JUSTICIA EN DUDA

Falsas denuncias, un reclamo que va agregando nombres y una historia para no repetir

Una historia trágica y olvidada, coincide con el reclamo actual de la Asociación Verdad y Justicia, nuevamente presente en el Polo Judicial de Mendoza

Falsas denuncias. Un apellido signado por la injusticia, el dolor y la desesperación.

Miembros de la Asociación Verdad y Justicia, volvieron a manifestarse el último viernes, en el Polo Judicial de la provincia de Mendoza, en reclamo de justicia para jóvenes que, según indican, son víctimas de falsas denuncias. Cada día se suma un nuevo nombre en las pancartas. Los familiares exclaman por una justicia eficiente.

Falsas denuncias, un reclamo que va agregando nombres y una historia para no repetir


¿Alguien recuerda la tragedia que atravesó Nelson?

Inexorablemente el nombre Nelson, si hablamos de discriminación, injusticia, tortura y cárcel, nos remite a Mandela. Sin embargo, no se trata del líder y premio Nobel de la Paz, sino de un humilde trabajador, albañil, fabricante de ladrillos, ocasional carpintero, que padeció un calvario, sufrimiento insoportable, debido a una falsa denuncia y a la impericia de la justicia, en este caso, puntana.

Tiempos críticos

El joven Nelson trabajaba duramente en la provincia de San Luis, según los  testimonios cercanos. Una época de tristes similitudes con el presente.  El año 1989, recordarán muchas y muchos, fue un tiempo en el que la inflación se tornó indómita y debutó en Argentina la "híper".  Aquella situación exigía un esfuerzo laboral extraordinario , y Nelson no le huía a las extensas jornadas de escasa paga.

Hallar un culpable. Cuando reemplazan a la justicia por un mensaje anónimo y una cruel obsesión. 

Una noche de 1989, una adolescente, a la sazón novia de Nelson, no regresa a su casa. La foto de la chica ocupa las tapas de diarios, de papel en aquellos años; en las recientes pantallas color de la televisión "del interior" (como aún dicen en Buenos Aires) la foto  de la joven se mostraba acompañada del pedido para dar con su paradero. Crecía la impaciencia y el dolor de la familia, pero no había indicios de su destino. 

Castigo y sometimientos, indecibles

Pasaban los meses sin novedad hasta que, poco más de dos años más tarde,  apareció una denuncia, imprecisa, dubitativa, anónima. La Justicia y la policía puntanas, ante la demanda social, aprehendió a Nelson. Las atrocidades que padeció en manos de los policías tienen ribetes novelescos. Lo introdujeron en un pozo de tierra durante dos horas. Lo ataron con una cuerda, sujetándolo de un brazo, y lo colgaron de un árbol. Golpes con la culata de una pistola oficial le propició un derrame de sangre en oídos y nariz. Padeció del falso fusilamiento, como hacían los genocidas durante la dictadura. Torturas impensadas en democracia. Una descripción que si no estuviese en el expediente, nadie le daría crédito. No fue ni en tiempos remotos, ni en un continente inexplorado. San Luis. 1992.

El cuerpo de la chica de 16 años, no aparecía.

La versión que se había instalado fue que la noviecita de Nelson había quedado embarazada, y éste, debido a la rigurosidad del padre de la chica, y con la situación económica agobiante, había decidido matar a su novia y al futuro hijo. Los golpes y torturas fueron de tal magnitud y frecuencia que Nelson, para evitar su muerte segura, se inculpó. No bastó. Los captores "oficiales" le exigieron que los condujese hasta adonde pudiesen dar con el cadáver de la chica. Tarea imposible para Nelson, él no había matado a nadie, por lo cual mal podría conocer el lugar de un cuerpo inerte.  Ante las estériles búsquedas, por la desaparición del cuerpo, involucraron e  implicaron a otros actores.

Falta de pruebas, pero irreversibles daños físicos, psíquicos y morales.

Mientras estuvo detenido, además de las torturas que lo obligaron a auto inculparse, padeció todo tipo de vejaciones, y entre otros trastornos, daños y enfermedades, contrajo SIDA. Mientras la Argentina se disponía a cambiar la constitución, en 1994, el (ex) juez -a propósito de los ingentes pedidos de su abogado defensor- liberó a Nelson, porque no había ni una ínfima prueba que sindicara a Nelson como autor de un homicidio.

La inocencia, una presunción imprescindible.

Este caso es uno de los tantos que no cuentan con la difusión que sí tienen otros, aunque las dudas en casos resonantes tampoco pueden aventarse por más series televisivas que produzcan, como en el caso Belsunce. Aquí la contundencia sobre la inocencia de Nelson es irrefutable. 

¿Cómo estar tan seguro de que Nelson no asesinó a la joven?

Fue liberado después de tres años de torturas, vejaciones y daños que provocaron una incapacidad del 90%. A los cuatro años de quedar en libertad por falta de pruebas, pero con la sospecha social intacta y el dolor inevitable, apareció Claudia Díaz. Sí, la jovencita que dieron por muerta, viva e íntegramente sana. Había formado una familia, en Caucete, San Juan. Jamás hubo homicidio, por lo cual, tampoco cadáver escondido. La chica había huido de su padre, efectivamente, como se especulaba, pero no había sido víctima ni siquiera de algún intento de daño. Por temor o fastidio con su padre,  por su propia voluntad y sin que alguien le infringiera algún daño, había elegido su propio destino.

Falsas denuncias, un reclamo que va agregando nombres y una historia para no repetir

Madaf, una fatídica coincidencia.

Hoy, la prima hermana de Nelson Madaf, Graciela, es patrocinada y apoyada por gente del derecho, como el abogado Lucas Soler y la doctora Nelly Baso, para  conformar e impulsar la Asociación Civil Verdad y Justicia. El imperativo que los mueve es que la Justicia actúe con pericia y celeridad. El hijo de Graciela y un sobrino, cumplen prisión preventiva desde hace años. Y el corolario más tremendo de la historia de Nelson Madaf: ni los policías que lo torturaron, ni quienes lo vejaron, tampoco aquellos que actuaron desde la justicia, tuvieron alguna sanción de tan cruenta injusticia.

Ya no se trata de casos aislados

Los miembros de esta asociación reclaman que se cumplan los procesos investigativos necesarios, porque sostienen que estos jóvenes, son inocentes y a la vez, víctimas de falsas denuncias. Y -lamentablemente- en cada manifestación, más nombres aparecen en pancartas y carteles. Las falsas denuncias tienen una pena leve, para quienes las profieren, pero un dolor incurable para quienes las padecen. Ojalá pudiésemos cerrar esta crónica con el asertivo "será justicia", por ahora, deberemos encerrar la frase, pero no entre barrotes sino entre signos de interrogación ¿será justicia? 

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