MÚSICA DE CULTO

Discover, el templo del rock progresivo: la historia de Andrés y de un género que no se agota nunca

Andrés Valle: "Empecé a escuchar música a los 12 ó 13 años y enseguida a coleccionar discos. En ese momento el rock progresivo estaba muy de moda, era algo nuevo, sobre todo acá, incluso más que en otros países". La historia de Discover, el último templo del rock progresivo.

Adrián Characán
Adrián Characán

Desde muy joven Andrés Valle descubrió que la música iba a ser algo más que un pasatiempo. "Empecé a escuchar música a los 12 o 13 años y enseguida a coleccionar discos. Justo en ese momento el rock progresivo estaba muy de moda, era algo nuevo, sobre todo afuera, incluso más que en otros países", recuerda.

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A medida que pasaban los años su fascinación por el género se profundizaba. En esta nueva entrevista de Diario PORTADA, Andrés nos cuenta: "A los 20 ya estaba haciendo colecciones paralelas de distintos grupos progresivos. Si bien también escuchaba rock clásico, el progresivo me pegó mucho más, como nos pasa a muchos. Escuchabas Genesis, Gentle Giant, King Crimson o Jethro Tull y te metías en un mundo riquísimo, lleno de detalles que aún hoy seguimos descubriendo. Es un género que no se agota", afirma Andrés.

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Andrés Valle: de familia melómana y coleccionista

Su pasión por compartir música lo acompañó desde siempre. "Ya en el colegio era el que grababa cassettes para todos. Después sí, trabajaba de otra cosa, tenía igual una radio al lado. Si ganaba plata me compraba discos. Todo giraba alrededor de la música. Mi papá era melómano y coleccionista de tango, además de editor de libros y en un momento puso una librería propia. En 1992 yo tenía un estudio de diseño gráfico y se me ocurrió abrir una disquería dentro con un sector de librería, pero enfocada en mi universo musical".

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Discover: el Templo del Rock Progresivo

Así nació su local Discover en 1992 que, desde el inicio, tuvo una impronta clara: compartir lo que no se conseguía fácilmente. "La mitad del local era progresivo, el resto era música étnica, celta, cosas que no se veían acá. Viajé a Irlanda para conocer más, incluso en mi luna de miel. La idea era esa: traer y mostrar lo que me apasionaba".

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Treinta años después el entusiasmo sigue intacto. "Lo que mantiene vivo el interés es la cantidad de producción nueva que hay. La gente piensa que el progresivo es solo lo de los 70, pero hoy hay montones de bandas increíbles. Muchas veces vendo más discos de grupos nuevos que una reedición de Genesis", señala.

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En ese camino también surgió Mellotron en 1996 en un café de la misma Galería Jardín junto a unos amigos, un espacio colectivo que fue primero una revista y luego llegaron a realizarse dos libros que se agotaron en España y luego un sitio web dedicado a difundir la escena progresiva, incluso produciendo eventos nacionales e internacionales. "En los 90, con la llegada del CD y los sellos independientes, surgieron muchas bandas que no tenían contrato pero editaban discos igual. Veía revistas de afuera que hablaban de estas bandas y me preguntaba por qué acá no se conocían. Así nació Mellotron, que terminó organizando conciertos, escribiendo, recomendando, haciendo comunidad".

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En la actualidad y desde hace unos tres años existe un canal de YouTube y que es parte de Mellotron dirigido por el periodista especializado Claudio Bustamante, de Chile pero radicado en los Estados Unidos, en ese espacio se realizan entrevistas muy ricas a músicos virtuosos de todos los géneros. 

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Clientes que saben lo que buscan

El cliente de Andrés no es uno más: "Hay una relación de respeto, de afecto y camaradería. El que viene a comprar ya sabe lo que busca. Siente que apoya al artista. Y muchos músicos directamente no suben todo a Spotify porque no quieren regalar su trabajo. El que colecciona lo sabe: quiere el disco, el objeto, lo físico. Y lo disfruta porque sabe que cada escucha le va a dar algo nuevo".

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Cuando le preguntamos por sus cuatro bandas preferidas de todos los tiempos dentro del progresivo, no duda demasiado: "Genesis -destacando a Peter Gabriel como un músico sobresaliente-, Camel, Yes y Jethro Tull. Son pilares. A cada uno le encuentro cosas distintas y me siguen conmoviendo". incluso nos conto que su tema favorito de Genesis y de la historia del rock es "Firth of Fifth" (de Selling England by the Pound).

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Pero la historia de Andrés no está encerrada en un pasado de vinilos y tapas ilustradas. Su tienda Discover, especializada en   clásico y progresivo, continúa latiendo firme en el corazón de la emblemática Galería Jardín sobre la peatonal Florida, en pleno centro de la Ciudad Autóonoma de Buenos Aires, donde en los años 80 hubieron oficinas de empresas internacionales de exploración petrolera como Geosource, entre otras. Una galería que fue ícono de la computación en los años dorados y que aún conserva esa mezcla de nostalgia y tecnología. Allí, en el primer piso, como una cápsula en el tiempo, resiste Discover y promete hacerlo por mucho tiempo más. Un espacio de culto con sonido de alta fidelidad instalado desde sus inicios, unos bafles increíbles que te permiten identificar esos pequeños arreglos y detalles que hacen a este género tan sutil como potente, donde el rock progresivo no solo se escucha: se siente.

Discover, el templo del rock progresivo: la historia de Andrés y de un género que no se agota nunca

"Esto no es nostalgia. No se trata de quedarse con lo viejo. Todo el tiempo estoy descubriendo cosas nuevas y eso es lo más emocionante. Porque el progresivo, cuando es bueno, no se agota nunca", asegura Andrés con una sonrisa.

Discover, el templo del rock progresivo: la historia de Andrés y de un género que no se agota nunca

De hecho, entre amigos comentan que ya ni siquiera hace falta esperar un año para hablar de discos del año: en solo cuatro meses hay bandas que se perfilan como las mejores, lo que antes pasaba en doce meses. Y buena parte de esa ebullición viene desde lugares inesperados: Noruega, Polonia, Alemania y muchas otras partes del mundo que se han convertido en nuevos epicentros creativos del género.

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Esa vitalidad, ese movimiento constante, esa música que parece no tener fin, es lo que sigue alimentando la llama. Andrés lo sabe, y lo celebra cada día, detrás del mostrador, mientras suena un disco que quizás -como tantos otros- todavía no conocíamos pero ya nos está cambiando la vida.

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