Mercado Libre de responsabilidad, de honestidad y de compromiso con el cliente
¿Cuánta responsabilidad le cabe a un gigante como Mercado Libre, que gana con cada transacción, sin generar empleo de calidad ni tributar como corresponde?
Desempleo creciente, evasión estructural. En junio de 2025, la desocupación en Argentina alcanzó el 7,9%. Cerca de 1,8 millones de personas sin trabajo, mientras el país ve cómo un puñado de plataformas digitales se apodera del mercado, disminuye la competencia, precariza el trabajo y asume cero responsabilidad social.
¿Cuánta responsabilidad le cabe a un gigante como Mercado Libre, que gana con cada transacción, sin generar empleo de calidad ni tributar como corresponde?
Cuerpo puesto, derechos ausentes
Los que sostienen este sistema no figuran en los rankings de Forbes. Son los repartidores.
Ponen su cuerpo, su bicicleta, su moto, su auto. A cambio, reciben lo mínimo. No tienen obra social, no tienen ART, no tienen aguinaldo. No tienen descanso. Solo tienen la ilusión de que, si entregan lo suficiente, tal vez paguen el alquiler. Tal vez.
La precariedad de estos trabajadores no es un efecto colateral: es el modelo de negocios. Disfrazado de eficiencia, el algoritmo lo que hace es ahorrarle derechos al patrón.
El desprecio por el interior: el algoritmo del tonto
En las provincias, el sistema juega con ventaja. En Mendoza, San Juan, Salta, Formosa, La Pampa los usuarios reciben productos vencidos, usados, rotos, exhibidos. Nadie los protege. ¿Por qué? Porque el sistema sabe que el del interior no va a devolver nada: le queda lejos, no tiene impresora, no tiene tiempo, no tiene cómo.
Y mientras tanto, Mercado Libre sigue premiando al vendedor que estafa, porque el que genera comisiones, gana.
Casos reales: impunidad programada
• En septiembre de 2024, alguien compró una heladera por $1.700.000. Nunca llegó. El dinero no fue reembolsado. El vendedor sigue vendiendo. Mercado libre se comportó como Poncio Pilatos, se lavo las manos.
• En otro caso, un comprador recibió bombas trifásicas en vez de monofásicas. Estaba en otra provincia. No pudo devolverlas. Perdió dinero. No hubo sanción al vendedor. Se tuvo que quedar con un producto que no necesitaba. Estos son solo dos ejemplos de los cientos de miles de usuarios que se han visto perjudicados por el reglamento leonino, inconsulto y unilateral que protege, únicamente, los interese de Galperín.
No son errores. Es la norma. Mercado Libre se encoge de hombros, mientras sigue cobrando.
Reglamento leonino: el contrato que nunca firmaste
Mercado Libre se presenta como "intermediario" cuando hay conflicto, pero es socio cuando se cobran comisiones. El reglamento está hecho para que nunca pierdan ellos. Y el Estado no interviene, no regula, no impone límites. Siempre estarán del lado del que paga comisión, el vendedor, que a su vez aumenta el valor del producto. ¿Mercado Libre, sabían que quién paga la comisión es el que compra?.
El falso descuento: el impuesto a la ignorancia
En los supermercados ya es moneda corriente: "20% de descuento si pagás con Mercado Pago". Pero, ¿quién paga ese 20%? ¿El comercio? ¿Galperín? ¿Nosotros?
¿No será que ese mismo supermercado nos cobra un 20% de más todos los días, para que el "descuento" parezca un regalo?
¿No será que es el algoritmo el que define cuánto tenemos que sentir que ahorramos?
El banco paralelo: créditos usureros y seguros por todo
Mercado Libre ya no solo vende. También presta a tasas impagables, especialmente a usuarios sin acceso bancario. Además, vende seguros para la vida, el hogar, celulares, electrodomésticos, seguros de compra protegida. Es banco, aseguradora, cobrador. Sin regulación. Sin obligación.
Un negocio perfecto: te vende, te cobra, te financia y te asegura lo que te vendió. Todo desde una app.
