Raúl, ese amigo que no querríamos tener
Alejandro Frías nos presenta la primera novela de Camilo de Cabo: Raúl, donde el autor nos propone una conjunción entre el terror y el thriller.
Raúl aparece en la vida del protagonista cuando ambos son niños. En una plaza. A partir de un hecho común como el de correr atrás de una pelota, además de otro también tan común de la infancia como lo es hacerse amigo de alguien apenas habiéndose presentado.
Muchas personas han vivido situaciones similares, y muchas de ellas, sin saberlo, conocieron en esas circunstancias a amigos o amigas de quien nunca se separaron. El problema, en todo caso, es lo que sucede cuando esa gente a la que conocimos casualmente se mete en nuestras vidas de manera peligrosa y, aunque nuestro deseo sea el de romper esa relación, no nos podamos separar.
Raúl, la primera novela de Camilo de Cabo nos pone ante esa situación, la de un niño a cuya vida llega Raúl y para quien esa compañía se convertirá en una pesadilla, por momentos, y en una salvación, en otros.
En una conjunción entre el terror y el thriller, Raúl nos introduce en la relación que se establece entre estos dos personajes y en cómo el protagonista se aferra a Raúl desde lo emocional, al principio, y luego lucha para quitárselo de su vida.
La temporalidad de la novela nos lleva desde la infancia del protagonista hasta su adultez, y uno de los elementos fundamentales, tanto en la creación de la trama como en el desarrollo y, especialmente, la forma en la que el protagonista se relacionará con el entorno, es el hecho de que la narración es en primera persona, lo que nos dificulta como lectores emitir juicios. Antes, por el contrario, sentimos la necesidad (y esto nos llena de ansiedad) de que Raúl por fin se aleje de la vida ya tortuosa de este niño que vemos crecer.
La escuela primaria, la secundaria, su habitación, el trabajo, algunos consultorios, las calles de Buenos Aires son los escenarios en los que se desarrolla la historia, que fluye de manera muy natural y visual, consecuencia quizá de la relación de De Cabo con el guion cinematográfico.
Esto hace también que los momentos más tensos del relato se vivan en carne propia.
Por su estética y por los recursos a los que De Cabo echa mano, nunca nos apartamos del protagonista, lo que agrega a la dinámica interna del relato un ritmo que nos invade, una necesidad de todo texto en el que el terror sea uno de sus principales condimentos.
Raúl, de Camilo de Cabo, no decepciona, y nos mantiene atrapa a cada página.