HISTORIAS Y LEYENDAS

El crimen del ascensor, vitrales, historias y misterios del Pasaje San Martín

El edificio más emblemático del centro de la ciudad de Mendoza cuenta la historia desde su vientre de cemento y sus ojos de vitraux

Exclusiva de Orlando Pelichotti

El crimen del ascensor, vitrales, historias y misterios del Pasaje San Martín

Pasaje San Martín: historias olvidadas entre vitrales, crímenes, ascensores y fantasmas

En el corazón del kilómetro cero de nuestra ciudad, se destaca el enigmático y casi centenario Pasaje San Martín estilo Art NouveauSu historia huye de las convenciones y se entrelaza con lo sobrenatural. Relatos olvidados que sólo es posible rescatarlos de antiguas páginas de diarios. Planos originales impregnados de misterios. Testigos mudos y fantasmas que resuenan en los rincones oscuros.  Las sombras cobran vida entre las galerías. Historias de relojes que nunca supieron marcar el tiempo y atelier de pintores que encontraron su inspiración en residencias grisáceas de ese edificio tan emblemático como enigmático, en pleno centro mendocino.

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En la esquina de lo fantástico y lo cruento

Una intersección neurálgica del centro de la capital de Mendoza: Avenida San Martín y Paseo Sarmiento -la peatonal- como se la denomina, muestra en su esquina Noroeste el más emblemático de los edificios: el Pasaje San Martín, que además tiene una tercera opción con su salida hacia la calle 9 de Julio.

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Un siglo atrás

En el caluroso mediodía del 11 de noviembre de 1926, quedó inaugurado un sueño de gran estatura para le época: un edificio de más de 7 pisos de altura en Mendoza. La perseverancia del empresario español Miguel Escorihuela Gascón, cobraba dimensión tras dos años y medio de construcción ininterrumpida. Casi el mismo tiempo que demanda hoy concluir con obras más discretas y menos ambiciosas.

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Diseño arquitectónico y tecnología de época

Este magnífico edificio contó con los cálculos de ingeniería de Edmundo Romero, y la empresa constructora Ludovig Froude Schmid, fue quien materializó la obra que incluiría tres grandes cúpulas de cristales franceses, con paredes revestidas de mármol italiano. Una novedad para aquel lejano 1826. Tres elevadores ingleses Otis. Ascensores con puertas de rejas plegables que aún funcionan. Producto de la tecnología de entonces, traídos especialmente desde Europa en barco hasta el puerto de Buenos Aires y en tren hasta nuestra provincia de Mendoza.

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Resistencia

Habían transcurrido seis décadas del tremendo terremoto que devastó la ciudad por completo y este edificio sería el primero sismo resistente y de gran altura. El edificio más elevado de todo Cuyo lucía único en un paisaje urbano expandido, pero siempre con edificaciones más bajas que las copas de los frondosos árboles. Ahora una construcción sólida superaba cualquier estatura.

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Albergue de siniestros acontecimientos

Las crónicas cuentan hazañas tanto como desgracias. Hubo quienes perdieron la vida trabajando en su construcción y una vez habitado, algunos incendios y otros accidentes marcaron los primeros recuerdos de este extraño conglomerado de concreto. En 1950 el hecho más impactante no se trató de un accidente sino el asesinato de un empresario.

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La tragedia y el fantasma

La pistola Royal, calibre 6,35 disparó en dos oportunidades, ambas consecutivas a las 16:45 del martes 19 de septiembre de 1950. Las balas se incrustarían en la anatomía del doctor Luis Clemente Escorihuela. No superó la hora y la agonía se tradujo en muerte. Todo sucedió muy rápido, en momentos en que Luis Clemente, el sobrino del creador del pasaje, Don Miguel Escorihuela Gascón, abría la puerta del ascensor, elevador que da al pasillo de calle Sarmiento, y recibió los dos impactos, uno en la boca y otro en el cuello.

