Costa Pobre: Cristina vuelve a su núcleo y Milei al espejo
Costa Pobre es un nombre que resuena en la memoria colectiva gracias a un clásico sketch de Alberto Olmedo, donde se reflejaba con humor y crudeza la distancia entre un turista rico y la realidad de la pobreza argentina. Esa misma grieta, entre un país que finge y otro que sobrevive, vuelve a escena en la política actual.
En la política argentina las reapariciones no sorprenden. Pero algunas sacuden. Cristina Fernández de Kirchner, que amagó con el silencio y coqueteó con la retirada, eligió volver. No como candidata testimonial ni con pretensiones de unidad nacional: vuelve a lo suyo. A la Tercera Sección Electoral. A ese territorio donde el peronismo no es memoria sino presente. Donde ser kirchnerista no es una definición política, es una identidad.
Por Martín Tula | martin.tula@portada.com.ar
Elige volver donde más de la mitad de la población vive bajo la línea de pobreza. Donde el 22% es directamente indigente. Y no es casual. Es un mensaje. Cristina no compite por una banca, compite por la centralidad. Baja al barro para no desaparecer del mapa. Elige el lugar donde todavía le creen. Donde ser "la jefa" es más fuerte que cualquier causa judicial o editorial de cualquier medio.
Cristina Fernández de Kirchner eligió la pantalla de C5N para confirmar su candidatura.
Volver al conurbano Sur no es retroceder, es refugiarse. En el último bastión. En el único lugar donde todavía su nombre funciona como una contraseña. Como un rezo. Ahí donde la política todavía moviliza, reparte y ordena. Y donde los que no tienen nada, siguen apostando a que ella algo les puede devolver.
Como Perón en el exilio, CFK busca su "Puerta de Hierro" en versión siglo XXI. No es Madrid, es C5N. No hay clandestinidad, pero sí reaparición estudiada. Con 8 puntos de rating, Cristina demostró que aún puede marcar la agenda. Pero el problema no es su vigencia mediática. El dilema es su vigencia política. Y más aún, su vigencia simbólica.
Pero en esta escena no está sola. Del otro lado está Javier Milei. El que venía a romper todo. El que decía "no negocio con la casta" terminó montado sobre la estructura más clásica del peronismo residual. Milei ahora tiene un problema real: Cristina le marca el terreno. Y lo hace en el único distrito donde él todavía no aterrizó con fuerza. La Tercera no es YouTube, no es TikTok, no es Twitter. Es territorio. Es puntero, es hambre, es carpa y patrullero.
Si Milei no arma una lista fuerte ahí, si no enfrenta el desafío, queda expuesto. No solo como un presidente que no pisa el barro, sino como alguien funcional a lo que dice combatir. Si se borra en septiembre y apuesta todo a octubre, lo van a esperar con el cuchillo en la mesa. Y si va y pierde, el golpe no es numérico: es simbólico. Perder con Cristina en el sur sería confirmar lo que muchos ya sospechan: que el mileísmo no tiene territorio ni estructura. Que es puro ruido, que es redes y que es golpe de efecto.
Esta elección en la Tercera es más que una elección. Es una escena fundacional para lo que viene. Cristina juega su lugar en la historia. Milei juega su rol en el presente. Y el pueblo, ese que vive lejos de los sets de televisión y más cerca de los comedores y los planes sociales, mira. Espera. Decide.
Porque, como en Costa Pobre, la política argentina es un país paralelo. Uno donde todos fingen ser lo que no son. Pero algunos todavía creen que algo puede pasar.
El verdadero poder no se detenta, se ejerce.
Frase atribuida a Juan Domingo Perón.