Educación en tiempos de Milei
¿Por dónde empezar? A partir de la forma disruptiva del Presidente Milei, quien desafiando la representatividad parlamentaria habló de espaldas al Congreso de la Nación, se le suma el fondo con la imposición de ideas a través de un DNU que modifica hasta la Constitución Nacional.
Es una verdad indiscutible que el avance vertiginoso de la tecnología, la dinámica de la vida y las aspiraciones de las personas y de los pueblos, demandan cambios y replanteos. Nadie lo puede negar. Pero es justamente la política y la idea central de progresividad, la que permite que esos cambios se vayan proponiendo y haciendo sobre lo hecho, que no es poco, buscando que los habitantes se adapten y vayan notando la mejoría. Es decir que lo cambios deben tener la premisa que los diagnósticos posibilitan el análisis y el diseño de estrategias de mejora, para el bien común.
A partir del frondoso Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) y la Ley denominada Ómnibus, también abarcativa de una multiplicidad de temas, nos preguntamos: ¿Por dónde empezar? A partir de la forma disruptiva del Presidente Milei, quien desafiando la representatividad parlamentaria habló de espaldas al Congreso de la Nación, se le suma el fondo con la imposición de ideas a través de un DNU que modifica hasta la Constitución Nacional. En este sentido, se abren tantos flancos que desestabilizan toda concepción de nuestra argentinidad.
Ya teníamos problemas los argentinos en tanto individuos con la inflación, inseguridad, etc. Pero la brutalidad de los nuevos e intangibles valores de los servicios, impuestos, la energía y los alimentos, con sueldos, jubilaciones, pensiones y honorarios viejos... sumado al desempleo que acecha, han desorganizado la vida de millones. Como si no fuese suficiente, impulsa modificaciones en educación que atentan contra la esperanza que implica que los chicos vayan a la escuela.
En los años 2001 y 2002, las familias recurrieron a lo poco y nada que tenían para subsistir. Surgieron ollas populares que se convirtieron en improvisados comedores, el club del trueque y hasta surgieron múltiples oficios vinculados al tratamiento de los residuos. La creatividad le ganaba algunas batallas a la desazón. Las escuelas y sus docentes fueron casi héroes en esos tiempos, conteniendo a cientos de miles de niños que, sin su intervención, no hubiesen tenido ni siquiera una comida diaria. Con todo este triste panorama, por ejemplo, las escuelas de gestión privada con subsidio estatal tenían largas listas de familias con morosidad, planes de pago o directamente becados por cuestiones económicas. En esos años, los padres siguieron apostando a lo único que podían, es decir, la esperanza en la educación de sus hijos, aunque les faltara de todo.
Durante la pandemia, cuando nadie sabía siquiera de qué se trataba el COVID, nos vimos obligados a recluirnos en nuestras casas por cuestiones de seguridad sanitarias. El 2020 fue un año fatídico para los estudiantes que tuvieron que aprender a autogestionar sus tiempos, además de temas tecnológicos para continuar el ritmo de las clases virtuales. Esto, en el caso de contar con los dispositivos y la conectividad necesarias. También para los docentes, quienes tuvieron que aprender desde el uso de la tecnología y seguir clases uno a uno. Luego, en el 2021 con clases por burbujas, que implicaron otros desafíos tanto para estudiantes, docentes y padres. Nadie podrá desconocer los problemas en Educación que Argentina acarrea desde hace algunos años, al igual que la gran mayoría de los países del mundo, pero en cuanto a lo transitado en los tiempos de pandemia, la conclusión fue que, a pesar de los esfuerzos, la presencialidad para la primaria y los primeros años de la secundaria son vitales. Digo vitales porque la escuela enseña de manera holística a los sujetos, no solo con conocimientos científicos, sino que los amplía hacia las artes, las habilidades interpersonales, manuales y físicas dosificados en ritmos e intensidades acordes a las edades y puntos de madurez cognitiva y física. Extenderse en más argumentos y refrendarlos con resultados de investigaciones son innecesarios en este artículo, pero están a disposición en la web para las autoridades que quieran profundizar al respecto y rever el contenido de la propuesta que indica que la educación podrá ser híbrida y no obligatoria a partir del cuarto (4°) grado de la escuela primaria, es decir, desde los 8 o 9 años en adelante.
Coincido en que se requieren modificaciones en materia educativa pero las consecuencias de esta decisión serán insalvables para generaciones de argentinos que por una u otra razón y, ante la vulnerabilidad económica, decidan no continuar estudiando.
Finalmente, me ofrezco para conversar sobre los temas anteriormente tratados con la Ministra Licenciada Pettovello, dado que su reconsideración aportaría algo de certezas a las tan castigadas familias argentinas.