Samuel Mariño, el soprano venezolano que busca transformar la ópera: "He aprendido a valorar mi voz"
El artista, radicado en Berlín, brilla en los escenarios con su excepcional registro agudo, tras superar años de acoso escolar y críticas profesionales. Samuel Mariño atrae a una audiencia joven hacia la ópera.
Cuando escucha sus mensajes de voz en WhatsApp o su contestador automático, no puede evitar preguntarse: "¿En serio sueno así?". Tampoco es fanático de cómo se oye en las grabaciones de estudio mientras trabaja en su segundo álbum. Sin embargo, Samuel Mariño (Caracas, 29 años) encuentra consuelo en el hecho de que, al cantar en vivo y sin micrófono, no tiene que oírse.
Este soprano masculino ha concedido 11 entrevistas en las última semanas y lleva dos intensas temporadas operísticas de nueve meses consecutivos. Ha capturado la atención por su extraordinaria voz aguda y su expresión interpretativa, aunque el camino no ha sido fácil. Durante su infancia, pasó recreos escondido en el salón y llegó a abandonar las aulas para evitar golpes y burlas de sus compañeros.
Por: Florantonia Singer, El País
"Lo que hago no es exactamente lo que soy", reflexiona Mariño en una videollamada desde Berlín, justo antes de tomar su primera semana de vacaciones en dos años. "La voz siempre se asocia a la identidad. Pero, ¿soy mi voz cantada? Sí y no. Hay dos Samuel Mariño: el que canta y vive la ópera, que ocupa el 80% de mi vida, y otro Samuel que prefiere cosas simples, como quedarse en pijama, pasear al perro o ir al supermercado. Amo la naturaleza y no disfruto las grandes ciudades".
Con los años, Mariño ha aprendido a observarse desde una perspectiva externa, algo necesario para lidiar con los conflictos generados por su voz. "La llevo conmigo todos los días. En la escuela no solo se burlaban de mi voz, sino también de mi personalidad, y eso sigue ocurriendo. Incluso algunos colegas en la ópera hacen bromas sobre mi tono. Aceptar y amar mi voz ha sido un proceso largo, pero crucial para aceptarme a mí mismo".
Cuando tenía 13 años, el conflicto llegó al punto de que sus padres consideraron una operación para masculinizar su voz. Sin embargo, los médicos advirtieron que esa intervención podría acabar con su capacidad para cantar. "Estaba entre esa solución extrema y soportar el chalequeo, como llamamos al bullying en Venezuela. Nunca hablé de eso hasta años después, cuando lo mencioné en una entrevista. Mi mamá se enteró en ese momento".
Mariño creció en Caracas, en una familia de clase media con padres académicos. Estudió piano y canto en el Conservatorio de Música Simón Bolívar, formó parte del coro de voces blancas Schola Cantorum de Venezuela y combinó las clases de canto lírico con el ballet. En su entorno familiar, ni su voz ni su orientación sexual fueron motivo de rechazo. Según él, su mamá fue clave para que descubriera su pasión por la ópera. "Ella veía mi felicidad al cantar y me motivó a seguir. Cuando uno es niño y se siente libre, no entiende qué es la libertad".
Con más de 180.000 seguidores en Instagram, Mariño atrae a una audiencia joven hacia la ópera. "Soy cantante de ópera, pero diferente a lo que muchos imaginan. Aunque existen resistencias, estas ceden cuando demuestro mi preparación y brindo un espectáculo completo, incluso cambiándome varias veces de vestuario. Las redes sociales también han acercado a nuevos públicos a mis conciertos".
Cuando se le pregunta sobre las categorías tradicionales de voces masculinas y femeninas, Mariño reconoce la rigidez de estas clasificaciones en el canto lírico. En el siglo XVIII, a los castrati se les realizaba una intervención quirúrgica para conservar sus agudos y permitirles interpretar papeles femeninos. "Si me preguntas cuál es mi género, te digo que soy hombre, pero si me quieres llamar mujer, no tengo problema. Soy Samuel Mariño, un soprano que a veces canta en la línea del tenor".
A menudo, le preguntan si es castrado, lo que él toma con humor. "Algún día diré en una entrevista que sí lo soy, que en Venezuela todos pertenecemos a una tribu indígena que canta ópera", bromea. Aunque se ríe, señala que esas preguntas reflejan ignorancia. "Como dijo Einstein: ‘Todos somos ignorantes, pero no todos ignoramos las mismas cosas'. Estoy aquí para defender la diversidad. No importa cómo seas, lo que importa es el mensaje que transmites".
Hace una década, Mariño dejó Venezuela gracias a una profesora que enseñaba en La Sorbona. Al escucharlo cantar en Caracas, le consiguió audiciones en el Conservatorio Nacional de París. Poco después, Mariño y su madre recaudaban fondos vendiendo comida para costear el pasaje y los 1.000 euros con los que llegó a Europa. "Al principio, me costaba encajar en las normas del sistema".
En Francia intentaron que cantara como contratenor, pero al tomar clases con la soprano Barbara Bonney se especializó en papeles de castrato. Aunque los insultos de su adolescencia quedaron atrás, sigue enfrentando críticas en el mundo de la ópera, donde los errores se magnifican. Sin embargo, las reseñas destacan su habilidad técnica y su asombrosa coloratura.
La agenda de Mariño está en plena ebullición. Este año, cantará en Polonia, Puerto Rico y Austria, y debutará en España, además de recibir invitaciones de Colombia, Brasil y posiblemente el Teatro Colón en Buenos Aires. "He cantado en seis continentes, incluido África, pero todavía no he recibido una invitación para regresar a Venezuela", dice entre risas.