DEBATE SOBRE CULTURA

La Cultura ¿cómo debe financiarse?

El autor reflexiona y abre un debate sobre los mecanismos y proyectos para financiar la Cultura. La ley de mecenazgo. Los destinos de los dineros de todos. La comparación entre apoyo a la cultura y a otras actividades

León Repetur
Director de Relaciones Internacionales en Fundacion COPPLA. Enólogo. Farmacéutico. Gestor Cultural.

Financiamiento de la Cultura : Mecenazgo ¿si o no?

por León Repetur

La estigmatización del Estado por parte de un sector de la élite económica y política argentina ha comenzado a motivar a legisladores y empresarios locales a profundizar en la incesante búsqueda de fondos en el sector privado, para garantizar la realización de manifestaciones culturales.

Durante muchos años la actividad cultural fue financiada por el Estado a través de distintos organismos e instrumentos: Secretarías, Subsecretarías o Direcciones de Cultura, tanto nacionales como municipales, Ministerios, Fondos especialmente creados, Institutos, áreas educativas, Bancos Oficiales, etc.

Estas formas estatales de financiamiento de la cultura coexistían con formas aggiornadas de Mecenazgo y Patrocinio privados, en especial de aquellos empresarios o herederos de fortunas, que poseían alguna inclinación por este tipo de aportes.

La práctica del Mecenazgo, al estilo del siglo XV, fue variando con el tiempo y desembocó en decisiones puramente individuales de los personajes de fortuna, quienes decidían sus desembolsos en función de su ubicación en la escala social. De esa manera la mayor parte de los dineros aportados así, reforzaron la preeminencia de la llamada cultura erudita o en la expresión de Morin- de la "cultura cultivada". (Morin, Edgar: "De la culturanalyse á la politique culturelle ")

De la coexistencia de ambas corrientes de financiamiento, la cultura ha sobrevivido a las destructivas políticas económicas implementadas desde el reinado de la globalización y sus nefastas consecuencias para nuestro país.

También debemos destacar la tarea titánica realizada por los creadores, algunos funcionarios y organismos especialmente creados para paliar la progresiva retirada del Estado del financiamiento de la cultura.

Pero la cultura es más fuerte

Por otro lado hemos sido testigos en los últimos 20 años del aumento de la actividad cultural y artística. Los premios obtenidos, la presencia rutilante de Argentina en todos las fotos del mundo así lo demuestran.

La Revolución en la información, los nuevos medios de comunicación, la aparición de espacios laborales relacionados con la producción artística y nuevas motivaciones artísticas, en especial la música, en amplios sectores juveniles, generaron una oferta en permanente desarrollo.

Surge también, con mayor rigor, la capacitación de los Responsables en Gestión Cultural, quiénes apropiándose de los avances que en el sector empresario tuvo la teoría del Managment, dan luz a especialistas en el gerenciamiento, formulación y financiamiento de Proyectos Culturales.

En este contexto, entonces, se plantea el tema del financiamiento de la cultura.

¿Por qué financiar la cultura?

Esta pregunta la hemos escuchado en muchas reuniones: en los gabinetes de gobierno, en las reuniones empresariales, en las mesas de café y en foros de especialistas de la economía en general y de la economía de la cultura.

La agudización de la crisis económica y social, agravada en el presente por el plan de ajuste y entrega de la soberanía por parte de Milei, ha logrado que la pregunta se fuera contestando sola.

Frente a supuestas prioridades: el pago de la ilegal deuda externa, la compra de armamento, los viajes del presidente y comitiva, las cafeteras, etc., etc., la cultura dejó progresivamente de obtener el apoyo financiero que antes le daba el Estado Nacional.

El reciente traslado del área de Cultura Nacional a la órbita de la Presidencia bajo el mando de la hermana del Presidente, da cuenta de la rapidez con la que el Estado ratifica la retirada del apoyo a la cultura.

Múltiples motivos avalan esta situación. Por un lado los nuevos funcionarios tecnocratizados de este remedo de democracia libertaria, carecen en su mayoría de formación artística y cultural. Tanto las escuelas como las Universidades donde se han formado, han desalojado de las aulas y los claustros, toda referencia a los movimientos artísticos y culturales generalmente asociados con la resistencia a los gobiernos militares y al poder económico. Reniegan del debate de ideas e ignoran el amor por la belleza y la creatividad que para ellos es "subversivo" o "comunista" como gritonea Milei.

Algo similar ocurre con el empresariado.

La mayoría de los miembros de la clase dirigencial mira con desconfianza la actividad cultural, la entiende poco y la asocia con el desorden y la bohemia. Les atrae mucho aquello que no cuestiona, no interpela y derrocha capacidad "técnica".

Esto conlleva un temor hacia "eso" desconocido, con otros códigos y otros protagonistas. Muchos empresarios y políticos me han confesado que no van a los conciertos, a los recitales o a las muestras plásticas por temor al ridículo.

