HALLAZGO

Misterio bajo tierra: los huesos que hablaron en la casa de Cerati

Un hallazgo convirtió en pesadilla lo que para muchos fue un ícono del arte y la bohemia porteña. La casona de Avenida Congreso al 3700, con más de cien años de historia, fue durante años hogar de artistas, testigo de acordes y pinceladas, de amores contrariados y de tardes infinitas.

Adrián Characán
Adrián Characán

En Coghlan, los árboles ya no susurran canciones

Un hallazgo reciente convirtió en pesadilla lo que para muchos fue un ícono del arte y la bohemia porteña. La casona de Avenida Congreso al 3700, con más de cien años de historia sobre sus cimientos, fue durante años hogar de artistas, testigo de acordes y pinceladas, de amores contrariados y de tardes infinitas. Allí vivió Gustavo Cerati a comienzos del 2000. Hilda Lizarazu pasó también. Marina Olmi, artista plástica y hermana del actor Boy Olmi, fue su última propietaria.

Pero hoy ese lugar ya no respira belleza. Respira misterio. Horror.

Una cuadrilla de demolición había comenzado a trabajar en la vieja casa, que sería reemplazada por un edificio moderno. La piqueta, sin quererlo, golpeó más allá de la materia. Un muro vencido reveló la verdad: huesos humanos en el patio.

No una tibia de animal, no una broma macabra. Restos reales. Enterrados. Silenciosos durante décadas.

Una casa con memoria

El periodista Julián Padilla fue el primero en contar lo que ya recorre los pasillos del barrio como un secreto a gritos. Y la historia comenzó a escribirse otra vez. El hallazgo paralizó la demolición. Llegó la Policía de la Ciudad, intervino la fiscalía de Martín López Perrando, y comenzó el desfile de peritos forenses que ahora tienen la responsabilidad de fechar los huesos, interpretar su procedencia, desenterrar la verdad que guarda el subsuelo.

Marina Olmi, contactada por Padilla, volvió a esa casa con la memoria. Recordó haberla comprado junto a su exmarido, hace más de 30 años, a un heredero de una familia alemana. "La casa era viejísima", dijo. "La había hecho el padre de la señora que me la vendió. Hace por lo menos 100 años".

El dato no es menor. Ese terreno, cuentan los vecinos más antiguos, fue alguna vez un establo y una capilla en tiempos coloniales. Más tarde funcionó como geriátrico. Ahí las hipótesis se abren como abanicos: ¿un entierro religioso olvidado? ¿Un crimen jamás denunciado? ¿Un procedimiento irregular durante la época en que albergaba ancianos, cuando la muerte era parte del día a día?.

La casona de Avenida Congreso al 3700, con más de cien años de historia sobre sus cimientos.

La casona de Avenida Congreso al 3700, con más de cien años de historia sobre sus cimientos.

Las voces que no se escucharon

Durante años, quienes pasaban por allí pensaban en Cerati. En la música. En los tiempos mejores. Pero la misma casa que alojó melodías y cuadros, también tenía, según la propia Marina, "un lado oscuro".

"Donde hice la pileta había una especie de situación rara", contó. "Una casilla de madera y cosas extrañas, dejadas por los anteriores dueños".

Como si la casa no hubiese terminado de hablar. Como si cada reforma fuera un diálogo pendiente con su pasado. Como si el subsuelo, paciente, supiera que tarde o temprano le quitarían el velo.

El tiempo no pide permiso

Hoy la casa está clausurada. No hay demolición, no hay planos, no hay futuro inmediato. Solo restos que esperan ser leídos. La muerte, cuando es clandestina, convierte cualquier suelo en un mapa. Y este, al parecer, tiene muchas capas.

No hay pruebas que relacionen los huesos con el período en que Cerati vivió allí. Pero el morbo ya hizo su trabajo. La noticia viaja por redes, medios, grupos de WhatsApp. La casa de Cerati. Los huesos. El misterio.

Gustavo Cerati lo decía con la claridad de quien sabía que las palabras son refugio: "No hay nada mejor que casa", cantaba en Té para tres, ese tema íntimo y doloroso que escribió mientras su padre enfermaba. Años después, insistió con la idea en otro tema menos conocido, Casa , como si el deseo de un espacio propio, habitable, emocional, fuera una constante en su vida. Por eso el hallazgo reciente estremece aún más 

Y mientras se aguardan los resultados forenses, una certeza se instala: el pasado no siempre es pasado. A veces, permanece. Callado. Bajo tierra. Esperando un derrumbe. 

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