Galperín y la república de los que no tributan
Marcos Galperin vive en Uruguay. No por inseguridad. Sino porque Uruguay le ofrece beneficios fiscales. Porque es el lugar perfecto para alguien que cobra comisiones en la Argentina pero no paga impuestos como cualquier pyme de barrio.
El tuit que dijo todo
En 2025, el traidor a la patria, como será recordado por los libros de historia, y ex director de Vialidad, Javier Iguacel, celebró en redes haber iniciado la causa contra Cristina Kirchner que terminó con su prisión domiciliaria. Marcos Galperin le respondió el 10 de junio del 2025 a las 5:32 con un escueto: "gracias."
Un "gracias" que vale por un editorial. Un mensaje de adhesión al injusto castigo judicial de quíen defendía la intervención del Estado, la distribución del ingreso, el control a los grandes grupos económicos. Un CEO aplaudiendo la eliminación de obstáculos para su expansión, al mejor estilo Elon Musk.
¿Quién es el héroe? ¿Quién el villano?
El presidente Javier Milei llamó "héroes" a los empresarios que evadieron impuestos, que burlaron controles, que escaparon del Estado. En su discurso, evadir es resistir. El evasor es libertario.
Entonces, ¿Jorge Castillo, "el Rey de La Salada", es un héroe o un villano?
Porque Castillo también vendía. Pero lo hacía para darle ropa nueva a los más humildes. A precios accesibles. Lo metieron preso. Lo estigmatizaron.
Galperín, en cambio, vive libre, intocable, blindado por su mercado, cobrando comisiones hasta por pagar un impuesto, servicio, hasta participa de las comisiones que pueda recibir un mozo en un restaurante que le paguen su propina con Mercado Pago, o cuando se pide un delivery por estas aplicaciones de PedidosYa u otra, el gana su comisión. Simplemente es un presencia que participa y se sirve de hasta un taxista o un Uber. Si no estará, presente si la moto, el auto se rompe, o quizá sí, si se compran los repuestos con Mercado Pago. Es omnipresente como Dios, pero comisionando por todo.
¿Será por el tipo de clientes a los que les vende uno y el otro?
¿Entonces los que crearon y difundieron una cripto moneda trucha para estafar a miles de personas serían superhéroes?
¿O más bien próceres de esta nueva patria anarco-capitalista, que actúa como un gobierno de facto?
Porque si evadir es sinónimo de libertad, entonces estafar será apenas una forma creativa de inversión.
Y el delito, una anécdota en la cruzada contra el "colectivismo opresor".
Mientras tanto, los que pagan impuestos, facturan en blanco, y sostienen escuelas, hospitales y jubilaciones...
¿Qué son, tontos útiles?
Espert, candado y cloaca institucional
En octubre de 2024, José Luis Espert violó, de manera violenta y patoteríl una clausura municipal en La Matanza, rompió un candado y habilitó el avance de una obra de Mercado Libre en terrenos fiscales, sin permiso municipal. Dijo que defender a Galperín era "defender la libertad".
Pasó por encima de la normativa de la intendencia para servir al poderoso.
Así se construyen las naves gigantes del mercado "libre": a fuerza de ilegalidad, protección política y desdén por el bien común.
Mercado Libre, un monstruo en números
- 67 millones de compradores únicos en Latinoamérica.
- 61 millones de usuarios activos en Mercado Pago.
- Presencia en 18 países.
- Miles de comercios cerrados en Argentina.
- Cero autocrítica.
- Cero límites.
También resulta, cuanto menos, contradictorio que Mercado Libre opere en Venezuela.
Sí, en Venezuela.
Ese país al que la derecha argentina -la misma que idolatra a Marcos Galperín- acusa de dictadura, populismo y comunismo.
Ese país al que supuestamente no se debería pisar "por principios", ni mucho menos hacer negocios.
Sin embargo, ahí está Mercado Libre.
Ahí está Galperín.
Facturando. Expandiéndose. Enriqueciéndose.
¿Será que la ambición le ganó a los principios?
¿O será que los principios sólo se aplican cuando hay poco margen de ganancia?
Porque si uno sigue esa lógica ultraliberal, tan purista y antisocialista, este "emprendedor ejemplar" jamás debería operar en un régimen como el venezolano, según consideran ellos.
