Un puente necesario entre la academia y el mundo real

Esta vez, la Asociación de Ejecutivos de Mendoza (AEM) y la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA decidieron no mirar para otro lado y firmaron algo más que una "carta de intención": decidieron tender un puente.

Adrián Characán
Adrián Characán

A veces, las mejores noticias no salen en los grandes titulares. Se gestan en escritorios modestos, entre tazas de café y voluntades que todavía creen en la colaboración como herramienta transformadora. Esta vez, la Asociación de Ejecutivos de Mendoza (AEM) y la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA decidieron no mirar para otro lado y firmaron algo más que una "carta de intención": decidieron tender un puente.

Un puente necesario entre la academia y el mundo real

Un puente que, si lo cruzan con decisión, puede cambiar la manera en que las empresas mendocinas y sus líderes se forman, se piensan y se proyectan. Porque sí, en un mundo donde la tecnología avanza más rápido que las propias emociones humanas, alguien tenía que decirlo: la academia sola no alcanza, pero sin ella tampoco se puede.

Un puente necesario entre la academia y el mundo real

La intención, dicen, es buena. Y no sólo eso: es concreta. Quieren generar un acuerdo marco que permita a los socios de AEM acceder con privilegios a las propuestas de formación de la Facultad. No como clientes, sino como aliados. Porque cuando se entiende que el desarrollo humano y el empresarial no son enemigos, sino partes del mismo músculo, se empieza a dejar de repetir slogans para pasar a construir realidades.

Jorge Mosso, presidente de AEM, no se anduvo con rodeos: "Es un acuerdo que permitirá que nuestros asociados accedan a herramientas claves para potenciar su actividad". Herramientas, dijo. No promesas. No gurúes. Herramientas. Porque hace rato que el empresario argentino -sobre todo el del interior- dejó de creer en las fórmulas mágicas y empezó a buscar cosas que le sirvan de verdad.

Un puente necesario entre la academia y el mundo real

Desde la UBA, el subsecretario Hernán Piotti destacó que este compromiso es apenas el primer paso, pero no uno cualquiera. "Van a poder participar de todas las actividades de la universidad con privilegios", aseguró, con ese tono de quien sabe que la academia, si no se abre, se queda sola hablando en voz alta.

Formarse para no desaparecer

Los desafíos del siglo XXI no esperan. Las empresas lo saben. La universidad empieza a entenderlo. Las nuevas demandas del mundo empresario -según los propios referentes de AEM- ya no pasan sólo por saber de balances o tener calle: hoy se exige adaptabilidad, creatividad, liderazgo, capacidad de análisis, y una montaña rusa emocional que obliga a gestionar los propios estados de ánimo... y los ajenos.

No es casual que entre las habilidades más buscadas estén las competencias digitales, la inteligencia emocional, y la comunicación empática. Suena raro, sí. Pero es real. El jefe que no escucha, que no comprende, que no actualiza su software interno, queda fuera del juego. Y no hay MBA que lo salve.

"La velocidad del cambio a veces supera la capacidad del sistema académico para adaptarse", dijo Mosso. Y tiene razón. Algunas instituciones ya lo entendieron. Otras siguen mirando viejos programas como si estuviéramos en los noventa. Pero la realidad entra por la ventana. Y no espera.

Un puente necesario entre la academia y el mundo real

Lo que exige el presente

¿Qué perfil de ejecutivo se necesita hoy? La respuesta no se encuentra en ningún manual. Pero sí en el sentido común del que escucha más de lo que habla. Liderazgo efectivo, pensamiento crítico, uso inteligente de datos, empatía, capacidad para trabajar en equipo y para gestionar procesos de cambio.

En criollo: gente que no sólo sepa prender la computadora, sino también leer el clima emocional de su equipo. Gente que se anime a decir "no sé" y buscar ayuda. Gente que no le tenga miedo al aprendizaje.

Una oportunidad que no deberían dejar pasar

Dicen que este acuerdo incluye cerca de 50 propuestas académicas, todas online, todas certificadas por la UBA. Dicen también que se trabajará con casos reales del ecosistema mendocino, y que los docentes serán empresarios, emprendedores, expertos que conocen el barro del día a día. Ojalá sea cierto. Ojalá los papeles se conviertan en prácticas. Ojalá este puente se cruce de ambos lados.

Porque si algo quedó claro en los últimos años, es que solos no vamos a ningún lado. Ni la academia sin la calle. Ni la empresa sin ideas.

Ni el país sin una dirigencia que entienda que formar mejores personas también es hacer mejores negocios.

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