Garrahan: cuando reclamar dignidad te convierte en enemigo
Otra semana en este país, donde las discusiones ideológicas vuelven a carecer de sentido común y de empatía con quienes la están pasando mal. Esta vez, el rostro visible del reclamo fue el de los médicos residentes del Hospital Garrahan.
Un reclamo justo. Un reclamo real. Porque así como decimos que un jubilado no puede vivir con 370.000 pesos (monto al que se llega gracias a un bono congelado desde marzo de 2024, que ajustado por inflación hoy debería ser de al menos 116.000) tampoco un médico puede vivir con 800.000 pesos al mes.
Por Martín Tula | martin.tula@portada.com.ar
La respuesta del gobierno fue la de siempre: un bono no remunerativo. Otro parche. Otro gesto vacío que no soluciona nada. Porque al no ser remunerativo, no suma al aguinaldo, no cuenta para los aportes previsionales, y además puede ser quitado de un día para el otro. No hay previsibilidad. No hay política de Estado. Hay asistencialismo para los que sostienen al sistema de salud pública con jornadas de más de 70 horas semanales.
Un médico no es un oficinista que cierra la notebook a las 18 y se desconecta. La medicina es una vocación de 24 horas, donde el celular suena a cualquier hora, no solo por urgencias de sus pacientes, sino también por consultas de colegas. Es un compromiso que no se corta con la tarjeta al salir del hospital.
Querido lector, si como sociedad no entendemos que la salud, la educación y la seguridad (y cuando digo seguridad no me refiero solo a llenar las calles de patrulleros y policías, sino también a formar, capacitar y cuidar a quienes nos cuidan) son los pilares de cualquier país serio, no importa si tenemos inflación cero por décadas: Argentina va a seguir siendo el país de unos pocos.
La defensa del ajuste tiene nuevas voces, y no son precisamente las de la ciencia ni el esfuerzo. En el país de los recortes, reclamar es una falta de respeto. Pensar distinto, casi un acto de rebeldía.
Estamos tan rotos socialmente que los principales defensores del gobierno de Milei son personajes como Lilia Lemoine y Julián Santillán. Lemoine -en una entrevista en C5N- desprecia abiertamente las profesiones diciendo, con una liviandad alarmante, que ella quería ser astronauta y terminó trabajando en cosas que no le gustaban por dinero. Lo que no aclara la peluquera devenida en diputada es que para ser astronauta hay que estudiar, formarse, sacrificar años, como lo hace un médico. Un médico debe estar matriculado, especializarse, someterse a exámenes y evaluaciones constantes. En cambio, para ser diputada, a ella solo le bastó con sumarse a una lista sábana.
Santillán no se queda atrás. Otro exponente del cotolengo libertario. En un programa de TN intentó chicanear a los profesionales del Garrahan mostrando un cuadro del mes de mayo del INDEC que decía que una familia podía vivir con 360.000 pesos, pero el cuadro hablaba de una sola persona, no de cuatro. Santillán no solo demostró que no puede interpretar un cuadro, también demuestra cada vez que sale en televisión que repite sin entender, también es alguien que cobra más de cinco millones de pesos, mintió sobre tener un título de abogada -cosa que salió a la luz cuando intentó sumarse a Republicanos Unidos- y terminó entrando al Congreso de la mano de Milei, al igual que la peluquera del Presidente en otra lista sábana.
Juliana Santillán intentó chicanear a los profesionales del Garrahan mostrando un cuadro del mes de mayo del INDEC.
La Argentina no está solo sumergida en la pobreza. Está inmersa en un estado constante de odio. Y no sólo hacia quienes nos robaron y defraudaron durante décadas. Hoy el odio se dirige también hacia quienes se atreven a reclamar lo que les corresponde. Hacia quienes piensan distinto. Hacia quienes no bajan la cabeza.
Ese odio, cocinado a fuego lento, nos está llevando a una olla a presión que en cualquier momento puede explotar. Y cuando lo haga, ese día puede ser el comienzo del fin.
El primer método para estimar la inteligencia de un gobernante es mirar a los hombres que lo rodean.
Nicolás Maquiavelo - El príncipe, 1513