BlackRock en Argentina: el poder silencioso detrás de las grandes marcas
Ya no hace falta imaginar una novela distópica para pensar en un poder invisible que mueve los hilos de la economía, la política y hasta las emociones humanas. Ese poder existe, se llama BlackRock.
Ya no hace falta imaginar una novela distópica para pensar en un poder invisible que mueve los hilos de la economía, la política y hasta las emociones humanas. Ese poder existe, se llama BlackRock, y es más real que cualquier partido político.
Es probable que nunca la hayas visto en una publicidad, ni que te hayas cruzado su nombre en los supermercados, pero si mirás con atención, está en tu tarjeta de crédito, en tu celular, en tus medicamentos, en tus redes sociales, y quizás -más pronto que tarde- también en tu voto.
El imperio del dinero
BlackRock administra activos por más de 10 billones de dólares. Una cifra que cuesta imaginar: es más que el Producto Bruto Interno conjunto de América Latina. Este gigante financiero, fundado en 1988 por Larry Fink, no produce bienes ni ofrece servicios directos.
Larry Fink, CEO de BlackRock.
Lo suyo es el poder. Y lo logra a través de inversiones estratégicas en empresas clave de todo el planeta. Bancos, petroleras, farmacéuticas, compañías tecnológicas, alimenticias y de defensa.
En Estados Unidos, BlackRock es accionista principal de gigantes como Apple, Microsoft, Amazon, Google, Meta y Pfizer. Pero su alcance global la lleva a tener participación en las principales bolsas del mundo. La empresa desarrolló un sistema de análisis de riesgo e inversión llamado ALADDIN, que maneja información financiera, social y política de más de 20.000 empresas en tiempo real. Algunos economistas lo definen como "la máquina que predice el futuro financiero".
La sombra en Argentina
Argentina no es la excepción. Desde hace años, BlackRock tiene participación en múltiples empresas argentinas y extranjeras con operaciones locales. Algunas de las más destacadas:
- YPF
- Pampa Energía
- Grupo Financiero Galicia
- Banco Macro
- Telecom Argentina
- Mercado Libre
- Tenaris
- Adecoagro
- Arcos Dorados (la franquicia regional de McDonald's)
También ha estado vinculado a inversiones en minería y litio, a través de otras firmas del rubro energético y extractivo.
Pero la mayor intervención de BlackRock en los asuntos internos de Argentina ocurrió en el año 2020, cuando fue uno de los acreedores privados más duros en la negociación de la deuda externa que encaró el ministro Martín Guzmán. Las conversaciones fueron tensas. BlackRock exigía condiciones más beneficiosas, rechazó varias propuestas y fue clave en la demora del acuerdo. Recién en agosto de ese año se llegó a un arreglo. El episodio dejó al descubierto el poder de decisión que puede tener una empresa privada extranjera sobre la política económica de un país soberano.
Larry Fink y Javier Milei: encuentros cercanos
Ya bajo la presidencia de Javier Milei, el vínculo con BlackRock parece haber tomado nuevos aires. En el Foro Económico de Davos, celebrado en enero de 2024, Larry Fink se reunió personalmente con Milei para analizar oportunidades de inversión en Argentina, especialmente en sectores vinculados a la infraestructura, el litio y posibles privatizaciones.
En paralelo, ejecutivos de BlackRock mantuvieron reuniones con funcionarios del Ministerio de Economía para explorar el ingreso de capital en futuras concesiones de servicios públicos.
La relación no es nueva. El propio Milei había elogiado a Fink durante la campaña, y varios de sus asesores mantienen diálogo fluido con representantes del fondo en Nueva York y Buenos Aires.
Javier Milei elogia en Davos a BlackRock.
Gobierno sin urnas
¿Quién toma las decisiones importantes en un país?. ¿El presidente?. ¿El Congreso?. ¿Los ciudadanos?. ¿O los inversores internacionales que pueden torcer una negociación de deuda o definir si el crédito fluye o se seca?.
BlackRock no necesita ganar elecciones. Está en los directorios. En los balances. En las reuniones de gabinete donde se discuten políticas que ellos mismos sugirieron.
La idea de que vivimos en democracias queda en duda cuando las verdaderas palancas del poder se activan desde Manhattan.
El algoritmo manda
ALADDIN, el software de inteligencia artificial de BlackRock, analiza millones de datos por segundo. Bancos, movimientos de dinero, inflación, producción industrial, consumo de energía, clics en redes sociales. Con todo eso, predice oportunidades de inversión y riesgo. Y, de paso, le dice a Larry Fink si es buen momento para entrar a comprar deuda argentina, acciones de YPF o bonos de Brasil.
Estamos ante un nuevo paradigma: los datos son poder, y quienes los dominan ya no necesitan parlamentos ni revoluciones. Solo tiempo y una red de servidores.
¿Más riqueza, más pobreza?
Desde su fundación en 1988, BlackRock no ha parado de crecer. Cada crisis financiera mundial fue, para la compañía, una oportunidad de expansión. Su capital se multiplicó tras la crisis del 2008, cuando se convirtió en el brazo técnico del gobierno de Estados Unidos para administrar activos tóxicos. Su poder aumentó con la pandemia, cuando fue consultora clave para la Reserva Federal en la compra de bonos.
Larry Fink, CEO de BlackRock, un gigante que no produce bienes ni ofrece servicios directos.
Paradójicamente, mientras BlackRock crecía, también crecía la pobreza en buena parte del mundo. En América Latina, el ingreso promedio cayó un 8% desde 2010 y se profundizó aún más durante la pandemia. En África, más del 50% de la población vive hoy en situación de pobreza extrema. En los países con fuerte presencia de BlackRock -como Brasil, Colombia, México o Argentina- el aumento del capital concentrado en las bolsas no se tradujo en mejoras para la mayoría.
¿Es casualidad que mientras crece el poder de una sola empresa, se reduzca el margen de maniobra de los gobiernos y aumente la desigualdad?. Algunos economistas críticos sostienen que BlackRock -como otros grandes fondos- no solo se beneficia de las crisis, sino que las necesita para hacer más rentable su modelo: comprar barato, imponer condiciones y controlar desde las sombras.
BlackRock suena a banda telonera. Pero no de esas que llenan estadios, sino de las que vacían bolsillos. No hacen giras, pero están en todos lados. Y si te hacen saltar, no es de emoción: es del sistema.
Final con gracia (y un poco de miedo). Y si mañana ves que en este medio empezamos a hablar bien de BlackRock... no, no es porque nos dieron un bono de productividad. Es porque nos compraron. Porque sí: pueden comprarlo todo.
Incluso esto.
O ya lo hicieron.
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