Voces de dignidad en la ONU frente al silencio cómplice
En la 80 Asamblea General de la ONU se escucharon discursos que marcaron un contraste brutal. Macron avanzó en el reconocimiento de Palestina; Lula da Silva denunció el genocidio en Gaza; y Gustavo Petro dio una clase de estadismo. Mientras Milei buscó la foto vergonzosa con Trump , como llamativo reclamo por Malvinas, un acto casi inédito en su gestión .
Macron y el reconocimiento de Palestina
El presidente francés, Emmanuel Macron, sorprendió al sumarse al reconocimiento del Estado de Palestina. Puede parecer un gesto tímido, pero en la arena diplomática significa abrir una grieta en el bloque occidental que hasta ahora esquivaba cualquier definición. Cada palabra pronunciada en esa sala tiene peso histórico, y en este caso, Palestina empieza a ser reconocida por quienes hasta ayer la ignoraban.
Lula y la verdad incómoda
Lula da Silva no se anduvo con rodeos. Dijo lo que muchos piensan y pocos se animan a declarar en voz alta: en Gaza se está perpetrando un genocidio contra bebés, mujeres y hombres inocentes. Y señaló claramente a Israel como responsable, con Estados Unidos como cómplice y con gobiernos alineados -como el de Milei- que callan o aplauden desde la tribuna equivocada. Lula mostró que la palabra de un líder puede ser un arma contra la impunidad.
Petro, un estadista en tiempos de mercenarios
El discurso de Gustavo Petro fue el más potente, el más largo y quizás el más valiente de la jornada.
Recordó que los jóvenes caribeños , tal ves algunos colombianos atacados en una lancha por fuerzas estadounidenses no eran narcotraficantes, sino chicos pobres. "Los narcotraficantes viven en Miami, Nueva York, España o Dubái", lanzó con ironía.
Condenó sin medias tintas el genocidio en Gaza, pidió a los ejércitos del mundo detener la masacre y denunció el negacionismo frente al calentamiento global. Para Petro, el desarrollo de Latinoamérica y África pasa por energías limpias: los recursos están, pero el mercado fósil los bloquea porque prefiere seguir contaminando y dominando a los pueblos.
No ahorró descalificativos contra Donald Trump y evocó a Bolívar con su bandera roja, negra y blanca como símbolo de resistencia y paz. También rechazó los bloqueos contra Cuba, Venezuela y otros países condenados por las potencias.
La ONU ya lo dijo: es genocidio
La propia Organización de Naciones Unidas, a través de una comisión, estableció que lo que está cometiendo el Estado de Israel en Gaza es un genocidio. No es un exceso retórico ni una exageración militante: es la categoría más grave del derecho internacional.
Según cifras del propio Estado de Israel, las fuerzas de Hamas al momento del atentado de octubre de 2023 eran de 30.000 combatientes. Afirman haber matado a 17.000 y sostienen que los mismos palestinos en Gaza habrían reclutado una cifra equivalente para reponer esas bajas. Ese cálculo perverso funciona como carta blanca para prolongar la matanza contra un pueblo ya diezmado durante décadas, con el apoyo cómplice de Estados Unidos y el silencio de aliados como Milei.
La foto vergonzosa de ayer : Milei y Trump
Mientras Petro, Lula y Macron abrían caminos hacia la dignidad, Javier Milei eligió el lugar más bajo. Se reunió con Donald Trump para sacarse la foto que tanto deseaba.
No fue un encuentro inocente: ocurrió en plena coyuntura electoral en Argentina y como gesto de sumisión, el gobierno argentino eliminó retenciones al campo y a las mineras. Una entrega disfrazada de política económica.
El ministro Luis "Toto" Caputo confesó que se emocionó hasta las lágrimas por el apoyo de Trump. Pero la pregunta que nos hacemos todos es: ¿cuánto nos costará a los argentinos esta "emoción"? .
Luis Petri, también parte de la comitiva, declaró que se reunió con funcionarios norteamericanos y reconoció no saber qué pedirá Estados Unidos a cambio. Un nivel de cipayismo que avergüenza y deja en ridículo a un país que alguna vez fue ejemplo de soberanía.
