La Radio
La columna torcida de Ariel Robert Quizá la más piadosa forma de estar comunicados. Sin la tiranía visual, omitiendo la posibilidad del perfume ajeno, y el tocarnos desde vibraciones sutiles, no necesariamente acariciarnos con las manos. La radio cumple más de cien años en la ARGENTINA y lejos de ser una anciana minusválida, es una… Continúa leyendo La Radio
La columna torcida de Ariel Robert
Quizá la más piadosa forma de estar comunicados. Sin la tiranía visual, omitiendo la posibilidad del perfume ajeno, y el tocarnos desde vibraciones sutiles, no necesariamente acariciarnos con las manos.
La radio cumple más de cien años en la ARGENTINA y lejos de ser una anciana minusválida, es una mujer potente y comprometida. Osada. Jugada. Segura. Severa. Ninguna de esos rasgos de soberanía intelectual disuelve su sensualidad, su atracción, su elegancia.
Después de presentarse con su onda media tímida, luego de ser agente encubierto de onda corta y fajina, fue la dulce ochentera efe eme musical y discreta, permisiva y cómplice. Ya no. Encontró definitivamente su rol, ejerce el papel que ella misma ha decidido. Juega fuerte, apuesta por la verdad aunque lastime y prefiere viajar sin exclusivos carruajes,
La podés encontrar cada vez que la busques y la podés silenciar, siempre que no te atrevas a sentir la verdad, de verdad y con la tremenda fuerza que la verdad proporciona a quien quiera pronunciarse a través de ella,
Si, absolutamente, que las hay, las hay. Otras. Muchas. Diversas. Esquivas. Que aún acunan en sus regazos etéreos a aquellos pequeños canallas de ayer que hoy son los que imperan a fuerza de manipulación. Pero están las otras, las que te ayudan a encontrar motivo de alegría o acaso al menos, argumentos de esperanza.
Ya no hay azoteas ni locos sembrando óperas para unos pocos. Ni ficciones teatrales que en una misma tarde te asusten y luego te cobijen y emocionen. Pero está, viva, muy viva la radio, y si está es porque encuentra destino en VOS, y en cada persona que acepta un diálogo un poco loco y desarticulado para escuchar, pero también, para escucharse.
Ni un mundo ilusorio, ni el edén, pero tampoco la daga cotidiana para romper nuestro lábil equilibrio. Una voz, muchas voces que muchas veces las sabemos propias.
Cada día, cada mañana, y en todo instante, una posibilidad de encontrarnos, de mirarnos sin vernos, de sentir perfumes sin olernos y de tocarnos con la debida distancia que hoy nos exige una inesperada pandemia.
La radio. No un aparato receptor. Ni un rayo, Ni la mitad del diámetro. La radio. Tampoco unos micrófonos y una consola. No solamente el aire de efe eme, la banda de onda media y hoy, ese imparable y universal streaming. La radio es más que bálbulas, conectores, energía eléctrica y sonidos viajando a la distancia. Imposible sintetizarla, pero si podés sintonizar?con estas palabras, con esta temperatura circunstancial, con ese cambio meteorológico prometido, si podés expresarte, si tenés la capacidad de compartir este y otros momentos, si aún te conmueve esta canción y aquella otra convoca a tus recuerdos más personales, es porque aunque no figure en tu cuil, ni esté agendado en los archivos de tu rutina, no esté descripto en tu currículum ni aparezca en tu inventario, VOS , sí junto a NOSOTROS, VOS sos parte in escindible de este encuentro que se parece tanto a la vida que para no ser redundantes, preferimos decirle radio.