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Redes sociales: el poder de la información y el peligro de la difamación

Cada día más personas incorporan en su rutina el uso de redes sociales. Entretenimiento, información y la peligrosa herramienta de la difamación y el escrache

Adrián Characán
Adrián Characán

En el día a día, pero también en la Academia, se incorpora el uso indiscriminado de la comunicación digital. Hoy abordamos el teme de Redes Sociales: el poder de la información y el peligro de la difamación

Nunca seremos todos iguales

Las redes sociales han cambiado la forma en que nos informamos, nos comunicamos y nos relacionamos con el mundo. Hoy, tanto una persona que reside en un barrio popular como otra que vive en un barrio privado, ambos, pueden acceder, al mismo tiempo a la misma información. Entretenerse de igual manera con su teléfono. La gran paradoja de esta era digital: el acceso se ha democratizado, pero también lo ha hecho la posibilidad de atacar, difamar y dañar con solo un clic. Y cuando la mentira ya está instalada, revertir el daño es casi imposible.

Cuando la palabra se convierte en un arma

Un comentario en WhatsApp, Facebook, una historia en Instagram, un video en TikTok. En cuestión de segundos, una persona puede ver su reputación destrozada sin posibilidad de defensa inmediata. El Código Penal argentino tipifica las calumnias y las injurias como delitos: acusar falsamente a alguien de un crimen tiene una penalidad, pero actualmente, es mínima. Puede costar hasta tres años de prisión (siempre que tenga antecedente previo y un mal abogado) y las injurias se castigan con multas que oscilan entre $1.500 y $20.000. ( servicios.infoleg.gob.ar) es decir , montos insignificantes, desproporcionados a la hora de compararlos con el daño producido. No sólo se afecta el honor y prestigio de una persona, sino que el daño moral se extiende inclusive a los aspectos de salud más dramáticos

El perverso tribunal de las redes 

Ninguna sanción resulta resarcitoria para quien ha sido agraviado. El escarnio público se utiliza cada vez con más frecuencia y quien lo padece, tras acusaciones falsas, difícilmente puede restablecer su imagen ante el prójimo. La facilidad e impunidad conque se señala a personas, asignándoles crímenes no cometidos o acaso conductas que no ha tenido, producen una grave lesión al tejido social que aún la política no aborda como tema

El daño irreparable de la difamación

Hay casos que adquieren notoriedad porque se trata de figuras públicas. Esos casos, aunque el padecimiento es igual de lacerante, suelen tener otro tipo de consecuencias y también, los personajes públicos encuentran diferentes recursos de defensa, aunque siempre terminen siendo insuficientes. Podemos rememorar dos casos que sindicaron a sendos políticos con el mismo mecanismo. Al exministro Randazzo fue acusado de adquirir de manera irregular una estancia en Vedia. La justicia determinó que la denuncia era infundada y ordenó una indemnización por daños morales

 

Otro, en el que de las redes escaló a los medios (que luego tampoco trataron el tema con la misma intensidad) fue el de Guillermo Moreno, cuando la periodista de Mitre y Clarín, Mercedes Ninci insistía en divulgar que existía un vínculo (amoroso, comercial, político) entre el ex funcionario de Comercio y Moria Casán. Las pruebas fueron contundentes. No había existido jamás contacto de ninguna naturaleza. Ninci debió indemnizar a Moreno, pero quizá pocos supieron que la periodista mintió intencionalmente, violando criterios tanto profesionales como humanos

Podemos sumar uno reciente, el del periodista Max Delupi, condenado a pagar más de un millón de pesos por difamaciones contra colegas. Aunque la sentencia fue clara, el proceso fue largo y el daño a las víctimas, ya estaba hecho.

Las tragedias tampoco gozan de la misma popularidad que los escraches

En diciembre de 2018, Annie, una chica de Bariloche, amiga de Agustín Muñoz, jovencito de 18 años, publicó en Facebook que Agustín la había abusado sexualmente. El adolescente, al descubrir la difamación, acudió a su Mamá, desesperado, asegurando que era una brutal mentira. La madre conocía y a la adolescente y de inmediato trató de encarar la situación como lo haría cualquier madre, escudriñando qué pudo haber sucedido. Contactó a la chica -ya que confiaba plenamente en la inocencia de Agustín-  y Annie le confesó que todo había sido una mentira porque "estaba enojada"  

A través de la misma red hizo aclaraciones, se hicieron publicaciones desafectando a Agustín, pero ya no tuvieron el efecto de retrotraer todo a la situación real. El tema fue escalando y de las redes pasó a la escena barrial y urbana.  El señalamiento sobre Agustín, en escasos días, produjo que se sumiera en un estado de angustia y depresión y se quitó la vida

De las redes a la Justicia

Así como suele no existir un sentido crítico de parte de la sociedad, y le confiere crédito a cualquier publicación que tenga incluida alguna denuncia de tipo escandalosa, la Justicia está observada porque en demasiados casos actúa de la misma manera. Sin que hayan pruebas suficientes, somete a personas inocente a procesos -vaya paradoja- injustos. 

En Mendoza, no faltan los casos. El WhatsApp del Ministerio Público Fiscal, habilitado para que se efectúen denuncias durante las 24 horas (261 579 0203) recibe cada vez más reportes de amenazas e injurias en redes. Las cifras oficiales no reflejan el impacto real, porque muchas víctimas prefieren no denunciar, convencidas de que la justicia llega tarde o nunca.

¿Qué se puede hacer?

Si alguien es difamado en redes sociales, sugerencias:

1. Guardar pruebas: capturas de pantallas; guardar enlaces y registrar todo lo que pueda servir como evidencia.

2. Denuncia: acudir a la fiscalía o comunicarse al número habilitado por el Ministerio Público Fiscal (261 579 0203) para reportar el caso.

3. Consultar con un abogado: conocer los derechos es clave para actuar con firmeza.

4. Evitar responder con agresión: muchas veces, la mejor estrategia es documentar y dejar que la justicia haga su trabajo.

Sin vacuna

Los juicios pueden otorgar compensaciones económicas, pero la difamación deja marcas imborrables. En la era digital, lo que se publica permanece. Aunque la verdad salga a la luz, esa luz nunca tendrá la misma potencia que la falsa acusación inicial. Aunque un juez dicte sentencia, aunque se demuestre la falsedad de la acusación, la duda persistirá. Las redes sociales han dado voz a todas y todos, pero también abrieron la puerta al linchamiento gratuito y al escarnio público. Lo que se escribe con ligereza puede destruir vidas. La libertad sin responsabilidad, o peor, usada con maldad, requiere de límites precisos que hasta hoy, la comunicación digital no ha sabido encontrar

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