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Cuestiones de burros

El hombre que bajaba del ascensor era el presidente del Jockey Club Mendoza. Agazapado detrás del kiosco de diarios y revistas que estaba en el centro de la galería lo esperaba Alfredo Guadalupe, cuidador de equinos. Luis Clemente descorrió las rejas del ascensor y antes de que terminara de plegarlas, recibió los dos certeros disparos. La velocidad para socorrerlo no fue suficiente y Luis Clemente Escorihuela moriría en una camilla en la Clínica de Cuyo, a 4 cuadras de la escena del crimen. El agresor no demoro en entregarse ante la policía y admitir el homicidio. El argumento de esa brutal muerte en medio del Pasaje San Martín fue una deuda por una carrera en el Hipódromo local, la semana previa a la tragedia. El hecho que consternó a la Mendoza que ese mismo año conmemoraba el paso a la inmortalidad de San Martín, concluyó con los oficios religiosos y la sepultura de Luis Clemente Escorihuela en el panteón familiar, en el Cementerio de la Capital (que está geográficamente en el departamento Las Heras).

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Pasajes misteriosos de historias contadas 

Vecinas, transeúntes, trabajadores de distintos comercios que tienen sus locales en el Pasaje San Martín, cuentan sobre vivencias propias y también relatan algunas experiencias ajenas. Una de ellas se atreve a contar.

Cuando cae la noche o cuando la presencia humana disminuye a la siesta, hemos tenido encuentros escalofriantes con una presencia fantasmal que merodea por los elevadores.

Quijote, pero no de Cervantes, sino de Sarmiento

Por calle Sarmiento, a escasos 20 metros de la esquina con San Martín, una escalera se pierde en un sótano donde funcionó por años la discoteque "Quijote". Además de historias y anécdotas de ese "boliche" de moda en la década de 1980, María, una residente del Pasaje San Martín con bastante antigüedad, le cuenta a Diario PORTADA que trabajadores de ese local y de los contiguos, aseguran haber visto y escuchado "apariciones" y entidades fantasmales.

Subsuelo de Pasaje San Martín. Ingreso por Paseo Sarmiento. Ex discoteque Quijote

Subsuelo de Pasaje San Martín. Ingreso por Paseo Sarmiento. Ex discoteque Quijote

De primera mano

Pudimos encontrarnos con otros relatos, y casi todos coinciden. Cuando las luces de los comercios se apagan, el Pasaje San Martín se transforma en un laberinto del misterio, donde el pasado y el presente se entrelazan. Entonces los ecos de risas lejanas parecen mezclarse con el silencio, creando una atmósfera cargada de historia y enigma.

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Algunos trabajadores aseguran oír susurros que resuenan en el aire, mientras que otros describen sombras que parecen cobrar vida en la penumbra alimentando la leyenda de este lugar. ¿Es el espíritu de Don Escorihuela que no ha encontrado la paz?. La respuesta permanece oculta en las sombras, esperando a ser descubierta por aquellos valientes que se atrevan a explorar sus secretos.

El reloj de la cúpula que nunca existió

Claramente es visible que toda esa estructura fue pensada para rematar en un reloj de grandes dimensiones, con cuatro cuadrantes o platos circulares, cuyo mecanismo iría rasante a la escalera de ingreso, incluso la última loza donde iría asentado está reforzada con importantes vigas que se encadenan a cuatro columnas principales. Una versión histórica indica que la idea del reloj inglés se disolvió a medida que los gastos de construcción fueron ampliamente superados del presupuesto original, sumado a la poca venta de los locales comerciales y departamentos que tenía en ese momento, además porque la firma inglesa no aseguraba el correcto funcionamiento de la maquinaria del reloj con el tiempo, dado que no apostaba mucho en la estructura del mismo, ya que los planos estructurales recién fueron aprobados por el Ministerio de Industrias y Obras Públicas, el 21 de diciembre de 1933, es decir siete años después de ser inaugurado y cataloga por estos días la técnica en documentología Alicia Guevara, en el Archivo General de Mendoza, aunque el paso de los años demostró lo contrario. La robustez de la edificación hubiese soportado sin dificultad el reloj.

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Un pasaje al corazón 

Para llegar a ese espacio, subimos al corazón de la gran cúpula, antes nos tomamos uno de los centenarios elevadores, que aún conservan sus mecanismos, puertas tijeras metálicas y hasta los comandos originales. Bajamos en el segundo piso y allí su administrador Osvaldo Aruani nos conduce hasta la terraza misma del edificio, luego entre su traje de época, saca un llavero repleto de llaves de todas formas y materiales "es para despistar a los distraídos", nos dice entre sonrisas.

