Escoliosis – La columna torcida de Ariel Robert «Y vos ¿De qué te reís?»

Y vos  ¿de qué te reís?.  Esta pregunta que suele ser de carácter retórico, bien vale cuando no comprendemos el chiste. Por incapacidad para dilucidarlo, por incomprensión, o porque nos atraviesa un estado anímico que poco tiene que ver con lo que llamamos buen humor.  Pero en determinados casos desnuda lo que  Lacan define como… Continúa leyendo Escoliosis – La columna torcida de Ariel Robert «Y vos ¿De qué te reís?»

Y vos  ¿de qué te reís?.  Esta pregunta que suele ser de carácter retórico, bien vale cuando no comprendemos el chiste. Por incapacidad para dilucidarlo, por incomprensión, o porque nos atraviesa un estado anímico que poco tiene que ver con lo que llamamos buen humor.  Pero en determinados casos desnuda lo que  Lacan define como ?el fantasma neurótico del goce? . Es la angustia que le provoca a alguien ver que otro goza, mientras él no disfruta. Eso promueve un estado de frustración que sólo se disipa cuando esa alegría del otro se apaga. Bien parecido a la envidia, digo carente de conocimiento psicológico suficiente.

Aunque hay abundante bibliografía sobre la literatura humorística, el humor no constituye en sí un género literario específico ni una tipología textual, y se puede insertar en obras teatrales, relatos, cine, música, plástica, y ?ojalá- también en el periodismo y mejor aún, en la vida cotidiana.

Humor negro, humor disparatado, humor sorpresivo, son apenas descripciones. Catalogar el humor  puede parecer una tarea sencilla cuando nos encontramos con el humor que alude a cuestiones concretas, como es la política, el sexo o los vicios y defecciones del humano. Y en algunos casos, el humor regional, debido a la acentuación de los rasgos identitarios, o sea, de pronunciación u origen, también resulta fácil lo típico. El humor cordobés, el tucumano. También el porteño, aunque mucho más vasto y variado.

Bastante más evasivo para detectar y explicar es el humor mendocino. Me atrevo a decir que eso también obedece a un fenómeno socio cultural más amplio y profundo. Somos discretos, parcos, tímidos también nos cabe. Poseemos una extraña tendencia a susurrar en vez de  discutir con énfasis y quizás el más notorio y escurridizo signo de mendocino: no nos reconocemos. No queremos ser como somos. Ni hablar como hablamos. Cuando nos escuchamos a través de un medio, decimos de nosotros mismos que parecemos chilenos, como si eso fuese un pecado impronunciable. Y es tanto el esfuerzo por no parecernos a nosotros mismos que, quien más quien menos, procuramos imitar a quienes menos nos parecemos. Sí. Lo acepto como defecto propio pero admitámoslo, no soy solo en esta empresa un poco ridícula, somos varios.  Inclusive hacemos ejercicios foniátricos para que las erres suenen enfáticas y bonaerenses, para que la doble ele y la y griega no queden subsumidas en una i latina prácticamente inaudible.

En mi tarea de ocasional voyeur he escuchado decir que el público mendocino es muy exigente. Para contribuir a mi ausencia de simpatía, reniego de ese concepto. Al menos con la pátina de exquisitez y altura con la que pretenden asociar esa exigencia. Y aunque aglutinar a todos dentro de una misma bolsa, sin separar los residuos orgánicos de los inertes y sin distinguir los tóxicos es una falacia, sería demagógico decir que los mendocinos tenemos un paladar cerebral de sibaritas para el humor.

La pésima salud dentaria que me acompaña desde la infancia, ha servido de argumento o ardid para no celebrar con risa fácil, pero sí he experimentado un enorme placer y me causa admiración el humor que nuestros artistas, mendocinos por naturaleza y adopción, elaboran e interpretan. Escriben y hacen representaciones histriónicas extraordinarias. Algunos con más simpleza, otros apelando a la ironía, otros al sarcasmo, también a la mímesis, a lo gestual, al absurdo, a la parodia y también a la ternura.

Hablando de ternura y simpleza, Cacho Garay, con su espectáculo en Mar del Plata batió record de público,  ganador del premio Fernando Ramírez, sigue descollando. Ambos archi premiados  con los galardones más importantes que se otorgan en Argentina. Quizás ahora sí, ya legitimados por palmas, jurados y públicos foráneos ahora nos atrevamos a decir que son buenísimos. Los mejores. Y por supuesto, obvio,  si son mendocinos, como yo.

 

No me río,  pero lo celebro y los felicito. Cambio carcajada hipócrita por una cuota de reconocimiento y gratitud.  A Cacho, a Fernando, a Carlitos Romairone, a Rodrigo Galdeano, a Jorge Sosa Al trío Buenas Ondas que lidera Sacarina, a  Hugo Torrente, Daniel Aye, el Flaco Suarez , a los Cumpas y a tantos otros, humoristas mendocinos : gracias y salud?!  Ah. Y ya que el tenemos poco ejercitado el  músculo esfínter bucal , anoten?pronto, en días, podremos asistir al Festival de Humor..y no es un chiste. Ahora sí, puede seguir con el torno.

 

Más de General

Nuestras recomendaciones