EFEMÉRIDE

Pueblo Gitano: los que llegaron sin patria pero con historia

El 8 de abril se celebra Día Internacional del Pueblo Gitano: los hijos del viento. Llegaron desde tierras lejanas, arrastrando siglos, idiomas, dioses y heridas. Migraron como los pájaros: sin rumbo fijo, pero con sentido.

No tienen bandera, pero ondean la suya en cada pañuelo colorido que danza al ritmo de sus cuerpos. No tienen himno, pero su canto se escucha en los patios, entre palmas, violines y nostalgias. El pueblo gitano -o el pueblo romaní, como prefieren nombrarse- es una historia escrita sin tinta, una cultura que no pidió permiso para existir. Llegaron desde tierras lejanas, arrastrando siglos, idiomas, dioses y heridas. Migraron como los pájaros: sin rumbo fijo, pero con sentido.

Los estigmas que se heredan como maldiciones

Hubo un tiempo en que se decía, con voz baja y tono severo, que si los niños no se portaban bien, "se los llevarían las gitanas". El cuento cruzaba generaciones como advertencia, como amenaza. Ellas, mujeres de faldas amplias y ojos como brasas, se convirtieron en fantasmas del folklore doméstico. Se las culpaba de raptos, de robos, de misterios. El miedo tejía su propia novela, y en ella, las gitanas eran las brujas.

Pero nadie hablaba de cómo esas mismas mujeres criaban a los suyos con ternura de hierro, cómo tejían su mundo con gestos heredados, cómo sobrevivían a un mundo que siempre las quiso afuera.

De Auschwitz al olvido

Hubo una época en que ser gitano era un delito. Las listas los marcaban, los trenes los cargaban, las cámaras de gas los apagaban. Medio millón de ellos desaparecieron en el aire frío de los campos, sin nombres, sin tumbas, sin memoria. No hubo monumentos ni disculpas. Solo un hueco, un silencio, una deuda que nadie quiso pagar.

Como si el dolor tuviera jerarquías. Como si el exterminio no alcanzara para ser recordado.

Pueblo Gitano: los que llegaron sin patria pero con historia

Los desaparecidos que nadie busca

En la Argentina de los años de plomo de la dictadura militar también hubo gitanos desaparecidos. No figuran en afiches ni en documentales. Pero están. Fueron 36, según se sabe. Treinta y seis nombres que el viento se llevó sin preguntar por apellidos. Treinta y seis vidas arrancadas en dictadura, sin juicio, sin verdad, sin justicia.

Porque la historia oficial suele olvidarse de los que ya venían siendo olvidados.

Mendoza, con sus gitanos de paso y de arraigo

En Mendoza, como en muchos rincones del país, los gitanos encontraron suelo fértil para desplegar sus toldos y sus vidas. Se instalan en barrios, a veces itinerantes, a veces estables. La mayoría se dedica al comercio: autos, máquinas viales, muebles, joyas, lo que circule, hasta bidones!

Son desconfiados, sí. Porque han aprendido que el mundo se gana con desconfianza y se pierde con ingenuidad. Y a ellos el mundo se los ha querido llevar más de una vez.

Una comunidad sin fronteras (pero con raíces)

Hoy se estima que hay más de 12 millones de gitanos en el mundo. En Argentina, viven alrededor de 300.000, de los cuales unos 3.000 están en Mendoza, concentrados principalmente en zonas urbanas como Las Heras, Guaymallén y partes del Gran Mendoza. La mayoría mantiene un modo de vida que combina tradición con adaptación, entre caravanas simbólicas y contratos de compraventa.

El oro como herencia y escudo

Entre sus costumbres, hay una que brilla más allá de lo simbólico: el oro. Lo usan como marca, como orgullo, como señal de fortuna. Antiguamente los mayores usaban dientes dorados ,era casi un sello, una herencia que se llevaba en la sonrisa. Pulseras, anillos, collares: no por ostentación, sino por código. El oro, para ellos, es más confiable que un banco. Es historia portátil, ahorro con alma.

Las faldas, el alma que se viste

Las mujeres gitanas caminan como si cada paso contara una leyenda. Usan vestidos largos, coloridos, con vuelos que giran como molinetes. No se visten, se declaran. Cada prenda tiene peso, cada tela tiene ritmo. En sus ropas viaja la identidad, la resistencia, el amor por lo que no se compra.

No siguen modas, las dictan sin saberlo.

Pueblo Gitano: los que llegaron sin patria pero con historia

El arte de adivinar el destino

Coquetean con lo oculto, con lo invisible. Las gitanas, desde tiempos remotos, se vincularon con el arte de la adivinación. La lectura de la mano, del tarot, de los ojos del otro. No como espectáculo, sino como tradición. Como parte de esa herencia intangible que las conecta con el misterio.

No prometen certezas: ofrecen vislumbres.

El idioma que no muere

Hablan romaní, entre ellos. Y en ese idioma susurran secretos, consejos, advertencias. El idioma es la casa que llevan adentro. Algunos lo pierden, otros lo enseñan con obstinación. Pero siempre está. Como una raíz invisible, como una patria que no precisa mapas.

Cuando la rumba fue bandera

En los años 90, el mundo cantaba y bailaba sin saber que lo hacía al ritmo de gitanos. Los Gipsy Kings, hijos del exilio español y de sangre romaní, pusieron en las radios globales una identidad vibrante. Bamboleo, Volare, Djobi Djoba... canciones que mezclaban alegría con melancolía, raíz con guitarra.

Fueron gitanos de escenario, pero también de verdad. Y sin proponérselo, hicieron que el mundo aplaudiera, aunque sea por unos minutos, a una cultura tantas veces silenciada.

Pueblo Gitano: los que llegaron sin patria pero con historia

Una cultura viva que no pide permiso

El pueblo gitano no es un cuento de hadas ni un expediente policial. Es una cultura viva, contradictoria, intensa, como todas las que han sobrevivido al desprecio.

Han sido perseguidos, exiliados, ignorados. Pero también celebrados, admirados, imitados.

Y aunque el mundo aún los mire con ceja levantada, ellos siguen danzando. Bajo la luna, sobre el asfalto, con los ojos cerrados y el alma abierta.

Porque no tienen tierra, pero tienen memoria.

Y en ella cabemos todos.

El 8 de abril se celebra el Día Internacional del Pueblo Gitano.

No para romantizarlos.

Sino para dejar, aunque sea por un día, de estigmatizarlos.

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