La niña de Los Corralitos que hablaba con Dios
Desempolvando crónicas, el periodista Orlando Pelichotti fue a buscar los rastros de una historia breve que aún hoy alienta al misterio
Orlando Pelichotti
En la tarde del 24 de abril de 1939, en la angosta calle Los Italianos, casi escondida entre los rincones de tierra, rodeada de algunos médanos, cañadones y verdes montes, del distrito Los Corralitos, en Guaymallén, vivía la familia Ilardo. José Ilardo, agricultor, casado con Rosa Marassae, llegados en barcos desde Italia unos años antes, junto a sus hijos.
Hasta acá la historia transcurría en la absoluta quietud, hasta que una siesta la pequeña Rosa, hija de este matrimonio, de 11 años, con una contextura física menuda, de cabellos rubios, ojos celestes, y que no se destacaba en su escuela. Recién cursaba el segundo grado. Esa tarde, caminaba rumbo a su casa y cuando pasó por debajo de dos árboles añosos, se le presentó una imponente figura blanca, muy brillante, de cabellos rubios cubiertos con una capa encarnada. La figura montaba un caballo blanco, esbelto y le hizo señas para que se acercara, luego pronunció unas palabras dirigiéndose a Rosita.
Le dijo: "no temas, yo soy Dios".
Quedó como entre maravillada y asustada. Salió corriendo del lugar, llegó agitada a su casa para contarle a su familia esa extraordinaria experiencia.
Ese fue el comienzo de lo que luego se conocería como la historia de Rosa, la niña que hablaba con Dios.
Esto se repitió una y otra vez, hasta que una vecina se enteró y fue a visitarla, y con el paso de los días, aseguraba cuando se levantaba de dormir, lo veía siempre en la cama, y que la cuidaba, hasta que comenzó a mantener un diálogo fluido.
Su historia se extendió rápidamente entre los vecinos, quienes quedaron maravillados por sus supuestas conversaciones con Dios, en una comunidad sumida en la pobreza y la incertidumbre de la época, la presencia de Rosa ofrecía un destello de esperanza y fe en lo inexplicable.
Con el transcurso de las semanas, los vecinos divulgaron la noticia en Rodeo del Medio, llegando rápidamente hasta la ciudad de Mendoza, que existía una pequeña niña que se comunicaba directamente con Dios, algunos santos, que trataba las enfermedades, curaba adicciones, los pecados y algunas que otras maldades.
Fue así que, en menos de mes, el callejón de tierra se transformó en un ir y venir de personas, caballos, autos y hasta se realizaban procesiones multitudinarias para visitar a Rosa, la Niña vidente. Los medios radiales aparecieron entonces, y finalmente los diarios se fueron acercando para ver ese fenómeno paranormal que sucedía en Los Corralitos, dedicándoles páginas completas a este fenómeno paranormal.
La fe mueve montañas
Cientos de devotos acudían al pequeño santuario, que había armado la familia en el interior de la misma casa, normalmente esperaban afuera, debajo el parral sin hojas, apenas calefaccionados por dos braseros que su madre mantenía prendido, y lo hacían en gran número día a día.
Las crónicas destacan que la espera duraba horas, y se podían ver camiones, chatitas, gente a pie, bicicletas y hasta vehículos de lujo. Una vez adentro, se podía respirar un fuerte olor a incienso mezclado con los aromas que originaba la quema de hojas y arbustos. Entre plegarias y llantos (y a veces, gritos) la solemnidad gobernaba el ambiente. Una atmósfera similar a la de los velorios de entonces, en los que la risa era un sacrilegio. A la vez la situación imitaba la del comercio clandestino. Venta de estampas, velas o simplemente donaciones entrelazadas entre bendiciones y milagros personalizados. Quien obraba de cobrador que era el padre de Rosa. Una vez cumplida la prenda, ingresaban a la habitación donde la niña que hablaba con Dios concedía sus audiencias, precedida por un cartel con la frase Sancta Santorum.
Régimen de atención para las peticiones
Cabe destacar que sus padres siempre se ampararon diciendo que no cobraba tarifa alguna por los servicios de su hija, pero aceptaban colaboraciones, algunas generosas, según pudiera aportar libremente según la capacidad que necesitaba de solución a su problema, una cura directa o simplemente un rayo de esperanza en medio de la oscuridad, y a los periodistas les manifestaba que es lindo, porque ahora no tenía que trabajar, porque acá también nos dan plata, además aclaraba que Rosita atendía los días de semana de 9 a 12 y de 14 a 17 horas.
Documentos periodísticos de lo que pudo ser
Uno de los tantos testimonios de los que asistían a diario hasta ese rincón de Los Corralitos, en búsqueda del milagro o cura, fue publicado en el Diario La Palabra, fue el de una abuela que asistió con su nieto caminando, distante 30 kilómetros. El testimonio es desgarrador y emocionante a la vez, el pequeño sufre de delirios por unas paperas desde hace tiempo. A la salida de la consulta de la "vidente", les comentó que Rosa les informó que Dios les dijo que su nieto sanaría.
