Justicia amputada
Un fiscal desplazado a dedo, una fiscal con vínculos políticos, un juez que negó la prisión domiciliaria con un argumento insostenible y teléfonos secuestrados que jamás se abrieron. El caso de Cacho Garay expone y debilita la salud misma de la justicia.
Lo que está en juego no es solo la carrera de un humorista, sino su salud y la salud misma de la justicia.
Un proceso con demasiadas sombras
- Un fiscal desplazado a dedo y reemplazado sin respetar el orden legal.
- Una fiscal con vínculos políticos, la presunta víctima que, en este caso es (o fue) amiga de la esposa del gobernador del momento y testigo, y actuaciones parciales.
- Un juez que negó la prisión domiciliaria con un argumento insostenible: habló de 200 metros de distancia entre Garay y la denunciante, cuando en realidad los domicilios están a más de veinte kilómetros.
- Teléfonos secuestrados que jamás se abrieron, videos mencionados y nunca aportados, partícipes que aparecen en la primera versión y luego desaparecen del territorio.
Garay entregó su celular para que fuera peritado. No borró nada, no lo destruyó, no usó instructivos como los que en este momento circularon desde un ministerio para "limpiar" dispositivos. A diferencia de otros -Spagnuolo, laboratorios poderosos, funcionarios de Nación-, él ofreció todo. La Justicia, en vez de avanzar, demora. Y esas demoras duelen.
La mirada que incomoda
Fue en una amplia nota publicada en MDZ por el periodista y profesor Ariel Robert donde se expuso con claridad que el caso Garay no solo expone la actualidad del artista, sino que pone en tela de juicio a todo un sistema. Porque cuando las irregularidades se acumulan y las garantías se vulneran, lo que tambalea no es la vida de un solo hombre, sino la credibilidad de la justicia.
Entre la política y la imparcialidad perdida
Cuando Cristina Fernández habló del "poder real" , dejó en claro que lo que se dirime en ciertos procesos no son nombres propios, sino la democracia misma. En Mendoza, un humorista fue condenado en los medios y castigado en tribunales sin pruebas firmes. El amputado no es solo él: es la justicia, reducida a apéndice del poder ejecutivo de turno.
Daño irreparable
El encierro prolongado, la condena social, el tratamiento inadecuado de su diabetes. El saldo: la amputación de dedos de su pie izquierdo. Una marca física y moral irreversible. Porque incluso si mañana fuese absuelto, ¿quién le devuelve la salud perdida, la dignidad manchada, la risa arrebatada?
Todo tiene que ver con todo
Este proceso, en su inicio lo encontró con buena salud. Y en medio de este tortuoso trámite, que aún no se dirime, le provocó un daño moral y físico que lo incapacita. Paradójico y cruel: en un país donde el sector de discapacidad es hoy tan cuestionado, por los manejos de presunta corrupción ,que involucran a funcionarios, laboratorios y a la hermana del presidente Karina Milei, un encierro injusto e innecesario terminó siendo el detonante de esa discapacidad. Ahora, seguramente, Garay deberá atravesar trámites interminables para demostrar que ya no tiene plena capacidad. Se podría decir, con ironía amarga, que todo se lo debe al sistema judicial y al poder ejecutivo de turno.
Hoy la sentencia no está en los tribunales.
Flota en el aire, amarga y urgente, una sola pregunta: ¿será justicia?.







