Sombras de Epstein: el fantasma que acecha a Trump y sus ecos en el poder latinoamericano
El biógrafo de Donald Trump, Michael Wolff, afirmó haber visto fotos del expresidente estadounidense con jóvenes desnudas en poder de Jeffrey Epstein. Si el Congreso de EE. UU. libera los archivos secretos del magnate pedófilo, el terremoto político podría ser global. En Argentina, los paralelismos no son pocos: la negación, el descontrol, la frivolidad y los lazos turbios con el poder económico y el narcotráfico atraviesan también a Milei, Bullrich, Espert y compañía. La desesperación -esa que suele preceder a la caída- se huele de ambos lados del continente.
Las fotos de Donald Trump que podrían terminar con su carrera política. Michael Wolff, periodista y biógrafo de Donald Trump, aseguró recientemente que Jeffrey Epstein le mostró personalmente fotos del exmandatario con jóvenes mujeres desnudas, algunas sentadas en su regazo, otras riendo mientras señalaban una mancha visible en el pantalón. Wolff dice haber visto ese material guardado en una caja fuerte del propio Epstein.
El FBI habría incautado ese contenido durante los allanamientos de 2019, aunque hasta hoy el Departamento de Justicia niega la existencia de pruebas directas que comprometan a Trump. Sin embargo, el asunto volvió a explotar cuando se supo que en la Cámara de Representantes, la diputada de Arizona Adelita Grijalva no fue juramentada por orden del presidente de la Cámara, Mike Johnson, justamente porque su voto podría habilitar la liberación de los archivos de Epstein.
Lo inquietante es que se estima que más de 100 republicanos podrían acompañar esa moción si llega al recinto. En los pasillos del Capitolio ya se habla de una "sorpresa mayúscula": los secretos de Epstein podrían sacudir las entrañas del Partido Republicano, y entre ellos, a Donald Trump.
El ocaso de un renacuajo con poder
En el fondo, lo que asoma detrás de todo esto no es solo un escándalo sexual, sino una radiografía del poder impune.
Trump, cada vez más errático en sus discursos y gestos, se comporta como un animal acorralado: multiplica las apariciones públicas, culpa a enemigos imaginarios y recurre a teorías conspirativas para distraer a su electorado más fiel.
La comparación con Javier Milei no es casual. Ambos comparten el mismo patrón de desesperación y delirio público, como si el ruido pudiese tapar la verdad. Uno canta en estadios para recuperar popularidad; el otro insulta jueces y desafía a la prensa con el desparpajo de quien ya no tiene nada que perder.
Trump teme algo más profundo que un juicio político: teme a la verdad. Porque si esas fotos salen a la luz -y todo indica que tarde o temprano saldrán- su caída no será solo política, sino moral e histórica.
El conciliador improbable
El reciente protagonismo de Donald Trump en la liberación de los últimos rehenes secuestrados por Hamás -entre ellos varios argentinos- el 7 de octubre de 2023, volvió a colocarlo en el centro de la escena mundial. Con su habitual despliegue mediático, buscó mostrarse como un benefactor del mundo libre, un supuesto mediador entre fuerzas enfrentadas.
Sin embargo, aquel atentado inicial que dejó 1.200 muertos y más de 200 secuestrados, y cuya última entrega de sobrevivientes ocurrió recién ahora, tuvo consecuencias devastadoras: más de 900 soldados jóvenes israelíes muertos y un saldo de más de 70.000 víctimas palestinas, en lo que muchos organismos internacionales ya califican como un genocidio avalado y sostenido por Estados Unidos.
En ese contexto, la figura de Trump vuelve a tensionar su doble condición: la del líder que promete orden global, pero también la del hombre señalado por su cercanía a uno de los mayores depredadores sexuales del poder, Jeffrey Epstein.
Un pacificador en teoría, acusado de ser parte del mismo entramado de abusos, impunidad y manipulación que sostiene el sistema que dice querer cambiar.
El pacificador en teoría: un pedófilo en potencia
Quizás por esto -porque sabe que tarde o temprano podrían filtrarse o hacerse públicas las fotos que lo relacionan con Jeffrey Epstein, con quien mantuvo una amistad prolongada-, Donald Trump intenta mostrarse hoy como un pacificador mundial.
Pero la paradoja es brutal: un hombre que en teoría estaría involucrado en hechos de pedofilia, ahora se exhibe como mediador entre los conflictos más delicados del planeta.
Un presunto pedófilo jugando al salvador de la humanidad.
