Redefinamos las clases: ¿en qué categoría estás?

"Clase media", "clase alta", "los pobres", "los super ricos". Las usamos para definirnos, para diferenciarnos, a veces para protegernos.

Adrián Characán
Adrián Characán

 Hay palabras que repetimos sin pensar. "Clase media", "clase alta", "los pobres", "los ricos". Las usamos para definirnos, para diferenciarnos, a veces para protegernos. Pero ¿sabemos realmente de qué hablamos cuando hablamos de clases sociales?.


Redefinamos las clases: ¿en qué categoría estás?

Nos debemos una conversación sincera, urgente, casi íntima: ¿en qué clase estamos? ¿Cómo se mide eso? ¿Por lo que ganamos? ¿Por lo que nos alcanza? ¿Por lo que soñamos? ¿Por los lugares que dejamos de habitar o por los que apenas aspiramos a rozar?.

Un espejo roto

Redefinamos las clases: ¿en qué categoría estás?

Durante décadas nos enseñaron que existían tres grandes grupos: la clase baja, la clase media y la clase alta. Pero como todo en estos tiempos, las definiciones se diluyen, se fragmentan, se distorsionan. La clase media, por ejemplo, sigue creyendo que lo es, aunque ya no puede pagar la prepaga, ni mandar a sus hijos a una escuela privada, ni tomarse vacaciones, ni cambiar el auto, ni sostener una vida más o menos decorosa. A veces, ni el alquiler.

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Y sin embargo, aún muchos se miran en ese espejo roto y se sienten parte de un lugar que ya no habitan. Quizás por miedo. Quizás por orgullo. Quizás porque duele admitir el descenso.

¿Y si lo pensamos de nuevo?

Tal vez sea hora de redefinirlo todo. No por capricho, sino por justicia. Porque la realidad cambió y porque la información que nos atraviesa -muchas veces manipulada por medios funcionales al poder- nos lleva a tomar decisiones que juegan en contra de nosotros mismos.

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Gobiernos nacionales y populares como el de Cristina intentaron poner en discusión estos temas. Se trataba, ni más ni menos, de igualar el punto de partida. Que todos tuvieran acceso a una computadora, a una vivienda digna, a una escuela pública de calidad. Que luego, cada quien siguiera su camino, con sus ambiciones o su elección de vida sencilla. Pero al menos que todos arrancaran desde la misma línea de largada.

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Su hijo, Máximo, lo explicó hace poco: la verdadera justicia social no es que todos terminen igual, sino que todos empiecen igual.

Los ricos... y los otros

Cuando hablamos de "los ricos", también estamos siendo imprecisos. Porque no es lo mismo un profesional acomodado que vive bien y llega a fin de mes, que quienes concentran miles de millones de dólares, controlan empresas que definen el rumbo del planeta y tienen más poder que muchos Estados.

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Ahí entran los llamados súper ricos. No estamos hablando de gente con un buen pasar. Estamos hablando de magnates como Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, el dueño de Amazon, o el creador de Aliexpress. Gente que puede lanzar cohetes al espacio, modificar algoritmos que condicionan elecciones o comprar medios de comunicación como quien cambia de camisa.

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En Argentina también hay una elite económica concentrada. Se estima que alrededor de 1.500 familias poseen una porción descomunal de la tierra, del capital, de los negocios, uno de sus exponentes más conocido y nuevo super rico Marcos Galperín. Y no solo eso: también del poder simbólico y político.

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Estos personajes no son solo ricos. Son una categoría distinta. Son intocables, inalcanzables, invisibles muchas veces. Y juegan su propio juego.

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Las categorías ya no alcanzan

Hoy, hablar de "izquierda" o "derecha", de "capitalismo" o "comunismo", suena antiguo. China se presenta como comunista, pero funciona como una de las economías más mercantilistas y productivistas del planeta. Estados Unidos se dice defensor de la libre empresa, pero subsidia a sus empresas y vigila al mundo con el poder de su inteligencia artificial , como lo harían los servicios soviéticos.

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Nada es puro. Nada es tan lineal.

Y mientras tanto, las clases populares siguen luchando. Las clases trabajadoras resisten como pueden. Y la clase media, confundida y golpeada, vota muchas veces contra sus propios intereses, seducida por promesas de una libertad que no llega, o por un odio que solo la hunde más.

Lo que verdaderamente importa

Redefinir las clases no es una obsesión académica. Es una necesidad urgente. Porque no se puede diseñar una sociedad más justa sin saber dónde estamos parados. Porque no se puede exigir meritocracia si no se garantiza un piso común de oportunidades.

Porque no se puede hablar de libertad sin antes hablar de igualdad real.

Y porque no hay verdadera democracia si una minoría concentra todo y una mayoría sobrevive apenas, anestesiada, endeudada, silenciada.

No se trata de igualar a todos. Se trata de dar a todos el derecho de empezar desde un lugar digno. Con comida, salud, educación, tierra, trabajo. Lo demás -lo que cada uno haga con eso- será una decisión personal.

Pero el punto de partida debe ser común.

¿Dónde estás vos? Una guía orientativa según tus ingresos

Más allá de las etiquetas, a veces necesitamos una brújula concreta. Una referencia para saber, con números reales, dónde estamos parados. No es una definición absoluta ni determinante, pero sí una ayuda para que cada uno pueda pensarse sin engaños ni eufemismos.

Tomando como base una familia tipo (dos adultos y dos menores), se puede hacer esta clasificación estimativa:

  • Indigencia: si tu hogar no supera los $620.000 por mes, estás en situación de indigencia. Eso quiere decir que ni siquiera alcanza para cubrir una canasta alimentaria básica.
  • Pobreza: si tu ingreso mensual familiar está entre $620.000 y $1.150.000, estás en situación de pobreza. Cubrís la comida, pero no los servicios esenciales como transporte, vivienda, ropa o educación.
  • Vulnerabilidad o clase media baja frágil: entre $1.150.000 y $1.800.000 mensuales. Tenés una vida con lo justo, sin margen para imprevistos. Vivís con miedo al descenso.
  • Clase media: si tu hogar gana entre $1.800.000 y $5.700.000 por mes, sos parte de la clase media. Es probable que tengas un auto, algún electrodoméstico caro, y accedas a una prepaga o escuela privada. Pero también es muy probable que vivas endeudado, con tarjeta al límite y con gastos fijos que no paran de subir.
  • Clase media alta / sector acomodado: ingresos mayores a los $5.700.000. Accedés a una buena calidad de vida: podés viajar, invertir, ahorrar, y no estás tan expuesto a la inflación.
  • Clase alta: en Argentina, menos del 5% de la población forma parte de este selecto  grupo. Son quienes tienen capacidad de acumular, multiplicar su capital y vivir del ingreso del capital más que del trabajo.

Redefinamos las clases: ¿en qué categoría estás?

Y por fuera de todo esto, están los ultra ricos, que ni siquiera entran en estas escalas. Porque manejan empresas, bienes y patrimonios valuados en millones o miles de millones de dólares. Son otra liga. Otro mundo.

Ahora sí: ¿en qué clase estás? ¿Dónde te ubicás vos y dónde ubicarías a los que querés? ¿Qué margen tenés para caer o para ascender? ¿Y qué sociedad queremos construir, sabiendo esto?

Redefinamos las clases. Redefinamos el nosotros. Porque si no sabemos de qué clase somos, es probable que otros decidan por nosotros. Y lo hagan, como tantas veces, en nuestra contra , con una motosierra que vimos la tenía en su mano.

Redefinamos las clases: ¿en qué categoría estás?
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