4 de junio: Cuando la patria empezó a tener rostro humano
Ese día de 1946 asumía la presidencia Juan Domingo Perón. Y con él, una revolución. Europa aún olía a pólvora y el mundo se repartía entre dos imperios. Un coronel argentino proponía algo distinto: ni esclavos del dólar ni soldados del Kremlin, Una Tercera Posición.
El 4 de junio de 1946 no fue un día más. No lo fue para los peones rurales que por fin conocieron el descanso del domingo; no lo fue para las costureras de talleres oscuros que empezaron a soñar con el aguinaldo; y no lo fue para una Argentina que, después de años de gobiernos para pocos, empezó a ver la posibilidad concreta de un país con justicia social. Ese día asumía la presidencia Juan Domingo Perón. Y con él, una revolución.
Mientras Europa aún olía a pólvora y el mundo se repartía entre dos imperios -el del capital yanqui y el del martillo soviético-, un coronel argentino, surgido del corazón del Ejército y de la entraña del pueblo, proponía algo distinto. Ni esclavos del dólar ni soldados del Kremlin: una Tercera Posición. Una idea que parecía herejía... y que, sin embargo, se convirtió en doctrina.
Perón no necesitó leer a Marx para entender al obrero. Le bastó con mirarlo. Y desde ese primer día supo que la columna vertebral de la patria no estaba en los escritorios alfombrados de los bancos, sino en la piel curtida del trabajador.
Mientras hoy un presidente -aplaudido por los que nunca trabajaron con las manos- sueña con "dinamitar el Estado" y reducir al mínimo los derechos laborales, en 1946 un líder soñaba con hospitales, escuelas técnicas, sindicatos fuertes y casas dignas. Mientras hoy se discute si el salario mínimo debe existir, Perón pensaba cómo mejorarlo. Mientras hoy se habla de "mercado libre", él hablaba de justicia social.
Y no era solo discurso
En 1947 nacía el Estatuto del Peón de Campo; se ampliaban las jubilaciones, incluyendo a empleadas domésticas; en 1949 se consagraban nuevos derechos sociales en la Constitución Nacional.
También se creaban el Ministerio de Trabajo y Previsión y la Fundación Eva Perón, ejes de un estado de bienestar sin precedentes, donde lo humano le ganaba al capital.
Y Mendoza lo vio. Y lo escuchó. Y lo aplaudió de pie.
Fue en 1949, cuando asistió al Primer Congreso Nacional de Filosofía, en el majestuoso Teatro Independencia, en una Argentina que empezaba a pensarse a sí misma mientras el mundo se ordenaba entre Washington y Moscú.
Ahí, en el escenario cuyano, Perón presentó su libro sobre la Tercera Posición.
No era solo teoría política: era una declaración de soberanía. Era decir "no" a la dependencia extranjera, y "sí" a un camino propio, sudamericano, profundo, humano.
Fuera del protocolo. Perón, el hombre y el gesto
Por esos días de visita a Mendoza, en instalaciones ferroviarias y en presencia de trabajadores, Juan Domingo Perón envió un mensaje por telégrafo saludando a todos los trabajadores ferroviarios del país. La anécdota, contada por el abuelo ferroviario del profesor y periodista Ariel Robert, que fue testigo junto a otros trabajadores que vieron a su líder manejar con total soltura el equipo de comunicación de esa época y revela el costado más humano de Perón: un dirigente que no solo comprendía el alma del pueblo trabajador, sino que sabía utilizar los recursos tecnológicos de su tiempo para acortar distancias y fortalecer vínculos.
En ese gesto sencillo, doméstico y técnico, les habló en su propio idioma.
Los veo, los valoro, los entiendo.
Años después, muchos de esos hombres todavía recordaban aquel instante como uno de los más conmovedores de su vida laboral.
El primer período presidencial de Perón se extendió desde el 4 de junio de 1946 hasta el 4 de junio de 1952, tras haber vencido en las elecciones del 24 de febrero de 1946. Fue reelegido en 1951 para un segundo mandato. En esos años se impulsó la industrialización por sustitución de importaciones, se nacionalizaron sectores estratégicos de la economía como los ferrocarriles y se avanzó en la ampliación de derechos sociales y políticos, incluyendo el voto femenino. También se fortaleció la unidad latinoamericana, desde un principio de no alineación: la famosa tercera posición.
Como dato curioso, ese legado cruzó fronteras. Tanto que, décadas más tarde, en 1989, el músico estadounidense Billy Joel lo incluyó en su célebre canción "We Didn't Start the Fire", donde recorre los grandes hitos del Siglo XX.
Allí, entre Einstein, el Suez y el rock and roll, suena también el nombre: Juan Perón.
Porque hay figuras que atraviesan el tiempo. Y hay ideas que ni el fuego ni la motosierra pueden quemar.
Hoy, a 79 años de aquella jornada fundacional, la Argentina parece andar al revés.
- El salario se licúa.
- Los derechos se venden como "privilegios".
- El trabajador vuelve a ser llamado "costo".
Y el presidente Milei camina por escenarios internacionales con una motosierra en la mano y un resentimiento en la voz.
Por eso conviene recordar. Porque la historia no se repite, pero avisa.
Y hoy más que nunca, mientras la patria vuelve a doler, conviene volver a mirar aquel 4 de junio. No como una postal nostálgica, sino como una brújula.
Para saber de dónde venimos.
Y, sobre todo, para no dejar que nos roben el rumbo.