Las palabras se resisten a conservar su original significado
La columna torcida de Ariel Robert Aunque una palabra pueda sonarnos desabrida, de carácter ausente, insulsa, sosa, no siempre va a resultar tal como se la pronuncia, o sea, no necesariamente va a retumbar como una palabra sosa. Si acaso eligiera contar que cada siesta íbamos hablando, el conducía y yo era el pasajero de… Continúa leyendo Las palabras se resisten a conservar su original significado
La columna torcida de Ariel Robert
Aunque una palabra pueda sonarnos desabrida, de carácter ausente, insulsa, sosa, no siempre va a resultar tal como se la pronuncia, o sea, no necesariamente va a retumbar como una palabra sosa.
Si acaso eligiera contar que cada siesta íbamos hablando, el conducía y yo era el pasajero de su Peugeot 504 amarillo, que me dejaba al costado del acceso sur, para que yo llegara hasta mi casa del barrio Soeva norte de Godoy cruz, y él siguiera su trayecto hasta arribar a su casa en el barrio Covimet, difícilmente podría alguien suponer que estamos hablando del autor de la tonada más famosa de esta provincia, de esta ciudad, de Mendoza-
Hemos sido más que testigos, partícipes de historias, relatos, sketch, radioteatros y canciones, gracias a un santafesino casi homónimo de Borges si acaso no lo hubiese traicionado el apellido, SOSA.
JORGE LUIS SOSA. Aparece en obituarios, elegías y recordaciones como poeta, escritor, autor de canciones, actor, humorista. Y aparece hoy porque hace apenas horas que su energía dejó de vibrar por acá, por las veredas de la avenida Colón. Ya no compartiremos cafés en Montevideo y 9 de julio ni nos cruzaremos por los micrófonos de Jornada, Nihuil ni Libertador.
Don Rosa y don Ponciano se han ido para siempre. Tito Valverde y Jorge Sosa ya no van a competir más con sus palladas. El vago y la vieja, tampoco. La lechiguana y aquél ingenuo que iba a consultarla por la Bichi, se van a juntar en el aire, pero esta vez, hablando con un aturdidor silencio que traduce la risa en lágrima, la crítica y añoranza. Los fenicios eternos no evolucionarán jamás.
JORGE SOSA, después del 78 pero no tanto después, se fue.
Antes de irse dejó poesías, poemas, canciones, monólogos, textos, historias; nos produjo risas y sonrisas, reflexiones y también broncas. Ayer se murió Jorge Sosa y no pediré su beatificación, por tres razones: porque no fue un santo, porque disentimos muchas veces pero fundamentalmente porque se fue y no importa mucho cuanto tiempo estuvo, lo que va a doler es esa orfandad, porque no será lo mismo la primavera sin es Marrón, ni el Otoño sin el sepia que proporciona aquella canción.
Podría decir muchas cosas más, quizá demasiadas, pero prefiero condensar tantos años de ideas compartidas en apenas dos palabras simples, concretas y que revelan un sentimiento: MUCHAS GRACIAS, JORGE SOSA.