Trump contra la ONU
Como si hiciera falta una señal más clara, Trump aprovechó hasta las escaleras que dejaron de funcionar en el edificio para cargar contra la ONU. Lo hizo a su estilo, improvisado y furioso, dejando en claro que no comulga con el organismo ni con sus objetivos. Un líder que prefiere dinamitar puentes antes que construir acuerdos, y que hoy encuentra en Milei un aliado complaciente.
Milei: Malvinas entre dogmas y elogios a Trump
En la Asamblea de la ONU hoy 24 de setiembre , Javier Milei volvió a exhibir su catecismo libertario. No ahorró en críticas contra el Estado, al que describió como una maquinaria de saqueo y despilfarro. Con su lenguaje habitual, habló de la "orgía del gasto público" y del poder de los funcionarios, repitiendo un discurso que en la práctica ya ha empobrecido a la Argentina en los últimos meses.
Tampoco ahorró elogios a Donald Trump, a quien presentó como modelo de estadista por su política antiinmigratoria y sus reformas económicas. Fueron palabras que rozaron lo vergonzoso, más propias de un seguidor devoto que de un jefe de Estado en representación de un país soberano. En cierto modo, Milei habló como si lo hiciera acompañado de su presidente, Donald Trump.
Lo más rescatable de su discurso, y quizás lo único positivo, fue su reiteración del reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas. Allí pidió que el Reino Unido reanude las negociaciones bilaterales, citando la Resolución 2065 de la ONU y sus posteriores.
Ese pasaje, breve pero firme, quedó como el gesto más destacable de un mensaje por lo demás repetitivo, complaciente y atado a un libreto ideológico que deja poco lugar a la defensa real de los intereses nacionales.
Tres oportunidades perdidas
Milei tuvo al menos tres momentos posibles para elevar su discurso a la altura de un estadista. Los dejó pasar uno tras otro.
Podría haber mencionado el triple crimen , el asesinato de Morena, Brenda y Lara en Florencio Varela, un hecho brutal que hubiera servido para visibilizar en la escena internacional la violencia que sufren las mujeres en Argentina y en el mundo. Pero eligió callar.
Podría haber recordado la desaparición de Loan Peña, que ya lleva 468 días sin respuestas. Una herida abierta que debería estar en la agenda global porque habla de un flagelo universal: la desaparición de niños. Estos dos últimos casos , ambos relacionados con la trata de personas y el narco trafico . Pero también prefirió callar.
Y, sobre todo, podría haber denunciado el genocidio que el Estado de Israel perpetra en Gaza sobre niños, familias, hospitales y escuelas, reconocido incluso por una comisión de la propia ONU. Fue otra omisión escandalosa: en lugar de ponerse del lado de los pueblos, se alineó con el poder y se limitó a exigir la liberación de los rehenes israelíes.
Lo llamativo es que, mientras ignoraba estas tragedias humanas, Milei se dedicó a dar cuatro recetas a la ONU para "mejorar su funcionamiento". Como si desde un país que se desangra en pobreza, con la inflación en carne viva y la desigualdad en aumento, pudiera dictar manuales de eficiencia institucional. Fue la imagen de una Argentina en llamas, empobrecida por las mismas recetas que Milei defiende con fervor, pretendiendo aleccionar al mundo mientras descuida su propia casa.
Hubiera sido un gesto trascendente, capaz de tender puentes con otros pueblos que padecen la misma tragedia cotidiana de la violencia de género. Pero no lo hizo. Eligió callar. Y ese silencio no fue inocente: sabemos que la problemática no forma parte de su agenda, mucho por el contrario. Prefirió hablar de orgías del gasto público y rendir pleitesía a Trump, antes que nombrar a las víctimas más vulnerables de una sociedad herida.
Entre la dignidad y la sumisión
La Asamblea General de la ONU dejó al desnudo el contraste. De un lado, voces latinoamericanas que hablaron con dignidad: Lula, Petro, incluso Macron desde Europa. Del otro, Milei, entregado a los brazos de un Trump que representa la decadencia moral de la política mundial.
En la ONU se escucharon discursos que serán recordados como hitos. Petro se alzó como un estadista. Lula habló como un líder regional con memoria. Macron rompió un cerco diplomático. Y Milei quedó reducido a la caricatura del alumno obediente que se emociona por un aplauso ajeno, mientras entrega recursos y dignidad a cambio de nada.