Redadas en Los Ángeles: arrastrados por la migra, refugiados entre góndolas

Cuando la patria duele, no alcanza con cerrar las fronteras: también hay que blindar el alma.

En Los Ángeles -esa ciudad que siempre parece estar al borde de la promesa y del abismo- los días se vuelven espesos, cargados de uniformes, sirenas y miedo. Otra vez, como si la historia no aprendiera de sí misma, los que vinieron a trabajar, a sobrevivir, a buscar lo que el sur les negó, vuelven a ser tratados como enemigos.

El presidente Donald Trump, en una muestra de fuerza que muchos consideran provocadora, firmó un memorándum para federalizar 2.000 efectivos de la Guardia Nacional. Lo hizo bajo el Título 10 del Código de Servicios Armados, asumiendo control directo de las tropas, incluso sin la aprobación del gobernador.

Y no se quedó en el silencio. Trump escribió:

Gran trabajo de la Guardia Nacional en Los Ángeles después de dos días de violencia, enfrentamientos y disturbios... No se permitirá el uso de máscaras en las protestas. ¿Qué tienen que ocultar estas personas?... De nuevo, gracias a la Guardia Nacional por un trabajo bien hecho.

La respuesta no tardó en llegar. Desde California, el gobernador Gavin Newsom alzó la voz:

La Guardia Nacional no es necesaria y... esa decisión es deliberadamente provocadora y solo servirá para escalar las tensiones.

Y en una carta directa al expresidente, le marcó la cancha:

Esto representa una grave violación de la soberanía estatal.

Por su parte, la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, también tomó distancia de la avanzada:

Como alcaldesa de una ciudad orgullosa de sus inmigrantes... estas tácticas siembran terror en nuestras comunidades... Esto responde a otra agenda. No se trata de seguridad pública.

Mientras tanto, en las calles, el operativo migratorio dejó al menos 118 personas detenidas en una semana. Se viralizaron videos donde se ve a agentes de ICE interceptando jornaleros en estacionamientos, negocios, hasta dentro de supermercados. La sensación era una sola: persecución.

Muchas personas indocumentadas, por miedo a ser arrestadas, se han refugiado en carnicerías, supermercados, peluquerías, depósitos, negocios de barrio. Aguardan en silencio, detrás de una cortina o bajo una escalera, para evitar que los atrape la migra, como le dicen allá a los agentes de inmigración. No están escondiendo un crimen. Están intentando no desaparecer.

Desde México, la presidenta Claudia Sheinbaum se expresó con firmeza:

Es importante que los migrantes no sean tratados como criminales, son personas que buscan un futuro mejor.

No se trata de romanticismo ni de falsas épicas. Se trata de recordar que esas personas que cruzaron la frontera no vinieron con armas, vinieron con esperanzas. Que no trafican odio, sino que buscan oportunidades. Y que el trabajo honesto no debería ser motivo de redada.

En este contexto, hasta las ironías parecen necesarias para sobrevivir. En un acto reciente en Corrientes, Cristina Fernández de Kirchner se refirió a su veto de ingreso a Estados Unidos. No lo dijo con rencor, sino con una sonrisa seca, de esas que resumen décadas:

Yo agradezco que no me dejen entrar a Estados Unidos. Miren lo que está pasando ahí. Se pelean Elon Musk y Trump, y ahora el otro sube un video del que se suicidó en la cárcel, que tenía una isla donde se hacían fiestas con menores. No, gracias. Yo paso.

Y sí. A veces, decir "yo paso" es un acto de dignidad.

No hay cura villero en esta historia, porque no es la villa. Es el imperio. Pero sí hay defensores de derechos humanos, abogados sin corbata, voluntarios, vecinos comunes que se niegan a mirar para otro lado.

Y aunque allá el sueño americano se desarma con cada patrullero, cada flashbang, cada niño que llora en una redada, desde acá -del otro lado del continente- sabemos que no hay documento que borre el derecho a tener una vida mejor.

Porque la patria, la verdadera patria, no tiene frontera. Y cuando duele tanto defenderla, es porque aún nos importa.

Ojalá que nuestro presidente Javier Milei, tan alineado con el presidente imperialista del norte, no emule estas medidas contra la comunidad de extranjeros que se encuentran en nuestro país.

Porque si algo nos enseñó nuestra historia, es que el odio al distinto no construye. Solo arrasa.