De golpe, el mismo personaje que cultivó el odio, el racismo y la soberbia, aparece hablando de paz en la franja de Gaza, de diálogo entre Rusia y Ucrania, e incluso de cooperación con la Argentina. Cada aparición parece parte de una estrategia desesperada para redibujar su imagen ante el mundo, como si pudiera borrar su pasado con un discurso diplomático de ocasión.
Nada de lo que hace es gratuito. Trump no da un paso sin buscar una ganancia: recursos naturales, tierras raras, petróleo, gas, agua, influencia geopolítica o simple impunidad.
Y por eso, en potencial, su repentino perfil pacificador podría ser parte de un cálculo frío, un intento por ganar tiempo frente a lo que teme más que cualquier enemigo: la exposición pública de su verdadera historia.
Porque si las fotos existen -como asegura su propio biógrafo-, no solo pondrían en jaque su futuro político, sino también la coherencia moral de Occidente, ese mundo que todavía pretende dar lecciones de ética mientras encubre a los poderosos.
Quizás, detrás de cada abrazo diplomático o cada gesto de reconciliación, lo que se esconde no sea la búsqueda de la paz, sino el miedo a la justicia.
Los reflejos argentinos del poder y el escándalo
En Argentina, las conexiones son distintas pero el fondo es el mismo: la degradación del poder y la negación de la ética.
Patricia Bullrich, por ejemplo, niega vínculos con ciertos episodios oscuros, pero en la misma frase admite que "ya se sabía" lo que hoy intenta desconocer. José Luis Espert, Diego Spagnuolo, Lilia Lemoine, Toto Caputo: los nombres se acumulan en una trama donde los intereses financieros, la política y el narcotráfico se entrelazan con una naturalidad escalofriante.
No se trata de conspiraciones abstractas sino de una lógica de poder que atraviesa fronteras.
Los mismos que gritan "libertad" en actos multitudinarios son quienes buscan controlar la narrativa, ocultar la podredumbre y legitimar la impunidad.
Y mientras tanto, el pueblo mira, confundido, cómo sus dirigentes se transforman en personajes de su propia decadencia.
El narco como denominador común
Los vínculos entre poder y narcotráfico ya no son excepción: son estructura.
En América Latina, los gobiernos se mezclan con las mafias financieras del mismo modo en que Epstein operaba con la élite norteamericana: a través del silencio cómplice, del dinero sucio y de la fascinación por el control.
Nada más funcional al poder que el miedo y la distracción.
Por eso los recitales, los shows de falsa rebeldía, los gritos vacíos: son parte de la estrategia para anestesiar a la sociedad mientras las redes delictivas siguen intactas. Caso $LIBRA, caso Diego Spagnuolo en Discapacidad, caso José Luis Espert.
Lo que diferencia a Estados Unidos de Argentina es el grado de institucionalidad. Allá, los documentos pueden salir a la luz; acá, los expedientes suelen desaparecer bajo el polvo o la presión política. Pero la esencia del sistema es la misma: los poderosos temen al espejo.
La política como circo y el fin del miedo
Cuando el poder se vuelve espectáculo, el espectáculo reemplaza a la verdad.
Y eso es lo que estamos viendo: líderes que cantan en estadios mientras los pueblos sangran, presidentes que gritan consignas como si fueran profetas, funcionarios que negocian con narcos mientras juran moralidad en televisión.
El fenómeno Trump-Milei no es casual: es sintomático de una era.
Ambos representan la agonía de una política vacía, sostenida por redes mediáticas y económicas que ya no pueden ocultar su corrupción estructural.
Y cuando el telón caiga, lo que quedará a la vista será la obscenidad de un sistema que creyó poder mentir para siempre.
Cuando las fotos hablen
Michael Wolff no es un improvisado. Ha escrito más de un libro sobre Trumpy conoce a fondo el funcionamiento del poder mediático y político estadounidense.
Si sus declaraciones son ciertas -si las fotos existen y están en los archivos del FBI o del Congreso-, el mundo presenciará uno de los escándalos más graves de la historia moderna.
Pero más allá de Trump, lo que está en juego es la credibilidad de la democracia occidental: la idea de que los poderosos pueden violar, robar o mentir impunemente mientras predican moral y libertad.
Cuando esas fotos hablen -si es que hablan-, no solo veremos la caída de un hombre, sino el reflejo de todos los otros que, en distintos países y con distintas máscaras, hicieron de la política un negocio y del poder un refugio para sus miserias.
El poder no se combate con gritos, sino con verdad.
Y la verdad, tarde o temprano, siempre encuentra la forma de salir a la luz. Sino pregúntenle a José Luis Espert.