Pero claro, cuando se trata de hacer negocios, las fronteras ideológicas desaparecen, y los regímenes ya no son tan autoritarios si el negocio es rentable.
Un ejemplo más de cómo la coherencia ideológica se diluye frente a una buena caja diaria en dólares.
Con la nuestra
La comparación con Amazon es clara:
Mientras Jeff Bezos desarrolló su imperio sin subsidios directos del Estado norteamericano, Marcos Galperín recibió en un solo año hasta 450 millones de dólares en beneficios estatales, exenciones impositivas y programas de incentivo.
Y aun así, elige radicar su empresa fuera del país.
Apoya gobiernos que piden más ajuste, menos Estado, menos derechos.
Hoy su fortuna crece mientras millones se endeudan, los pequeños vendedores son exprimidos, y los reclamos caen en respuestas automáticas sin solución.
Sí, sin duda Galperín es un genio.
Pero creció con la nuestra.
La patria es la app
¿Por qué el Estado no puede hacer lo mismo?
¿Por qué no puede ser el Estado quien intervenga, garantice, y regule de forma transparente el comercio digital del país?
¿Por qué nos resignamos a que todo lo administre una empresa privada que "lo quiere todo para ella"?
Mercado Libre ha creado una dependencia total, convirtiéndose en un intermediario obligatorio para millones de operaciones cotidianas. Es la góndola, la caja registradora, el banco, el flete, el seguro...
Y nadie puede salir de ese circuito, porque no hay otra opción.
Eso se llama pérdida de soberanía comercial
Y mientras Galperín se enriquece a niveles obscenos, el trabajador pierde poder de compra, la clase media se funde pagando comisiones, y los vendedores independientes se ven forzados a aceptar condiciones usureras o quedar fuera del sistema.
¿Y el narcotráfico?
No acusamos, pero sí preguntamos:
¿Quién controla realmente el flujo de paquetes, envíos, depósitos, retiros y dinero que circula por esta red?
¿Podría este sistema masivo ser funcional -o cómplice- a estructuras delictivas?
No hay pruebas, pero hay potencial. Y por eso hay que hablarlo. Porque si este ecosistema escapa al control estatal, ya no estamos hablando de un simple emprendimiento tecnológico, sino de una estructura con poder real sobre la economía nacional.
No llamamos a boicotear Mercado Libre, porque -literalmente- nos tienen acorralados. Pero sí creemos que el Estado debe crear una alternativa nacional, soberana y pública, que nos devuelva el control sobre nuestro comercio, nuestra información y nuestro dinero. Es llamativo que, en cada operativo donde se incautan ladrillos de cocaína, marihuana prensada, pastillas de éxtasis u otras drogas ilegales, nunca aparezca una etiqueta o bolsita amarilla de Mercado Libre.
¿Será que todos sus usuarios son ejemplares? ¿Será que el narcotráfico no ha descubierto la plataforma más usada del país?
Dejamos la pregunta planteada, simplemente porque nunca se ve una etiqueta de Mercado Libre.
Y eso, al menos, llama la atención.
Porque ya sabemos cómo termina esto:
La última vez que privatizamos el correo, la familia Macri se quedó con una deuda de 70 mil millones que nunca pagó y se auto condonó.
Y todavía caminan libres por las calles, explicando economía en conferencias.
Mercado Libre no es solo una plataforma. Es una república paralela, donde no hay leyes, no hay regulaciones, no hay controles, pero sí hay millones de usuarios que la sostienen con cada clic, cada envío, cada comisión.
¿Hasta cuándo vamos a aceptar que esta empresa cobre por todo y responda por nada?
¿Hasta cuándo el cliente va a ser el que paga, pierde y calla?
Y por si algo faltara, cuando uno -como consumidor- se anima a presentar un reclamo por un producto mal enviado, una estafa o una compra no reconocida, siempre llega la misma respuesta: "comprendemos las dificultades que has atravesado". "De verdad entendemos". "Nos disculpamos por esta situación". "Entendemos las molestias". "Lamentamos mucho lo que estás atravesando.". "Sentimos mucho lo ocurrido.". "Comprendemos tu situación.". "Estamos muy apenados."
