El INTA no se toca
Hay cosas que parecen escritas con bronca, otras con dolor. Pero a veces, muy de vez en cuando, las palabras nacen de esa mezcla serena entre dignidad y decepción. Así suena la carta que Héctor Ferrario, un técnico del INTA, le escribió al ministro Federico Sturzenegger.
Respuesta desde el barro a los que gobiernan desde la torre. Nos preguntaron qué hace el INTA. Respondemos con historia, territorio y dignidad.
Hay cosas que parecen escritas con bronca, otras con dolor. Pero a veces, muy de vez en cuando, las palabras nacen de esa mezcla serena entre dignidad y decepción. Así suena la carta que Héctor Ferrario, un técnico del INTA, le escribió al ministro Federico Sturzenegger. Y lo hizo con el alma de quien se cansó de ver cómo bastardean lo que lleva años construyendo.
Porque no hay nada más humillante que tener que explicar lo obvio: que el Estado no es un gasto, que un productor no se salva solo, que el país real no cabe en una planilla de Excel.
Lo que sí hace el INTA
No somos neutrales. Nosotros, los que crecimos viendo a nuestros viejos sembrar, criar, y también fracasar, sabemos lo que significa el INTA. Sabemos que sin ellos, muchas chacras habrían cerrado. Sabemos que muchas veces fueron los únicos que llegaron con una solución cuando nadie más aparecía.
El INTA es ese brazo extendido de la ciencia, pero con las manos embarradas. Es Estado y es territorio. Es la semilla que se adapta a la sequía, el radar que avisa la helada, el curso que evita una quiebra. Es el mate con los productores, la antena de datos, la genética, el silo bolsa, el destete precoz y la soberanía alimentaria hecha proyecto.
Entonces, cuando alguien como Sturzenegger -que no se ha embarrado nunca- se permite menospreciar esa historia, duele. No porque nos sorprenda, sino porque ya no duele solo por uno: duele por todos los que están dejando afuera.
La respuesta: firme, serena, demoledora
Ferrario, con su carta, lo dice claro. Sin gritos. Sin insultos. Con hechos, con historia, con memoria. Pero también con esa pena que sentimos los que aún creemos en lo colectivo, en lo público, en lo que se construye para los demás.
No hay frase hecha, ni marketing libertario, que pueda tapar siete décadas de trabajo serio. Ni un Excel que comprenda lo que significa que un productor chico haya logrado sostener su campo porque el INTA le enseñó a hacerlo sin endeudarse.
Por eso decidimos compartir su carta completa. Porque a veces, cuando el desprecio viene desde arriba, hay que responder desde el llano, con la palabra como único abrigo.