Esperanzador Periodismo

  Por Néstor Sclauzero para portada.com.ar   El coronavirus es el único tema en los medios de comunicación. Y está bien que así sea. Aunque también deberíamos preguntarnos si ese tratamiento ayuda o alarma. En definitiva, si estar informados nos sirve, nos permite sobrellevar una vida que no elegimos y que despierta en nosotros los… Continúa leyendo Esperanzador Periodismo

Por Néstor Sclauzero para portada.com.ar

 

El coronavirus es el único tema en los medios de comunicación. Y está bien que así sea. Aunque también deberíamos preguntarnos si ese tratamiento ayuda o alarma. En definitiva, si estar informados nos sirve, nos permite sobrellevar una vida que no elegimos y que despierta en nosotros los peores fantasmas. Mucha gente comienza a decir: «Yo no pongo más la tele ni leo los diarios porque me bajoneo».

Hace tiempo, el maestro colombiano Javier Darío Restrepo me impactó con su propuesta: trabajar por un «periodismo de la esperanza». Quizá en esta sencilla formulación se encuentren algunas respuestas para aplacar la impotencia. Mano derecha de Gabriel García Márquez , Restrepo -recientemente fallecido- desarrolló esta idea que hoy toma más fuerza.

Me adelanto a decir que el título es polémico: el poder puede creer que los periodistas no criticarán, los periodistas pueden pensar que es hablar bien de los gobernantes. Y no. No se trata de eso. Por el contrario, la idea es atenuar -y, si se quiere, combatir- la desesperanza que los gobiernos, los corruptos y las condiciones naturales nos acarrean.

Dice Restrepo: «Nos hemos equivocado al pensar que nuestro papel se cumple cuando registramos lo último que ha sucedido y que es nuestra obligación para con el público y con el medio de comunicación contar lo más llamativo, alarmante o sorprendente y que, además, responde a la curiosidad del mayor número de receptores de información».

La dictadura del clic en los medios digitales (cuanta más gente vea una nota mejor), del rating en la televisión y la primicia en la radio hace que sin chequear, sin ver un poco más allá, rápidamente los periodistas «salimos al aire» para ganar en esa carrera que no nos lleva a ninguna parte.

Claro, la industria presiona para que eso sea así. De esos clics y de ese rating depende la publicidad que permite pagar los sueldos y mantener al medio. Todos estamos en el mismo barco y somos víctimas de la misma trampa.

¿Qué sería, entonces, un «periodismo de la esperanza» frente a situaciones tan desalentadoras como las actuales?

«Yo, periodista -responde Restrepo-, en esos casos tengo la posibilidad estremecedora de inducir con mi relato a dejar las cosas así, o sea promover la pasividad; o de revelar que aún hay un posible, que hace erguir los espíritus, que devuelve la esperanza y, al hacerlo, fortalece la dignidad, descubre la energía creadora y promueve una respuesta con capacidad de cambio y que construye otra historia, diferente y nueva. Esto es lo que logra la revelación periodística de lo posible».

El mero relato de las muertes dejadas por la pandemia, la cuantificación de las pérdidas y los lamentos de las víctimas podrían llevar a la conclusión de que todo está perdido y que no hay nada por hacer. Es una invitación a la impotencia, a la pasividad.

Las crónicas deben dar cuenta de esas realidades, pero también poner atención al optimismo que despierta el intenso trabajo de los científicos en el desarrollo de una vacuna o tratamientos novedosos que permitan ganarle al virus. O a ridículos mitos como que respirar en la calle es peligroso (hay gente que cree eso) y que las medidas de higiene y el aislamiento propuesto son ciento por ciento efectivas. Que si nos lavamos las manos, si no salimos y no tenemos contacto con gente que pueda haber viajado o tenido contacto con personas infectadas, estamos fuera de riesgo. Que es grave, pero que hasta el momento mueren más quienes están en los grupos de riesgo, y que la mayoría se recupera tras el curso natural de la enfermedad. Quizá poner más el acento en lo que podemos hacer y no en lo que no podemos manejar . Los periodistas tenemos que investigar y asesorarnos con expertos para averiguar cómo podrán cambiarse aquellas realidades dramáticas y descubrir en qué bases puede construirse la esperanza.

Agregar información seria y probada que demuestre que hay solución posible (porque siempre hay un camino), renace la esperanza. Sigue Restrepo: «Es posible que de esto no hablen los manuales de periodismo en uso en las universidades, pero es un tema que adquiere importancia en un mundo en el que el pesimismo y la falta de fe en lo posible están inmovilizando a las personas y a las sociedades que parecen ahogarse en las aguas oscuras de la desesperación. Desesperación, aclaro, es la trágica situación de quien ha perdido la esperanza».

La dosis diaria de noticias sobre la pandemia esmerila esa actitud imprescindible para sobrevivir. Y aclaro una vez más: no se trata de silenciar las informaciones negativas, sino de incorporar en su crónica la propuesta de solución o el camino de salida que también forman parte de la realidad. Una información sin propuesta está incompleta y, además, es dañina. Por tanto, informar bien es también mostrar el costado positivo de la realidad. Por supuesto, no hablamos de un optimismo bobo sino de información seria y fundada.

Al ser la producción y distribución de información un trabajo colectivo de todos los medios el objetivo de incluir esa dosis de esperanza es un trabajo arduo y difícil. Pero si cada empresa, periodista, editor y cronista da la pelea, lograremos avanzar. Como el propio Restrepo nos decía tras los talleres sobre ética y lo difícil de ponerla en práctica en nuestro trabajo: «Hay que pensar que la gota de agua sobre la piedra en algún momento dejará una marca» .

 

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