Escoliosis: Vendimia y su Sinfonía.

  Diario LOS ANDES Cambiará su diseño y su TAMAÑO.    No es una tragedia. Tampoco una comedia. Es vendimia. Una fiesta. Varias festividades. Miles de artistas. Bailarines, actores, músicos, puestistas, guionistas. No es una ópera. Son varias a la vez. Para ser director no es necesario ser dramaturgo ni director de teatro, tampoco de… Continúa leyendo Escoliosis: Vendimia y su Sinfonía.

Diario LOS ANDES Cambiará su diseño y su TAMAÑO. 

 

No es una tragedia. Tampoco una comedia. Es vendimia. Una fiesta. Varias festividades. Miles de artistas. Bailarines, actores, músicos, puestistas, guionistas. No es una ópera. Son varias a la vez. Para ser director no es necesario ser dramaturgo ni director de teatro, tampoco de cine. Ni gestor cultural.  Pero todos intervienen.  Es una mega fiesta. Una puesta millonaria en varios sentidos.

Ya Platón, 2400 años atrás, usaba la palabra sinfonía, con el sentido de consonancia. La literalidad de la palabra sinfonía nos daría algo así como:   Sonar juntos, aunque para que pierde ese carácter ambiguo de ?sonar?, sinfonía se interprete como armonía de sonidos.  Y si hay algo que la Fiesta Nacional de la Vendimia no consigue desde sus orígenes, es esa armonía.

Dos mil veinte insinúa que no será un año más. Tal vez es el año de quiebre. Hay probabilidades de que sea el último año en el que haya reina, virreina y tanta cosa monárquica que en poco se emparenta con la pretendida república. Más trascendente, aún. No sería más un concurso de belleza en el que las mujeres son objetivadas por la libido animal de los varones, ni de las mujeres que la única defensa que hacen de género es cuando se trata de vestidos de fiesta.

Aunque se reclamen cambios, cuando son de carácter rotundos, cuesta adaptarse. De eso se trata en definitiva la cultura. Sin ir más lejos y para usar al teatro griego Frank Romero Day, los que hemos deglutido varios almanaques con o sin las camperas ilustraciones caricaturescas de Molina Campo, podemos recordar que la señalética que indicaba cómo llegar a ese magestuosa construcción, indicaba: anfi teatro, en vez de teatro.

Apenas una mueca de los cambios. Pero los hay y más contundentes. Aquellas señaléticas también indicaban cómo llegar al zoológico, hoy inexistente. La impensada defensa por las condiciones sanitarias y habitacionales de Arturo, oso polar y el habeas corpus por Cecilia, chimpancé de quien no tuvimos más novedades, han ido alterando la postal otrora clásica de la Fiesta Nacional de la Vendimia.

Cuando algunos quienes despojar de política a la fiesta nacional de la vendimia, otros se esmeran por reivindicar que nada puede escapar de la cuestión por la cuál, según Aristóteles, nos diferenciamos de los Arturo y las Cecilia, mamíferos que no asisten a la escuela ?por ahora-. Este año, una de las postulantes a la consagración como reina nacional, se ausentó. Sí, quien debió a representar a Malargüe en esta impresionante puesta, no estuvo. Motivos no les faltan. Adonde faltan viñas, vides y poesías previsibles y enroscadas como zarcillos, sobran minerales y petróleo. Y aunque toda manifestación es legítima, los impedimentos que producen esas manifestaciones, no.  Seguramente en esta resaca vendimial convendrá recordar que el aporte más importante a la economía de Mendoza proviene por los hidrocarburos. Y el agua sí se negocia, pero no tenemos los volúmenes suficientes ni los gravámenes son tan generosos como para que las embotelladoras puedan suplir el déficit que podremos tener hoy, justamente, con la baja del precio del barril de crudo. Suena crudo, pero es más letal la ignorancia que el mismo corona virus- corona que no obedece a ninguna pretensión festiva- y es motivo suficiente como para comenzar a pensar desde otro lugar, de otra manera y principalmente, actuando en consecuencia.

Así como no podemos asegurar que el próximo año la Fiesta Nacional de la Vendimia prescindirá del certamen de belleza, sí podemos incluir otro de los cambios significativos.