Algunos más audaces buscan asesoramiento de ocasión frente a la inevitabilidad de su presencia, para "tener letra" y superar el trance. Por lo general los funcionarios más importantes y los empresarios delegan en una persona de su entorno, "entendida en el tema o que se banca los culturosos" para que los represente en las actividades culturales.

Otros se adelantan a los hechos y promueven algunas actividades culturales más afines a sus gustos: algunos desfiles cívicos militares, mega eventos folklóricos, fiestas populares en las que todo se mezcla, festivales rutilantes llenos de estrellas del pasado, muestra de artistas plásticos consagrados, o ciertos conciertos de gala muy reiterativos en la acción gubernamental.

Pero muy pocos se desplazan a las actividades experimentales, a asociarse a las nuevas expresiones comunicacionales, a experiencias de creación colectiva, a desarrollos comunitarios autónomos, a ciclos de video o cine no comercial.

Ese mundo es la antítesis del mundo del poder.

Y por casa, ¿cómo andamos?

También hay que decir que el sector artístico no hace las cosas más fáciles para acercarse inteligentemente a los factores de poder. La actitud del sector es de continuo reclamo y crítica. Asumidos como eternos deudores del poder hablan un lenguaje distinto y es imposible el entendimiento.

La búsqueda incesante de plata, sin planificar las acciones y sin abordar de manera eficiente las relaciones con el Estado y con el empresariado, agudizó la falta de colaboración entre los actores del hecho sociocultural.

La pregunta ¿por qué financiar a la cultura? se fue quedando sin respuesta.

Y más, a medida que los naturales intermediarios entre el poder, las empresas y los artistas y creadores, es decir, los funcionarios de cultura, se fueron burocratizando, miserabilizando y perdiendo la pasión por la militancia cultural de otros años.

Y llegamos a hoy

¿Y hoy? En el medio de una crisis de proporciones nunca vista, ¿habrá que financiar la cultura?

Por supuesto que nuestra respuesta es SÍ.

En primer lugar porque la cultura da sentido a nuestras vidas al margen de las utilidades económicas que por otro lado sea capaz de producir. ¿De qué valdría la vida sin las alegrías de una buena música, un libro atractivo, una fiesta popular, un monumento que nos remitiera a nuestra identidad, una obra de teatro que nos divirtiera o hiciera reflexionar, un encuentro de músicos o cantantes, o el ruido de un taller artesanal o la forja de un escultor?

Y aquí no estamos hablando de rentabilidad, sólo hablamos de la existencia de las expresiones artísticas, sus cultores y sus testimonios como parte indisoluble de una sociedad que promueve la felicidad de sus miembros.

Además, porqué exigirle a la cultura la rentabilidad que no se le exige a otras áreas de la vida cotidiana o una contraprestación social (como en el caso del Fondo Provincial de la Cultura) asociada al "gasto", cuando las políticas económicas vigentes arrasaron con cualquier contemplación hacia lo social y provocaron la mayor de las desigualdades en nombre del mercado

También decimos que Sí al financiamiento de la cultura cuando hemos sido testigos del despilfarro de los dineros públicos en créditos a sectores tradicionales que nunca los devolvieron; en políticas de empleo que sólo incrementaron la burocracia en desmedro de los creadores y los científicos; en planes de vivienda u obra pública, que se instrumentaron para beneficio de unos contratistas asociados con los funcionarios de turno; en subsidios a empresas privatizadas que nunca cumplieron con sus compromisos; y en definitiva a múltiples formas de usar los dineros públicos y privados en desmedro de una producción de sentido que afianzara la confianza y la autoestima de los pueblos.

No nos detendremos a analizar el tema "corrupción" porque nos llevaría páginas y páginas. Al respecto, y en las oportunidades en que me tocó ser funcionario de cultura, opté por dar una dura pelea por los fondos destinados a educación y cultura, en el pensamiento de que todo aquello que se obtuviera era automáticamente sacado de los circuitos de la corrupción y el despilfarro. Parece insólito este accionar, pero cada peso que fue a un teatro, o una gira, a un libro o a una biblioteca está allí ahora, en forma material o inmaterial, cosa que no podemos afirmar de tantos créditos a la producción o a pagos a contratistas del Estado, o a giras de empresarios que no pudieron jamás aumentar la producción, la exportación y ni el empleo, en forma proporcional al gasto invertido en estas aventuras.

El financiamiento a la cultura es una estrategia de desarrollo como no hay otra. Tensa las actitudes creativas de un pueblo, genera cambios profundos en el espíritu de la época, proporciona sentido a vastos sectores de la población, da mucho trabajo y por sobre todas las cosas es rentable económicamente.

 Preguntémosle a los países desarrollados, si todavía nos quedan dudas, que reconocen en el arte y en las industrias culturales, el sector con más potencia transformadora.

