Germán Ejarque, el compañero que no se rinde ni en la memoria
Germán empujó debates incómodos, tendió puentes, abrió espacios para que la voz de quienes muchas veces son marginados pudiera llegar a donde siempre fue necesario. Su palabra era brújula, pero también abrazo.
Desde Diario PORTADA hoy nos toca una de esas tareas que nunca quisiéramos escribir: despedir a Germán Ejarque, uno de los fundadores de este espacio. Se nos fue un hombre entero, un contador público y periodista, pero también un padre de familia, un buen esposo, un buen hijo y, sobre todo, un militante incansable por los derechos de las personas con discapacidad.
La noticia duele, cala hondo. Su partida se debió a una complicación respiratoria bilateral que lo sorprendió demasiado pronto. Y sin embargo, hasta en este final nos deja una enseñanza: Germán nació con discapacidad, pero jamás permitió que ese dato biográfico definiera sus horizontes. Al contrario, construyó una vida plena, de lucha y de ternura, convencido de que la inclusión no es un discurso sino un derecho irrenunciable.
Los cargos y la militancia
No hablamos solo de un compañero de redacción. Germán ocupó responsabilidades públicas de enorme valor: fue Director del Observatorio Nacional de la Discapacidad en la Agencia Nacional de Discapacidad y también estuvo al frente del Área de Participación Ciudadana en la misma institución. Desde esos lugares, empujó debates incómodos, tendió puentes, abrió espacios para que la voz de quienes muchas veces son marginados pudiera llegar a donde siempre fue necesario.
Cada miércoles, durante años, ofreció reportes sobre actividades vinculadas a la discapacidad. Su palabra era brújula, pero también abrazo. En cada intervención insistía en algo que parecía sencillo pero era profundamente político: pedía a las personas con discapacidad que, aunque tuvieran la excepción legal, fueran a votar siempre, porque el derecho se ejerce o se pierde. Y también cada miércoles salía al aire en Radio Nacional Libertador, en el programa "Muchas Gracias", llevando su voz clara y esperanzadora a miles de oyentes. Hoy esas palabras en el éter serán extrañadas... o tal vez, si logramos sintonizar de verdad su mensaje, entendamos su paso trascendental por esta vida.
La vida plena de un hombre entero
En Germán se conjugaban la coherencia y la sensibilidad. No era de los que predican desde la distancia: vivía como pensaba. Su familia lo sabía, sus amigos lo celebraban, sus compañeros lo admiraban. En la vida cotidiana encontraba las razones para militar. Y en la militancia encontraba la manera de dignificar la vida cotidiana de los demás.
No le faltó nunca una sonrisa ni un consejo, tampoco la paciencia para volver a explicar lo que parecía obvio: que las personas con discapacidad no piden privilegios, sino igualdad de oportunidades.
Un vacío irremplazable
Hoy sentimos un vacío enorme. Nos quedamos sin su presencia física, sin su voz en las reuniones, sin su mirada perspicaz sobre la realidad. Pero nos queda, también, un legado que nos obliga. La chispa encendida de su ejemplo, esa que convierte la indiferencia en compromiso, la que transforma el prejuicio en conciencia, la que reemplaza el silencio por participación.
Su partida, además, ocurre en un momento vergonzoso del gobierno actual, obsceno y deshumanizante, cuando se ventilan audios de coimas directas sacadas precisamente del área de discapacidad, ese espacio que tanta falta hace y que él defendió con el cuerpo y la palabra. Quizás ese mismo cuerpo que cada año los médicos desahuciaban y que siempre superó las expectativas de vida, ya no pudo resistir esta última batalla. Tal vez se rindió, horrorizado ante lo aberrante que este gobierno hace con la discapacidad.
Nos queda, como un último abrazo, un audio reciente de Germán. Su voz dulce, esperanzadora, nos contaba que entraba a internación por este cuadro. Se escuchaban en él las ganas de vivir, de seguir luchando. Y esa misma voz hoy se nos hace ausencia, se nos hace herida.
Germán fue grande en espíritu, en compañerismo, en ternura. Irremplazable, sí, pero también multiplicador: porque quienes lo conocimos no podremos volver a mirar la realidad sin recordarlo, sin sentir que nos está marcando el camino.
Hoy lo despedimos con lágrimas, pero también con gratitud. Gracias, Germán, por tanto. Gracias por enseñarnos que la vida se honra militando, que la justicia se construye todos los días, que votar también es un acto de amor y que la discapacidad no limita cuando la voluntad es infinita.