Apenas dos años atrás, la magnificencia y entramado que envuelve a la fiesta nacional de la Vendimia contaba con otro desafío. El periodismo de gráfica. Pretendo no aburrir describiendo los actos casi heroicos que hacíamos quienes trabajábamos en diarios en épocas de Vendimia. Llegar primer el Teatro Griego, con la tapa impresa en la cual estuviese la foto de la flamante reina nacional, y adentro, la nota crítica del acto, era la proeza anual. Tanto que en la leyenda de la Fiesta Nacional de la Vendimia deberá contarse lo que se decía. Que la reina estaba previamente elegida, y que uno de los dos diarios contaba con dicha información para llegar antes y a la salida de las veinte mil personas, ya pudieran adquirir el ejemplar con la información de lo que acababa de ocurrir.

Lamentablemente para algunos en los que me incluyo, pero seguramente con la satisfacción de los que creen que los diarios insumen mucho papel y ese papel proviene de la tala de árboles, ahora sólo contamos con un diario. Qué digo diario, con un Decano de la Prensa nacional.

Seguramente los colegas del Los Andes, merced a la tecnología pero principalmente a la soledad en la que lo dejaron, corren pero más relajados para llegar al Frank Romero Day con su ejemplar dominical con todas las perlitas de la noche más importante de todas las noches en Mendoza.

Y aunque sin zoológico, sin fuegos artificiales ruidosos, sin  competencia a la vista, sin tanta disputa departamental para quedarse con la corona, sí persiste parte del folklore periodístico: hacer una bisección acabada del acto central, o sea, de la faz artística del acontecimiento. En el papel como en los sitios digitales, aparecen opinadores de todas las especies. Pero claro, siempre hay algunos más consagrados según el espacio y medio que los divulgue. Pues esos, de modo casi inexorable, le quitan el ánimo a directores, coreógrafos, músicos, actores y bailarines, al menos, hasta la próxima vendimia.  Sorprende que un género extinto como lo es la crítica de arte, renazca cada domingo post vendimia. Y probablemente esa persona, ese crítico (o esa crítica), sólo tenga indulgencia con amigas y amigos y únicamente adultere su mirada incisiva y su oído perfecto cuando sea él o ella quien se encarga de escribir el guión de alguna festividad próxima a vendimia. Esto lo hemos podido comprobar en más de un caso, pero recientemente con más elocuencia en la denominada Bendición de los frutos, que como sabemos, es el único acto no pagano.

Este 20-20 (número que decimos como si hubiese un empate cronológico) a pesar de que no hubo movimientos telúricos gravitantes, se produjo una nueva grieta. En la previa, claro. COVIAR y Bodegas de Argentina, Bodegas de Argentina y Coviar. Aunque una incluye a la otra.  Combate que se da desde atriles. Un púgil desde el Hyatt, el otro- en este caso la otra- desde Bodegas Trapiche. Aún no conocemos los árbitros ni sus tarjetas, pero sí propuestas tales como crear el banco de vinos. Hay quienes creen tener ya grandes ahorros pero hepáticos.

Tanto como aquella frase que decimos todos en alguna ocasión: no hay nada para ver en televisión, en la post vendimia aparece esta otra: siempre lo mismo. Sería prudente recordar que sí, que sería sano y prudente, si se trata de recorrer nuestra historia, no haya demasiadas versiones, y fundamentalmente, versiones irreconciliables.

La próxima Fiesta Nacional de la Vendimia se hará en 2021, pero no celebrará 85 años porque en 1955 y en 1985 no se realizó. La primera por la auto-denominada revolución libertadora. O sea. Golpe de Estado y proscripción del peronismo. La segunda, terremoto en Mendoza. Rezamos todos y todas, incluidos ateos y apóstatas para que el próximo año se haga, o al menos no haya motivos de esa calidad para omitirla. Con muchos o pocos cambios. Aunque sin dudas, el cambio más significativo será de diseño y tamaño. Y no de la fiesta, sino del matutino Los Andes. Tal como seguramente desde hace décadas algunos lectores le reclaman, se convertirá. Se despoja de las sábanas y será un formato más reducido y maleable. No podría precisar si berlinés o tabloide, aunque prometen mantendrá la seriedad, y ?ojalá- los fúnebres y obituarios. Ya sabemos que la única posibilidad de inmortalidad en Mendoza es no figurar en sus avisos. Salud por los cambios y ?como no- por la Vendimia que ojalá, siga siendo ese bodrio que emociona a propios y extraños, que conmueve y alegra, que pone de relieve de lo que somos capaces de hacer. ¡Salud! Y mucha especialmente para cosechadores, esos que son los homenajeados, excepto cuando cambian las fichas por los míseros 17 o 18 pesos que pagan por tacho.

 

 

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