La sanación esperada
Más tarde, desde Colonia Segovia una señora llegó con su pequeño hijo en brazos, aquejado por una afección que tiene en la nariz, naturalmente la respuesta fue que sanaría, y unas monedas cayeron en la bandeja que regenteaba la madre de Rosa.
Opinión de la Iglesia y caída del fenómeno paranormal. Realidad o Superchería
El 7 de junio, los sacerdotes que oficiaban de voceros de la Iglesia Católica, salieron a comunicar que luego de una visita a la niña y a su entorno, pudieron llegar a las conclusiones que todo: era una burda patraña. La Iglesia Católica Apostólica Romana no podía admitir este tipo de casos. Advirtieron a la sociedad, tanto a practicantes como a curiosos y gente de buena fe, que evitaran caer en el engaño. Explicaron que muchos, con el afán de mejorar su situación o de curar alguna enfermedad, caen ingenuamente en la trampa, por ese espíritu de aceptar todo lo que se presenta con carácter de prodigioso. Se referían a que tal vez pudo existir en un primer momento, un caso de alucinación, cosa nada extraordinaria, prueba era de ello son los numerosos casos de personas asiladas en Hospicios de Alienados.
Para cerrar el comunicado, sentenciaron al olvido el caso Rosa Ilardo.
Porque se trata de una niña de 11 años, ignorante y que está en un ambiente de fanatismo espiritista, por lo que impresionada por las continuas conversaciones que permanentemente oiría, puede haberse alucinado, y entonces los aprovechados padres, comenzaron a explotar el asunto, dándole las proyecciones necesarias para que el negocio pudiera resultarles magnífico.
No hay visiones ni poderes extraordinarios -sentenció el comunicado- Dios no se mezcla en estas cosas y la Iglesia las rechaza con toda energía.
Fin de una historia y nacimiento del mito
A partir de ese tajante comunicado de la Iglesia, la gente fue dejando de visitar lentamente ese oratorio, a tal punto que, en el mes de septiembre, ya casi no asistía nadie.
Las historias de sanaciones milagrosas y favores celestiales se desmoronaron bajo el propio peso de las pruebas de la explotación financiera y emocional. El improvisado santuario improvisado en esa humilde casa, se convirtió en un recuerdo y pronto en el olvido social que había unido lo sagrado con lo profano. Fue uno de los casos más resonantes que se conociera por aquellos años en medio de una gran crisis económica mundial, causada por esa maldita guerra.
En una calurosa noche antes de la navidad de ese año, la familia desapareció misteriosamente de esa población. No hubo despedidas, ni rastros, sólo la ausencia repentina de la familia Ilardo, que había sido el centro de atención durante tantos meses. Naciendo el mito de que habían huido por vergüenza social.
¿O acaso había algo más oscuro detrás de su desaparición?
El recuerdo en el presente
Pudimos recorrer el vecindario rural, en la localidad de Los Corralitos.
Ninguno de los entrevistados recuerda ni conoce la historia. Algunos se ríen, les suena extraño que eso hubiese ocurrido ahí. De la precaria casa nada queda, se sabe que permaneció abandonada por años hasta que un contratista, junto a su familia, a finales de la década de 1970, se mudaron. Enero de 1985 sacudió la tierra y el fuerte terremoto de aquel 26 de enero inhabilitó lo que había sido un santuario que al poco tiempo debieron demoler.
Sólo una vecina -que nos pidió anonimato- asegura que su abuela le había contado que jugaba con la pequeña Rosa y sus hermanos, mientras, no dejaba de preguntarnos para qué era la nota: nos confesó que esa niña que había abandonado el segundo grado nuevamente por la cantidad de faltas y sus bajas notas, sobre finales de ese año, una tarde José Ilardo le regaló a su abuela las gallinas que tenían en su fondo, con la condición que fueran para la cazuela, porque eran ponedoras, y en esa misma noche un camión sacó sus todos los muebles, porque harían una mudanza a Costa de Araujo, en Lavalle.
Otra versión que circuló es que el destino había sido Renca, en San Luis. Luego, sin dar muchos detalles, dijo que recordar que en una ocasión, visitó a su familia un hermano de Rosa, con quienes habían fijado residencia en Italia, más precisamente en Roma.
Las imprecisiones ayudan a consagrar misterios.
Misterios que impiden completar un relato y darle crédito suficiente como para conformar la historia.
La huida súbita de la familia, los escasos documentos de la época y el temor de ser juzgados como cándidos, a quienes pudieron prestar testimonio, habilita para creer que todo fue un invento recaudatorio o que no hubo más comunicación entre Rosita y esa imagen lumínica que sólo eligió hablar con la chica de Los Corralitos.
AGRADECIMIENTOS | Esta nota fue posible gracias a la colaboración del personal de la Biblioteca Pública San Martín, Sección Hemeroteca, a Juan Mazzella; al personal del Archivo General de Mendoza, Alicia Guevara; y a vecinas y vecinos de calle Los Italianos, de Los Corralitos, quienes pidieron preservar su anonimato