OPINIÓN

Cierran clubes, abren heridas

Confunden derechos con privilegios, y otra vez el ajuste lo pagan los que menos tienen. Esta vez, el castigo fue para los pibes.

El gobierno que confunde derechos con privilegios sigue torciendo el rumbo. Y lo peor es que lo hace con convicción, creyendo que achicar al Estado es un acto heroico, cuando en realidad está podando los pocos hilos de tejido social que todavía nos quedan. Esta vez, el ajuste le pegó a los clubes de barrio. Esta vez, el castigo fue para los pibes.

Por Martín Tula | martin.tula@portada.com.ar

¿Por qué hablo de una confusión entre derechos y privilegios? Porque los privilegios verdaderos no están en los clubes ni en las escuelas, ni en el sistema público de salud, ni en los comedores populares. Están en otro lado. En la política, por ejemplo, siguen disfrutando de choferes, custodios y asesores que solo escriben declaraciones de interés, papeles que no tienen fuerza de ley ni efectos concretos. Son humo. Son placebo institucionales lo utilizan en Nación, Provincias y Ciudad de Buenos Aires, ninguna está excenta, oficialismo u oposición usan de igual manera esta modalidad que solo nos genera gasto y ningún beneficio.

Privilegios tiene la SIDE, que no sólo no sufrió recortes, sino que recibió un aumento de presupuesto escandaloso: más de 80.000 millones de pesos. Ya ejecutó la mitad y está por alcanzar todo lo que gastó durante 2024. De ese monto, el 20% va directo a gastos reservados. O sea: sin control, sin rendición de cuentas, sin transparencia. ¿A dónde va esa plata? Nadie lo sabe, en realidad alguien sí lo sabe y es Santiago Caputo. Y parece que a nadie le importa.

Privilegios tienen los grandes grupos económicos que operan desde Tierra del Fuego y gozan de exenciones impositivas impensadas para cualquier pyme de cualquier otra provincia. Privilegios tienen funcionarios que pasaron de hacer tortas en redes sociales a manejar la agenda del presidente. Pero claro, después se llenan la boca hablando de "la casta" y de que vinieron a terminar con los privilegios. ¿A cuáles se referían?

Los derechos, en cambio, son otra cosa. Son lo que nos corresponde a todos. Son la salud, la educación, el acceso a la alimentación, la posibilidad de vivir con dignidad. Derecho es que usted querido lector, pueda leerme y sentirte representado si así lo considera. Derecho es que los chicos de su barrio tengan un espacio para crecer, para aprender, para jugar y para soñar.

Y sin embargo, el gobierno volvió a atacar esos derechos. Volvió a pegar donde más duele: a los que no pueden defenderse. Esta vez, le tocó a los clubes de barrio.

Muchos piensan que un club es apenas una cancha o un gimnasio. No entienden nada. Es un lugar de contención. Es una comunidad. Es un refugio en medio del desastre. En un país cada vez más desigual, cada vez más violento, donde los chicos ya no pueden jugar en la vereda ni en la plaza sin miedo, el club es el último espacio seguro que les queda.

Ahí se enseña deporte, sí. Pero también se enseñan valores. Se aprende a convivir con otros distintos. Se aprende que hay normas, que hay esfuerzo, que hay compañerismo. Se genera empatía. Se aprende a perder. A ganar con humildad. A compartir. Y muchos de esos chicos no pagan un peso, porque los clubes -sin hacer marketing ni buscar likes- los becan sin no pueden pagar la cuota. Porque entienden que si ellos no los contienen, nadie lo va a hacer.

Además, los clubes generan trabajo. Profesores, entrenadores, personal de mantenimiento, buffet, ferias, torneos, etc. Mueven la economía local y construyen vínculos. Pero eso no se ve desde una planilla de Excel ni desde un streaming.

Hoy, la cuota promedio de un club ronda los 30 mil pesos. Para muchas familias pagar esta cuota es un sacrificio enorme que a veces hasta se vuelve imposible. Conociendo esta realidad si los clubes desaparecen, ¿a dónde van a ir esos chicos? ¿Qué espacio los va a recibir? ¿Qué red va a contenerlos? ¿Qué futuro les queda? ¿La calle? ¿La esquina? yo le respondo. Le queda la nada misma.

¿Esto les parece justo? seguramente usted ya se respondió la pregunta y me juego que conozco esa respuesta y es no.

Desde el kirchnerismo en adelante, la educación pública viene en caída libre. Generaron una generación zombi. Una generación sin rumbo y pérdida. Ahora, este gobierno va por lo único que quedaba: el club de barrio. El lugar donde se formaban las últimas reservas de valores, de solidaridad, de comunidad. El último bastión. El que todavía resistía. Y también lo quieren borrar.

¿Y cuál fue la excusa para el recorte? Que un club de regatas en Olivos y otro en Belgrano pagaron menos luz de la que debían. Que el de Belgrano pagó 13 millones cuando debían 22 porque utilizó el beneficio del subsidio. En vez de revisar esos casos puntuales, decidieron cortar todo. A todos por igual. Aunque sólo 2.000 de los más de 20.000 clubes del país recibían el subsidio que representaba apenas el 0,70% del PBI. Y que cubría el 40% de los servicios. Una ayuda mínima, pero vital.

¿Y qué hacen ahora? Les exigen volver a iniciar el trámite. Una vez más, la burocracia kafkiana del Estado. Ayer, hoy, siempre: trámites que demoran meses o años. Papeles que nadie revisa de manera rápida. Requisitos imposibles de cumplir. Y mientras tanto, los clubes se funden. Desaparecen. Y con ellos, se esfuma también la infancia de miles de pibes.

Este no es un ajuste. Es un abandono. Es mirar para otro lado mientras se destruye lo que todavía funcionaba. Porque si destruir clubes es una medida de gobierno, entonces lo que están gobernando no es un país. Es otra cosa. Y lo estamos pagando todos.

Un club no es un montón de paredes. Es la historia de uno. Es la historia de todos.

Luna de Avellaneda.

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