Mecenazgo ¿sí o no?

Cuando desde distintos sectores se vuelve al tema de implementar una ley que regule el apoyo privado al desarrollo cultural es bueno reflexionar entre todos antes de tomar decisiones que nos pueden volver a frustrar como sociedad

En primer lugar hay que explicitar que la primera discriminación con la cultura fue cuando las donaciones con fines culturales perdieron su derecho de ser deducidas del impuesto a las ganancias en el año 1995 (Cavallo mediante).

 Preocupados por la magra recaudación de los impuestos, las autoridades económicas decidieron modificar la ley de impuesto a las Ganancias (ley n° 24.475), limitando el beneficio de deducir las donaciones a las que fueran realizadas exclusivamente hacia los siguientes cuatro sectores: educación; obra médica asistencial de beneficencia - incluyendo infancia, vejez, minusvalía y discapacidad - ; investigación científica y tecnológica; e investigación sobre cuestiones económicas, políticas y sociales orientadas al desarrollo de planes de partidos políticos.

Es probable que ahora luego de la aprobación de Ley Bases de Milei ninguna de estas donaciones siga vigente. Y también explique la repentina preocupación de universalidades privadas y empresarios locales por contar con alguna ley que les permita seguir con esa política anclada en la Edad Media.

Sin entrar en mayores indagaciones, una ley de mecenazgo puede romper la sana libertad de los sectores de la cultura con los sectores empresariales de establecer relaciones de cooperación y de asociación en forma autónoma y sostenida en el tiempo. A veces las leyes generan un intermediario no deseado, el "Órgano de Aplicación" que en vez de ayudar pone enormes trabas burocráticas al accionar ciudadano.

Las preguntas que debe hacerse el legislador son:

Si el objetivo es el estímulo y la promoción de la cooperación de la cultura con el sector privado, que la Ley proponga la intervención de la AFIP o la DGR, del posible "Comité de Evaluación de Proyectos a ser financiados, y de la presentación engorrosa de formularios ¿no obstaculiza ese deseo?

Hay muchos otros ítems que podrían desarrollarse para profundizar este debate, pero por ahora lo dejo aquí.

Espejitos de colores

Ya conocemos de estos supuestos regalitos.

En primer lugar: si saliera la Ley de Mecenazgo, el Estado Provincial dejaría de percibir dinero en concepto de exención de pago de Ingresos Brutos por parte de las empresas intervinientes en este proceso.

  • ¿Cómo se garantizaría que ese recurso va ser distribuido en forma federal? 
  • ¿Cómo se evitaría que ese recurso fuera derivado a proyectos no prioritarios para todos los mendocinos?
  • ¿Qué criterios se utilizarían para financiar proyectos no rentables desde el punto de vista del marketing empresarial?
  • ¿Habría posibilidad para que una ONG territorial o comunitaria accediera a estos beneficios?

En tanto se trata de dinero de todos, que dejaría de percibir el Estado, las preguntas son muy pertinentes.

En segundo lugar: esta posible Ley ¿en qué medida da por tierra con todo lo que se ha venido avanzando en los últimos años en términos de interacción entre el sector privado, las organizaciones ciudadanas y los individuos creativos?

Está comprobado que se ha avanzado entre estos sectores sociales construyendo alianzas inteligentes entre ellos, compartiendo valores y proyectos a corto, mediano y largo plazo.

Si esta Ley va a poner a los funcionarios del Estado como intermediarios entre los ciudadanos, los artistas, las empresas y la comunidad organizada, en vez de facilitar las cosas las va a complicar.

Esta posible Ley puede esterilizar los intentos de seguir profundizando la relación entre sectores, individuos y empresas en base a intereses, valores y aprendizajes comunes.

Otra indeseable situación es que esta Ley, frente al desastre económico que estamos viviendo, derive finalmente esos fondos de todos, a proyectos que sólo sirvan para paliar la pobreza, la falta de alimentación y el entretenimiento.

Los fondos que requiere el desarrollo cultural debes ser producto de un Plan consensuado entre todos, con diagnósticos precisos, metas concretas y que permitan ser monitoreadas por la comunidad.

Por todo ello, bienvenido este debate y ojalá lo sepamos aprovechar para bien de una Mendoza que necesita salir del atraso y desigualdad.

Muchas otras explicaciones podríamos dar acerca de los logros de un financiamiento adecuado de la cultura. Pero me parece interesante terminar con una afirmación de Américo Castilla en el Seminario Internacional sobre Economía de la Cultura- Mecenazgo: 

"... sería conveniente que quienes elaboran políticas públicas valoren la cultura artística porque da sentido a nuestras vidas, por encima de las conveniencias económicas que, subsidiariamente, sea capaz de generar.......Los países que más invierten en investigación aplicada no dejan de hacerlo en la investigación básica, como tampoco dejan de apoyar a las artes que proveen de sentido a las industrias culturales"

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