Lo cierto es que desde hace más de una década ese acceso está limitado para los pocos departamentos que conforman la base de la cúpula. "Recuerdo que era abierto a todos los que querían subir, y así es que se fue deteriorando este patrimonio, ya que, desde finales del 60, casi era parte del paseo de los jóvenes y algunos hasta pernoctaban, o escribían y dibujaban en todas las paredes y bóveda". Luego subimos escaleras circulares atravesando el ingreso a un conjunto de departamentos, e impactantes murales, ya que allí vivió por años el gran artista Mario Abad y al final nos encontramos con una pequeña escalera de cemento que circunda al enorme tanque de agua, el paso para entonces se dificulta un poco más, una vez arriba, nos espera una angosta y esquelética escalera metálica estilo marinero sin protección, no apta para los que sufren de vértigo.

Al final estamos en ese mundo arquitectónico único en Mendoza. El viento se hace sentir y las cuatro vistas que nos regalan esas ventanas ojos de buey, son únicas, y por varias décadas fue la construcción más elevada de nuestra provincia, actualmente están protegidas con una malla metálica para impedir que las palomas hagan sus nidos. "Llegamos, tal cual lo inauguraron hace 98 años", nos dice, mientras señala que no existen grietas ni filtraciones siquiera y que lo único que falta es el pararrayos original. "Acá están los escritos y dibujos históricos ya, que hemos conservado este pequeño paraíso para las futuras generaciones de mendocinos", acota mientras saca el sombrero y del bolsillo interno de su saco aparece un peine pequeño para acomodarse el cabello.

Tres ascensores, verdaderas reliquias mecánicas

Otra joya de este complejo arquitectónico que posee una gran torre de 7 pisos coronada por una cúpula de cemento se incorporaron tres ascensores de marca Otis (originales de Estados Unidos), que son de tracción simple. Aunque no son los más antiguos de Mendoza, si son los únicos de esa época que funcionan. El administrador actual Osvaldo Aruani, relata cómo es que llegan hasta la actualidad funcionando y con sus máquinas originales adaptadas, porque su mantenimiento es constante "si te fijas bien, casi todas las piezas de los comandos incluso los espejos son centenarios, al igual las puertas tijera que son tan características de esa época".

Según las crónicas escritas que se conservan de distintos años, y que el trabajador Juan Mazzella nos muestra en la hemeroteca de la Biblioteca Pública General San Martín, llegaron a la Estación Central en 4 envíos separados desde Estados Unidos al puerto de Buenos Aires y de allí en tren hasta nuestra capital, demorando casi tres meses, dado el gran tamaño de las jaulas protectoras y poleas con sus motores envueltos en estructuras adaptadas para esa larga travesía.

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Vitrales. Testigos mudos que nos iluminan desde el colorido cielo.

Uno de los elementos arquitectónicos que más sorprenden a los transeúntes, son los dos enormes vitrales, y cuatro corredores abovedados de ensambles entre vidrios y cristales coloridos unidos por plomo, de estilo Art Nouveau, que atravesaron el océano Atlántico desde la lejana Francia, viaje que duró casi dos meses hasta que llegaron hasta nuestra provincia en tren. Soportaron el embate de cuatro terremotos.

Según sus planos, que se conservan en el Archivo General de Mendoza, son centenarios ya que fueron construidos a finales del 1924, y se adaptaron a los cuadrantes metálicos protegidos por una estructura de vidrio armado y rejas que se colocaron en la parte superior del Pasaje San Martín, y así los disfrutamos en nuestros días.

En total son dos cúpulas de cinco metros de diámetro y otra central que es la mayor de toda Mendoza, que complementan 8 rosetones de un metro y medio, también cuatro importantes vitrales lineales en forma abovedada.

Al retirarnos nos queda la sensación de haber explorado las entrañas de un impresionante laberinto de cemento que es el Pasaje San Martín, en donde descubrimos muchos secretos, aunque sabemos que quedan cientos ocultos aún.


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