"Cláudio Castro Assassino Terrorista!", claman los barrios de Rio de Janeiro ante el gobernador que se alineó con Bolsonaro y desafía a Lula

Mientras la sangre corre en las favelas y se alza una operación sin precedentes en el estado bajo mando de Cláudio Castro, aparece la bandera improvisada que lo nombra "asesino". ¿Qué peso tiene su vínculo político con Luiz Inácio Lula da Silva, con Jair Bolsonaro, y con ese tablero más grande de la geopolítica regional que incluye al Norte estadounidense?

Adrián Characán
Adrián Characán

Los vecinos de los complejos de Complexo do Alemão y Penha, en el Norte de Río de Janeiro, se enfrentan esta semana al que ya fue definido como "el operativo más letal en la historia del estado autorizado por la justicia y el Gobernador Castro".

En medio del humo, del fuego, de cuerpos en la calle, y de un Estado que declara estar "en guerra", aparece una bandera improvisada: "Cláudio Castro Assassino Terrorista".

"Cláudio Castro Assassino Terrorista!", claman los barrios de Rio de Janeiro ante el gobernador que se alineó con Bolsonaro y desafía a Lula

El mandatario estatal, Claudio Castro, está en el ojo del huracán. Y no es simplemente por esta operación, sino por su trayectoria política, su alineamiento ideológico, su modo de gobernar.

¿Con quién está Castro?

  • Cláudio Castro asumió como gobernador del estado de Río de Janeiro en mayo de 2021.
  • Es miembro del partido PL (Partido Liberal), identificándose con la derecha brasileña.
  • Durante la elección de 2022 declaró públicamente su apoyo a Jair Bolsonaro y afirmó que "cuando el gobernador y el presidente tienen alineamiento total, mejor, como él y yo".
  • En ese marco, no se alinea con Lula -más bien lo ve como "la izquierda que vive en una burbuja".


En resumen: Castro se ubica en la órbita de la oposición al presidente Lula, con sintonía hacia el proyecto de Bolsonaro y la derecha brasileña.

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Río amaneció de luto... ¿por quiénes?

Desde el gobierno del estado de Río de Janeiro declararon que amanecieron de luto por los cuatro policías muertos en el operativo. Cuatro uniformados, cuatro vidas que -según la narrativa oficial- justifican la masacre. Pero nadie se pregunta por las otras ciento treinta. Nadie interroga la lógica de una guerra que se libra en barrios donde la pobreza hace las veces de culpable.

¿Valen más esas cuatro muertes que las de los jóvenes, los vecinos, los trabajadores que quedaron atrapados en medio del fuego cruzado? ¿Cómo se determina, en el caos de una favela sitiada, quién era traficante y quién apenas corría para no morir? ¿Cómo se juzga a alguien con balas, sin juicio, sin derecho a defensa, sin siquiera un nombre que figure en los diarios?

El Estado se declara de luto, sí, pero parece llorar selectivamente.

¿Cuál es la lógica de la bandera "asesino"?

Los parajes populares -favelas y comunidades marginadas- ya habían dado cuenta de la política de "mano dura" de Castro. Un estudio señala que en los primeros quince meses de su gestión, el estado vivió 39 "masacres policiales" con 178 muertos únicamente en ese periodo.

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La bandera improvisada resume ese clamor: creen que el responsable político máximo de la militarización y de la muerte de personas vulnerables es él.

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¿Y dónde entra EE.UU., el Caribe, y la prolongación hemisférica de esta disputa?

El escenario se complejiza porque esta operación ocurre en un momento en que Washington -cada vez más preocupado por el narcotráfico, las rutas de la cocaína, las redes de crimen regional- puede estar calibrando influencias en el Cono Sur. Casualmente, Trump se reunió con el Presidente de Brasil el 26 de octubre.

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Donald Trump que "habla del triunfo de Milei" o que interviene en el Caribe (Venezuela/Colombia) podría pensar en Brasil como pieza de contención o expansión.

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En ese escenario, un gobernador como Castro -que se mueve en la lógica de la derecha brasileña y con discursos tipo "estado de guerra" contra el narcotráfico- puede resultar funcional para ese tablero internacional.

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Ellos -los que escriben carteles en las paredes de las favelas, los que viven en bunkers de hierro y humo- miran hacia arriba y ponen nombre: "Cláudio Castro, assessino terrorista".

Y estamos nosotros, desde la distancia, preguntándonos: ¿sería capaz este mismo Presidente Trump que ordena  torpedear embarcaciones en el Caribe sin saber si son pescadores o no? ¿Lo harían si se tratase de la casa de un aliado de la derecha continental, como José Luis Espert (vinculado a la narrativa liberal-radical argentina) por sus vínculos con alguien como Fred Machado y el narcotráfico?

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Quizás sí. Porque la lógica es la misma: muerte en márgenes vulnerables, la impunidad del Estado, la militarización del conflicto social.

Pero lo que más duele es mirar a los rostros de esos jóvenes en la favela, hacinados, sin oportunidades, y saber que la represión no es sólo una respuesta al crimen: muchas veces es crimen de Estado.

Y si más de 130 muertos ya se cuentan (y la cifra sigue en alza) en este tipo de operaciones, es imprescindible que nosotros, como escriben los argentinos, no demos vuelta la cabeza.

Porque lo que hoy pasa en Río puede resonar mañana en Mendoza, en Buenos Aires o en cualquier rincón que piense que "la seguridad" se resuelve con balas.

Y nosotros -como ellos, como todos- tenemos que decir: basta.

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