Palabras amables, tan falsas, como la falta de solución real. Solo formales y que solo cuidan los intereses Galperín y sus cómplices en las estafas y des lealtad comercial.
Pero vacías. Porque cuando la amabilidad no viene acompañada de una solución reparadora integral, no es empatía: es burla.
Es como si el inconveniente lo hubiera provocado uno mismo. Como si el usuario fuera el origen del problema.
Cuando en realidad es el vendedor quien comete la falta o los estafadores que se meten en la aplicación con su aval, y Mercado Libre quíen lo alberga, lo legitima y lo protege.
Porque esa misma empresa que se llena la boca hablando de "confianza" y "seguridad", es la que permite que estafadores, cuentas truchas y vendedores engañosos sigan operando dentro de su plataforma sin consecuencias reales. En paralelo un reglamento leonino que solo favorece a Galperín y sus intereses.
La complicidad no siempre se ve en lo que se hace. A veces, se nota en lo que no se quiere corregir.
Y Mercado Libre, en ese sentido, es tan cómplice como los que estafan: porque sabe lo que pasa y elige mirar para otro lado, mientras le cobra comisiones a víctimas y victimarios por igual.
¿Y hasta cuándo vamos a aplaudir que se nos diga "libres", cuando cada día somos más pobres, más endeudados, más solos ante una app que ni siquiera responde un reclamo?
Celebramos el éxito de un empresario argentino
Reconocemos que no se trata de negar los logros alcanzados, ni de atacar la idea de que alguien pueda hacerse rico desarrollando una idea poderosa.
Lo que sí cuestionamos es la narrativa de la meritocracia vacía, esa que olvida que Marcos Galperín no sería quien es sin un Estado presente, que hoy le gustaría a achicar como a su amigo Milei.
Conectividad pública, universidades gratuitas, sistemas de transporte y logística desarrollados por inversión estatal, leyes laborales que protegieron a sus primeros empleados, rutas por donde se trasladan sus encomiendas , y un país que durante años apostó por la innovación.
Por eso, su enriquecimiento no debería ser a costa de los usuarios.
Ni en contra de los trabajadores.
Ni en complicidad con estafadores.
Ni bajo la excusa de un algoritmo ciego que no ve, no escucha y no responde.
Sería deseable que este empresario con tanto poder y recursos recupere algo de conciencia social, de memoria de clase, de empatía real.
Que recuerde de dónde viene.
Y que utilice su liderazgo no sólo para seguir creciendo, sino también para hacer de su empresa un espacio más humano, más justo, más confiable.
Menos respuestas automáticas vacías de contenido.
Menos inteligencia artificial que repite "lamentamos tu situación".
Y más soluciones concretas para evitar fraudes, corregir errores y cuidar a quienes sostienen el sistema con sus compras, sus ventas y su tiempo.
Sin duda, la historia de Mercado Libre es inspiradora.
Una historia de crecimiento, innovación y expansión.
Pero -como muchas historias en este país- es también una historia sin final feliz.
Porque ese crecimiento acelerado, que convirtió a Marcos Galperín en multimillonario, no fue neutro ni gratuito.
Se construyó sobre la infraestructura, la educación pública, el mercado interno y la conectividad financiada por todos los argentinos.
Y al mismo tiempo, ese ascenso se dio en detrimento de miles de pequeños vendedores, trabajadores precarizados y usuarios desprotegidos.
Peor aún: lejos de devolverle algo a la comunidad que lo vio nacer, Galperin apoyó activamente gobiernos de derecha que promueven el achicamiento del Estado, la concentración del poder económico y la pérdida de derechos laborales.
¿Para qué? Para tener todavía un poco más.
El sueño del emprendedor, entonces, se vuelve pesadilla para el que consume, trabaja o intenta competir en un sistema que lo expulsa.
Una historia brillante en las tapas de Forbes.
Pero profundamente injusta cuando se mira desde abajo.
Porque el verdadero mérito no está en ganar plata.
Sino en no olvidar a quiénes se les ganó, ni a quiénes se les debe el camino recorrido.