En las redes te odio, te amo, dame más

    Como si fuera una pulsión inaugural, experimentamos la ingente necesidad de responder de inmediato, como si supiéramos que el otro, o la otra, está esperando nuestra convalidación, o por el contrario, nuestra desaprobación. Aunque sea improbable la simultaneidad, actuamos como que sí. Valoramos un me gusta o la cantidad de ?me gusta?, como espejo… Continúa leyendo En las redes te odio, te amo, dame más

 
 
 

Como si fuera una pulsión inaugural, experimentamos la ingente necesidad de responder de inmediato, como si supiéramos que el otro, o la otra, está esperando nuestra convalidación, o por el contrario, nuestra desaprobación. Aunque sea improbable la simultaneidad, actuamos como que sí.

Valoramos un me gusta o la cantidad de ?me gusta?, como espejo tramposo en el que desparece todo vestigio de reflexión. Emoción de la más primitiva aunque sea mediante una sofisticada tecnología. O tal vez, justamente esa tecnología es la que nos está convirtiendo en primates con escasa razón.

Contabilizar amigos, seguidores y superar índices de muros ajenos puede proporcionarnos una felicidad tan efímera como cuando comprobamos que el otro/la otra, oprimió como respuesta automática la manita sobre el me gusta o el retuiteo, sin la más mínima noción del objeto por el cual se está expresando.

Sin el necesario respaldo científico me atrevo a decir que nunca antes en el mundo, hubo mayor participación, expresándonos, sobre asuntos relativos a la cosa política. Sin embargo, como si fuese una competencia de coros gritando, poco se escucha lo que el otro/la otra está pronunciando y de manera prematura ya estamos ensayando una crítica (o descalificación) sobre esa otra opinión.

La enjundia con que respondemos y nos responden, no obedecen a una historia de discusión y mucho menos a un justificado rencor. El rencor es aquella bronca masticada durante mucho tiempo (la palabra rencor alude a rancio, a algo antiguo que se ha echado a perder). La magnitud de la hostilidad que podemos ver, leer, escuchar, excede de modo ostensible la posibilidad especulada.

Basta revisar un hilo en twitter, o los comentarios sobre algún comentario en facebook para advertir que se ha ido de escena el insulto, el enojo, la violencia. Carecen de sustrato. El posteo o el mensaje original, habitualmente, no contienen el grado de hostilidad que va cobrando mientras más respuestas y contestaciones podemos ir viendo y leyendo.

Desconozco el comportamiento en otras sociedades, pero sí puedo afirmar que en Argentina, la teorización de Byun Chul Han , el filósofo coreano-alemán de moda, pierde sustento, ya que esa espiral de refutaciones, esa vehemencia que se va traduciendo en un idioma de violencia, atravesó lo virtual, lo digital y empezó a ganar la calle.

Muñecos inflables. Bandera. Cartones con inscripciones más temerarias e insultantes que las expresiones de cualquier muro de algún adolescente resentido, Y la provocación ?quizá inconsciente- hacia el otro/la otra.

Tal como señalan los expertos de varias disciplinas, de ninguna manera podremos persuadir o hacer cambiar de postura y gusto a alguien mediante la agresión y la burla. O sea, es como si el propósito íntimo y profundo no fuese el de convencer, ni el de traer a esa otra persona hasta el lugar de nuestro pensamiento, sino simplemente repelerla, golpearla, humillarla.

Será estéril toda amable invitación a desactivar esa actitud beligerante si ese otro o esa otra, adolecen de una intención superadora y sólo pretendan vencer, aniquilar o, peor, desaparecer al contrincante, al adversario, al oponente.

Crecer moralmente, avanzar desde el intelecto y también desarrollar mejor nuestra anatomía exige de esfuerzos y voluntad. Ejercitar el músculo adecuadamente y alimentarnos armónicamente.  Para adquirir nuevos conocimientos, es imprescindible aceptar que carecemos de informaciones pertinentes, y que aún hay por delante una nutritiva cantidad de argumentos que podrían ayudarnos a comprender mejor lo que somos, cómo somos y qué podemos aportar. Aprender requiere de una actitud de humildad. Reconocer que no sabemos todo y que no sólo hay un camino de salida, hay que aprender a volver.

Por esto, celebro que este próximo sábado, un colectivo de pensadores, de distintas disciplinas y saberes, reunidos en una jornada virtual titulada :¿Qué hacemos con los discursos del odio? proponen esto, no una RESPUESTA IMBATIBLE sino un PREGUNTA INEVITABLE.

Que la formulación de la pregunta sea en plural (discursos del odio) incentiva a participar. Porque difícilmente el odio, el enojo, la hostilidad tengan un solo actor y de un solo lado. Desarticular el odio requiere de una apertura inusual en el campo de la política y también de las corrientes de pensamiento que responden a un autor, a una escuela, a una filosofía.

Más que una jornada, suena a desafío. Nadie debería perder algo en una pugna de argumentos, sino por el contrario, ganar, sumar ideas y ganar estímulos.

Esta propuesta es una iniciativa de AGENDA ARGENTINA y contará con la participación inicial de Dora Barrancos, Ofelia Fernández, Graciana Peñafort, Victoria Donda, Darío Sztajnszrajber, Pedro Saborido, Alejandro Grimson, Julia Megolini, Victoria Donda, Miriam Lewin, Daniel Feierstein, Rosario Lufrano, Gabriel Giorgi, Alejandro Kaufman, Carolina Papaleo, María Esperanza Casullo, Ezequiel Ipar. Prometen estar también la ministra de seguridad, Sabina Frederic y en el cierre aseguran la presencia del jefe de Gabinete de la Nación, Santiago Cafiero.

Sábado 21, hora 14 y a través de you tube en vivo.

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