HERENCIA

Máximo, el hijo de la viuda: la no fusilada, pero sí sentenciada

Anoche, en C5N, el hijo de la viuda -esa que no fusilaron, pero que llevan años queriendo sentenciar- dio una de las entrevistas más serenas, inteligentes y humanas que se han visto en televisión.

Máximo, un gladiador que elige el diálogo y la discusión  antes que la violencia que proponen los odiadores seriales de nuestra nación. Así, sin vueltas. Porque anoche, en C5N, el hijo de la viuda -esa que no fusilaron, pero que llevan años queriendo sentenciar y lo han logrado- dio por primera vez en un estudio de televisión una de las entrevistas más serenas, inteligentes y humanas que se han visto en televisión en mucho tiempo.

Máximo, el hijo de la viuda: la no fusilada, pero sí sentenciada

Nada de gritos. Nada de chicanas. Nada de golpes bajos. Fue una conversación de tono calmo, pausado, con la templanza que no todos heredan pero que, cuando aparece, ilumina. Porque el hijo de Néstor y Cristina no llegó a la pantalla para ensayar un pase de facturas. Llegó con algo más complejo y escaso: la mesura.

Máximo, el hijo de la viuda: la no fusilada, pero sí sentenciada

En estos tiempos de histeria política, donde reina la motosierra antes que la palabra, ver a Máximo Kirchner responder con tranquilidad, sin odio y con inteligencia, fue una bocanada de oxígeno. Nos recordó -aunque quizás no lo supiéramos del todo- que hay otra forma de hacer política, incluso cuando a uno lo insultaron, lo persiguieron y lo despreciaron por portación de apellido.

Máximo, el hijo de la viuda: la no fusilada, pero sí sentenciada

Habló de su padre. Del 8 de octubre de 2010. De esa última charla en la que le pidió que frenara un poco. "Quería disfrutarlo más", dijo, con la voz quebrada de quien todavía no termina de aceptar el hueco inmenso que deja una muerte temprana. Dijo que Néstor era divertido, inteligente, distinto. Y que ese día había salido a resolver un conflicto entre gobernadores, porque "el viento soplaba por todos lados". Y uno no puede dejar de pensar en aquel Irán Adif, el hijo de la viuda bíblica, sereno entre las ruinas, con la mirada elevada mientras todo a su alrededor era ceniza.

Máximo, el hijo de la viuda: la no fusilada, pero sí sentenciada

Máximo, como Irán, no levantó la voz. Ni siquiera cuando habló del escarnio. De los titulares infames. De Clarín, por ejemplo, al que nunca le hizo juicio, pese a las barbaridades que escribieron sobre él y sobre Florencia. "Yo sabía que no era verdad", dijo. Y con eso alcanzó.

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Recordó también que, cuando murió su padre, "entraron cuatro a la Casa Rosada y salieron tres". Nadie le preguntó más. Nadie se atrevió. Porque a veces el silencio dice más que cualquier relato.

Máximo, el hijo de la viuda: la no fusilada, pero sí sentenciada

Le preguntaron por qué no se presentó como candidato. Y no esquivó: hizo una retromirada hacia adentro. "¿Por qué nos votaron a nosotros durante tantos años y ahora votaron a un hombre con una motosierra?", se preguntó. Y nos dejó pensando. Porque tal vez no haya perdido el peronismo. Tal vez lo que perdió -una vez más- fue el pueblo. Que al elegir el látigo en lugar del lazo, terminó retrocediendo en derechos, en sueños, en dignidad.

Habló del Garrahan. De ese disparate de querer quitarle subsidios al hospital que atiende a los chicos del país entero. Pero en vez de caer en la bronca, propuso: "¿Por qué no pensar en un hospital como el Garrahan en cada provincia?". Federalizar el derecho a la salud. Hacer que todos, en cualquier rincón del país, puedan recibir la misma atención. No es tan difícil de imaginar. Pero cuesta tanto de concretar.

Porque, como él mismo dijo, "las instituciones están, pero funcionan de manera de errónea". Un Estado de Derecho que coquetea con la ilegalidad, mientras la justicia se transforma en un circo y los derechos se esfuman en decretos.

Pero pese a todo eso -o quizás por todo eso- Máximo sigue ahí. No como un herido. Sino como un testigo lúcido. Como un dirigente que entendió que no hay que correr detrás del agravio. Que la política no es una competencia de quién grita más fuerte, sino un ejercicio de memoria, de proyección, de afecto por el otro.

Máximo, el hijo de la viuda: la no fusilada, pero sí sentenciada

Cuando apareció hace años en un acto y dijo que lo habían estigmatizado por jugar a la Play, cuando en realidad de niño jugaba con su padre con una Atari, muchos lo subestimaron. Pero esa frase -leída con el diario del lunes- hoy parece un manifiesto generacional. Porque si jugar a la Play forja esa astucia, esa sensibilidad, esa capacidad de no odiar incluso cuando todo el aparato del poder te quiere destruir, entonces más de uno desearía tener un hijo así.

Máximo, el hijo de la viuda: la no fusilada, pero sí sentenciada

En tiempos donde sobran verdugos y faltan herederos de la esperanza, ver a Máximo fue recordar que aún hay linajes que no se extinguen.

Que la sangre pesa, sí, pero que hay almas que deciden caminar con dignidad.

Y nosotros, que hemos visto a esta familia resistir escarnios, burlas, infamias, juicios mediáticos y persecuciones judiciales, no podemos más que reconocer que siguen ahí, hablando de amor, de salud, de futuro, de justicia.

Y eso, compañeros, también es hacer patria.

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