Cuando el taller se vuelve una trampa

Una delgada línea entre la confianza y la trampa. Y en los talleres mecánicos de hoy, esa línea suele romperse sin previo aviso, entre el sonido metálico de un motor desarmado.

La extorsión mecánica y la vulnerabilidad del ciudadano común. Hay una delgada línea entre la confianza y la trampa. Y en los talleres mecánicos de hoy, esa línea suele romperse sin previo aviso, entre el sonido metálico de un motor desarmado y el silencio de un cliente que no sabe si reír o llorar. Lo cierto es que miles de argentinos viven cada año la misma pesadilla: dejan su vehículo para un "presupuesto", y cuando vuelven, el auto ya no existe como tal. Es una pieza dispersa, desarmada, rehén de un sistema sin control ni ética.

El modus operandi del engaño

Primero viene la confianza. La sonrisa, el "dejámelo que lo revisamos sin compromiso". Después, el desarme. Y ahí empieza la historia real: "mirá, encontramos más de lo que parecía... ", "los repuestos están carísimos... ", "esto no se puede armar así nomás... ".

Y cuando uno pregunta por el presupuesto, aparece la amenaza implícita: "si no pagás, no te lo devolvemos".

En Guaymallén, Mendoza, hay talleres especializados en una marca inglesa de 4x4 y otras de marca alemana, que han perfeccionado este método. Se presentan como expertos, pero su verdadera especialidad es otra: la confusión, el engaño y la mentira. Casos documentados muestran presupuestos que superan los tres millones de pesos por "devolver el vehículo desarmado", sin haber avisado jamás los costos previos ni emitir una orden de trabajo formal.

Cuando el taller se vuelve una trampa

Lo que debería ser una reparación se transforma en una extorsión, y el ciudadano común queda atrapado en una telaraña de "costos técnicos", "materiales importados" y "tiempos de taller" que nadie puede controlar.

Cuando el taller se vuelve una trampa

Vicios ocultos: cuando el problema viene de antes

Pero el calvario no termina ahí. Muchos autos usados se venden con lo que el Código Civil y Comercial argentino llama vicios ocultos, es decir, defectos que no pueden ser detectados a simple vista al momento de la compra, pero que hacen que el vehículo no sirva para su uso normal o reduzca significativamente su valor.

En estos casos, el comprador tiene seis meses desde la entrega del vehículo para reclamar judicialmente o exigir la reparación, reemplazo o resolución del contrato (artículos 1051 al 1056 del Código Civil y Comercial).

El primer paso es hacer una denuncia por escrito al vendedor, notificando el problema y guardando toda evidencia: presupuestos, fotos, peritajes y comunicaciones.

También es clave no manipular el vehículo antes de una revisión pericial, ya que eso podría invalidar el reclamo.

Cuando el taller se vuelve una trampa

Y si el vendedor ocultó de forma dolosa, en complicidad con los ingleses del 4x4 el defecto, la ley permite exigir daños y perjuicios adicionales, incluso la devolución del dinero y los gastos ocasionados.

Quizás exista una conexión con el país que fabrica esos vehículos con los mecánicos, ambos son piratas, hasta con patas de palo!

La desprotección del consumidor

La realidad es que el ciudadano argentino está solo frente a este tipo de maniobras. Los controles son escasos, los organismos de defensa del consumidor están desbordados, y las asociaciones automotrices muchas veces miran hacia otro lado.

Así, el taller se transforma en un territorio sin ley, donde el cliente es rehén y la palabra del mecánico se vuelve una sentencia.

En un país donde un repuesto puede valer más que el propio auto, la lógica se disuelve. No hay proporción entre el valor de la reparación y el valor de un vehículo usado. En muchos casos, el arreglo cuesta lo mismo que un cero kilómetro. Y ahí el sistema muestra su rostro más cruel: el de una maquinaria que exprime al trabajador, al jubilado, al padre de familia que confió. Esto último también hace proliferar un negocio, al menos, polémico: desarmadores donde se encuentran reparaciones más económicas, que algunas veces están asociadas al robo y desguace de autos. Esto último también decir proliferación del robo automotor.

Y también están los otros: los culposos, dos veces culposos. Por no decir la verdad y por entregar un vehículo asegurando que estaba impecable, cuando apenas anda quince días.

La mentira, a veces, se disfraza de buena voluntad; pero el tiempo, implacable, la desnuda.

Las vueltas de la vida suelen encargarse de poner a esas personas en su lugar. Y quizá, como una forma misteriosa de justicia natural, la vida misma -o la naturaleza- los condene con sus propios padecimientos.

Lo que la vida devuelve

Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Algunos mecánicos, más que en reparar, se han especializado en dañar. Pero el daño que provocan no siempre se mide en dinero: se mide en angustia, impotencia y desconfianza.

Y a veces -como suele ocurrir en el orden natural de las cosas-, la vida devuelve con precisión quirúrgica lo que cada uno reparte.

Porque, como decimos en la calle, el que obra mal, tarde o temprano paga con intereses.

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