y notarial de traspaso y continuó presidiendo la sesión en el Senado de la Nación.
Este desorden institucional no terminó allí. Mientras se expulsaba a Kueider sin juicio ni sentencia, se rechazó la posibilidad de suspender al senador Oscar Parrilli, quien enfrenta un juicio oral por encubrimiento agravado en la causa AMIA y estorbo funcional de la Justicia. La arbitrariedad y la falta de coherencia en la toma de decisiones dejaron al descubierto la hipocresía de los sectores políticos involucrados.
A un latido del poder.
Los estadounidenses suelen utilizar la expresión "a heartbeat away from the presidency" (a un latido del poder o de la presidencia) para destacar la importancia del Vicepresidente como la figura que asume inmediatamente en caso de ausencia del Presidente. En ese sistema, el rol del Vicepresidente no es simbólico, sino funcional y estratégico. En contraste, en la Argentina, este cargo es tratado muchas veces como un simple adorno, algo que quedó reflejado cuando el Presidente deja en claro que la Vicepresidenta no tiene injerencia en la toma de decisiones del ejecutivo.
Victoria Villarruel, consciente de esta decisión del primer mandatario, parece operar como una figura política independiente, marcando agendas paralelas y utilizando cada oportunidad para confrontar con la oposición que identifica como alineada a Cristina Fernández de Kirchner. Esta dinámica se intensifica si consideramos la evidente separación de hecho entre ella y Javier Milei, un tema que ya abordé en una columna anterior.
Lo que sucedió el jueves marcó un nuevo hito en esa fractura política: por primera vez, las tensiones entre ambos bandos trascendieron la Casa Rosada. Desde el Ejecutivo, se filtraron chats entre la secretaría de Villarruel, Guadalupe Jones, y el equipo presidencial, donde se evidenciaba la falta de comunicación sobre el viaje del presidente. Villarruel respondió diciendo que fue notificada oficialmente recién el jueves a las 19:00 hs, lo que agravó las críticas sobre su tardanza en asumir el mando y por ende esos chats no tenían un carácter oficial.
Esta descoordinación, que parece deliberada por ambas partes, no hace más que subrayar cómo cada uno de estos actores tiene su propia agenda política. Su principal interés no es la gobernabilidad, sino posicionarse estratégicamente para las elecciones de 2027. Todo indica que la prioridad de Milei y Villarruel no es construir un gobierno sólido, sino perpetuarse en el poder, dejando siempre al otro en offside (posición adelantada), donde buscan constantemente exponer las fallas del otro.
Parafraseando a Jorge Asís:
Dicen mis fuentes, seguramente erróneas, que, al ser tan notoria la ruptura del matrimonio político, y para evitar exponer a la hermana del León (quien es la verdadera responsable por no cumplir con los pasos necesarios para que Victoria asumiera la presidencia), el fusible será el jefe de Gabinete, Francos. Según Villarruel, Francos mantuvo tres conversaciones telefónicas con ella y nunca le informó adecuadamente de la situación ni de su obligación de asumir la presidencia del país".
La sociedad resiliente
En medio de este caos político e institucional, queda una pregunta central: ¿cómo impacta todo esto en nuestra sociedad?
Los argentinos hemos demostrado, a lo largo de nuestra historia, una resiliencia extraordinaria. Nos hemos adaptado a los vaivenes económicos, a la incertidumbre política y a eventos traumáticos como golpes militares, atentados terroristas y crisis económicas devastadoras. Sin embargo, esta capacidad de resistencia tiene un límite.
Vivimos en un país donde nuestros compatriotas enfrentan el hambre y la desidia como parte de su realidad cotidiana. Hemos sufrido gobiernos que no solo han saqueado las arcas del Estado, sino también aquello que mantiene viva a una sociedad: la esperanza.
Por eso, quiero invitarlo, querido lector, a reflexionar: ¿hasta cuándo nuestra sociedad seguirá siendo resiliente? ¿Cuál será el punto de quiebre donde dejemos de adaptarnos pasivamente y exijamos el cambio que realmente merecemos?
Preguntas que hoy parecen no tener respuestas cercanas