LEGADOS

Raúl Ricardo Alfonsín: Un hombre de democracia y coraje

Hace 16 años, la Argentina perdía a uno de sus hombres más cruciales en la historia moderna: Raúl Ricardo Alfonsín. Su rol en la transición democrática fue fundamental. Un repaso por su historia política.

Adrián Characán

Hace 16 años, la Argentina perdía a uno de sus hombres más cruciales en la historia moderna: Raúl Ricardo Alfonsín. El 31 de marzo de 2009, pero su legado sigue vivo, forjado en la lucha por la democracia, la justicia y la paz social. Alfonsín asumió el liderazgo de un país roto por una dictadura que dejó cicatrices profundas. Su rol en la transición democrática fue fundamental, tan necesario como un faro en la oscuridad, como un refugio para una sociedad que necesitaba redescubrir la libertad.

El regreso de la democracia a Argentina en 1983 fue un desafío monumental. Alfonsín asumió el liderazgo en un contexto de tremenda inestabilidad social, política y económica. No era solo la tarea de gobernar un país, sino de recomponer los fragmentos de una nación que había sido sometida a una dictadura militar de terrorismo de estado.

La Argentina, entonces, necesitaba más que palabras. Necesitaba gestos y actos. Y, como presidente, Alfonsín no dudó en tomar decisiones arriesgadas pero necesarias para consolidar la democracia.

Uno de los momentos más difíciles de su mandato fue la guerra que libró con la Sociedad Rural. En 1987, Alfonsín convocó a un encuentro con el sector agropecuario para intentar resolver los problemas derivados de la crisis económica. Lo que parecía una mesa de diálogo, se transformó en un enfrentamiento sin tregua. En un momento en la Rural abucheado, Alfonsín se vio obligado a dar la famosa frase: "A vos no te va tan mal, gordito", en respuesta a la confrontación con los terratenientes de la Sociedad Rural. Era una respuesta irónica, dura, de un presidente que, a pesar de su tono conciliador, no dudaba en marcar los límites de su autoridad.

El desafío de gobernar en un contexto de crisis no terminó ahí. A los pocos años, la economía comenzó a desmoronarse, golpeada por la deuda externa heredada de la dictadura y por las políticas económicas fallidas. Para 1985, el Plan Austral, implementado para estabilizar la economía, se vio rápidamente eclipsado por una inflación galopante, un endeudamiento insostenible y la escasez de productos básicos. La situación llevó a un creciente malestar social que culminó en saqueos en todo el país, una crisis de proporciones que evidenció las falencias de un modelo que aún no lograba salir de la sombra de la dictadura.

Alfonsín y los Carapintadas

En medio de este torbellino, Alfonsín tuvo que enfrentar levantamientos militares como el de los Carapintadas, que se rebelaban contra las leyes de amnistía y el juicio a los responsables de la dictadura. Fueron días de tensión, con el país al borde del abismo. La famosa frase de Alfonsín, "La casa está en orden", resonó en los oídos de la sociedad, como una promesa de que la democracia no cedería ante las amenazas. A pesar de los miedos y las presiones, Alfonsín mantuvo firme su postura. Aceptó la crisis económica y social como parte de su mandato, pero nunca sacrificó su compromiso con la democracia.

Al final de su mandato, Alfonsín se vio obligado a adelantar la fecha de su salida. La presión popular, las crisis internas y externas, lo llevaron a ceder ante la realidad de un país que no podía esperar más tiempo. El mandato de seis años que originalmente le correspondía fue recortado. Fue un acto de humildad política, una muestra de su responsabilidad histórica: se adelantó en 1989 y permitió que Carlos Menem continuara el camino de la democracia, sabiendo que el país no podía resistir mucho más.

Cristina Fernández de Kirchner le rindió homenaje durante su mandato.

Después vino el pacto de Olivos, un acuerdo histórico que Alfonsín firmó con Menem en 1993, y que estableció un compromiso de reconciliación y reformas constitucionales. Un acto que muchos vieron como una traición, pero que en su momento Alfonsín defendió como un paso necesario para asegurar la estabilidad de la democracia argentina.

El Nunca Más se erige como otro de sus legados más importantes

Como presidente, Alfonsín fue uno de los principales impulsores de la memoria histórica, la justicia y la reparación. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) fue un acto valiente que permitió a la sociedad argentina conocer la verdad sobre los horrores de la dictadura. Alfonsín fue un líder que defendió la verdad, la justicia y la memoria como pilares fundamentales de la democracia.

Alfonsín fue uno de los principales impulsores de la memoria histórica, la justicia y la reparación.

En el tiempo posterior a su mandato, Alfonsín siguió siendo una voz respetada, un referente de la política argentina. Fue reconocido, incluso por aquellos que en su momento fueron sus opositores, claro siempre hay excepciones que dan vergüenza ajena, como cuando el actual Presidente Milei lo llamó "El Fracasado de Alfonsín".

Uno de los gestos más significativos fue cuando, en vida, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner le rindió homenaje durante su mandato. En un acto histórico, lo reconoció públicamente por su aporte a la democracia, un gesto que, a pesar de las diferencias políticas, destacó la grandeza de un hombre que, como pocos, entendió la trascendencia de la democracia para el país.

Raúl Alfonsín, un hombre de principios, un hombre de lucha, de paciencia y de coraje. Un hombre que logró, con sus errores y aciertos, poner de pie a una nación que había sido diezmada y golpeada por la dictadura. En su memoria, dejamos un testimonio de democracia, pero también de la eterna lucha por la justicia y la paz.

Un legado que sigue siendo recordado y que nunca se olvidará.

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